El estrés en la movilidad urbana por la ZBE empeora la calidad de vida vecinal
Un estudio confirma que casi el 70% de los castellanoleoneses percibe que sus desplazamientos perjudican a su calidad de vida / La llegada de la ZBE agravará el estrés de la movilidad urbana

Varias personas junto a una de las señales de entrada a la ZBE de Burgos.
La Zona de Bajas Emisiones de Burgos ya está en funcionamiento con 36 cámaras distribuidas en 31 accesos al centro histórico. Desde el 12 de agosto, el Ayuntamiento controla la entrada de vehículos sin distintivo ambiental, aunque no habrá sanciones hasta febrero de 2027. La medida, obligatoria por ley para ciudades de más de 50.000 habitantes, ha abierto un debate en la ciudad, ya que mientras el gobierno municipal se defiende como una herramienta obligada para reducir la contaminación, vecinos, automovilistas y comerciantes temen que acentúe los problemas diarios de movilidad y termine por ahogar la actividad económica en el centro.
Las primeras semanas de funcionamiento han puesto sobre la mesa la magnitud del cambio y el propio Ayuntamiento ha reconocido que alrededor de un 11% de los vehículos que entraron en la zona no cuentan con etiqueta ambiental. Aunque de momento no habrá multas, colectivos vecinales del casco histórico reclaman mediciones previas que justifiquen la medida y los comerciantes piden acuerdos con aparcamientos públicos para evitar una caída en las ventas.
A mayores, la circunstancia que había pasado inadvertida hasta ahora es que la ZBE será una fuente de «estrés» y «agobio» adicional en el tráfico diario de la capital burgalesa que se añadirá al resto de vectores que hacen de la movilidad urbana uno de los factores que más afectan, de forma negativa, a la calidad de vida de los ciudadanos en las ciudades.
Entre los automovilistas, el malestar se concentra en la idea de que la ZBE añade una traba más en un contexto en el que moverse por la ciudad ya se percibe como un foco de estrés.
Ese malestar por las dificultades de circular por las ciudades ha sido expresado en datos y según el último estudio del Observatorio Midas de la Movilidad, casi el 70% de los burgaleses, al igual que el resto de los ciudadanos de Castilla y León, considera que la movilidad en su ciudad afecta negativamente a la calidad de vida que experimenta.
El tráfico, la dificultad para aparcar y los retrasos en los desplazamientos son las situaciones que más pesan en esa percepción. «La vuelta a la rutina en septiembre supone un incremento notable en los niveles de estrés relacionados con la movilidad», explica Jocelyne Bravo, responsable de marketing y comunicación de Midas España.
El informe confirma que la dependencia del vehículo privado es muy elevada en la comunidad. De hecho, más de la mitad de los encuestados, un 56,2%, se desplaza en coche o moto, frente a un 39% que camina y apenas un 4,7% que recurre al transporte público.
Con esa radiografía, los críticos de la ZBE alertan de que las restricciones al tráfico pueden incrementar el tiempo invertido en los trayectos, generar más agobio y reducir la accesibilidad al centro, en especial para quienes necesitan desplazarse por motivos laborales o familiares.
«Estos datos confirman lo que ya sospechábamos: la movilidad no es solo una cuestión de infraestructuras, sino un factor determinante en la salud emocional de las personas», añade Bravo.
A esa tensión emocional, Burgos suma ahora el impacto de una medida que ha empezado a ordenar el tráfico del centro, pero que sigue dividiendo a la ciudad entre quienes la ven como una herramienta necesaria para la sostenibilidad y quienes temen que se convierta en un nuevo factor de estrés urbano.