El Correo de Burgos

“Si controlas todo el proceso de la oveja, hasta la venta, los margenes son mayores”

Sergio Lázaro tiene una explotación ovina en el pueblo de Oquillas (Burgos)

Sergio Lázaro tiene 500 ovejas en Oquillas (Burgos)

Sergio Lázaro tiene 500 ovejas en Oquillas (Burgos)Loreto Velázquez

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Aranda

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En un sector en el que cada vez hay menos ganaderos de ovino, Sergio Lázaro parece haber dado, en Oquillas (Burgos), con la clave que permite un pequeño respiro a la rentabilidad. “No somos una explotación normal, aquí hago todo el proceso y, aunque no es fácil, eso permite tener más márgenes”, señala, consciente de que, en una explotación normal, el precio no está teniendo en cuenta la subida desorbitada de insumos. “Aquí intento hacerlo yo todo para reducir los costes al máximo”.

La teoría, llevada a la práctica, se plasma en una granja que controla todo el ciclo, desde el nacimiento del lechazo hasta su salida al mercado. “Cuando están los lechazos, los envío al matadero de Hontoria de Valdearados y, luego, a un asador de Gumiel, que los pre-asa y envasa al vacío para que, luego, los pueda vender en mi tienda de la granja y en la página web”, señala, sin olvidar la leche. “Con la leche, el proceso es similar. Trabajo con una sociedad limitada que transforma la leche en queso curado y semicurado, y también lo vendo”.

En su opinión, es la única forma de sobrevivir a un oficio que, poco a poco, está desapareciendo. “Es una pena, pero hemos pasado de ver, de pequeños, los pueblos llenos de ovejas, a estar casi solos”. El problema, asegura, tiene tres patas: la falta de mano de obra cualificada, “que no se puede formar porque ya no hay escuelas de pastores”, un precio que, durante demasiados años, ha sido bajo y mantenido, y un relevo generacional que no se está dando. “Necesitamos que la administración nos ayude”.

Con 45 años, Sergio Lázaro lleva toda la vida con ovejas. Su padre, Vidal, ya era ganadero, con una sociedad civil que montó con otros dos matrimonios de Oquillas. Entonces, llegaron a tener 800 ovejas. “Yo me puse como cotitular con él en 2001 y, ya cuando se jubiló hace diez años, compré las ovejas y me puse como titular”.

Actualmente, la cabaña tiene 500 ovejas y cuenta con dos únicas razas: churra y castellana. “Al ser autóctonas, son animales duros que se adaptan bien y no suelen tener problemas”, señala. A la hora de trabajar, divide la cabaña en dos lotes de 250 animales cada uno y hace ciclos para que las ovejas paren en marzo, octubre y diciembre. “No hago inseminaciones, tengo diez carneros y trazo un calendario para organizar. De esta forma, las que se cubrieron en octubre paren en marzo, mientras que el otro lote, que ha parido en Navidad, se cubrirá en marzo para parir a últimos de agosto”. Cuando se para el ciclo, induce el celo con implantes o esponjas. “En octubre no hace falta, pero en marzo sí”.

"No encuentro pastores"

Su jornada es intensa. “Lo primero que hago al llegar es ver que todos los animales estén bien y, luego, toca empezar a dar de comer y soltar a las ovejas por las dos parcelas que tengo. Antes, salían siempre, pero como no encuentro pastores cualificados he tenido que cambiar el enfoque”.

A la hora de completar la alimentación, tira de forrajes que previamente ha ido cosechando y preparando. “Lo voy recopilando en primavera y verano porque tengo segadora y empacadora”. Cuando se cosechan los cultivos de la zona, las saca a pastar. “Normalmente, les pongo un GPS y van casi solas, pero las suelto tres o cuatro meses como mucho; el resto del año están aquí, en las campas, y, de noche, siempre las meto en las naves”.

El lobo "ya está en todas partes"

Lejos quedan las noches al aire libre. “El lobo ya no lo permite. Está por todas partes y, como no se puede hacer nada, lo único que nos queda es encerrarlas para protegerlas”. Sabe de lo que habla. “Antes de la pandemia, solía dejar uno de los lotes en una parcela de unas 4,5 hectáreas que tenía a pie de monte, hasta que una noche tuvimos un ataque de tres lobos que mataron 30 ovejas. Según me contaron los biólogos, eran cachorros y, por eso, hicieron tanto daño, porque, como no saben cazar, van desbocados. Si hubiesen sido lobos adultos, a lo mejor solo hubiese perdido cinco o seis animales”.

El problema del lobo no solo son las ovejas que mueren. “Las que sobreviven suelen tener problemas en la paridera siguiente por el estrés que han vivido”.

El máximo temor: el mosquito de lengua azul

Junto al lobo, preocupa también la amenaza del mosquito de lengua azul, una enfermedad vírica no contagiosa que afecta a los rumiantes domésticos y salvajes, principalmente a las ovejas, y que es transmitida por los mosquitos de la especie Culicoides. En verano, se registró un avance preocupante en Cataluña y la inquietud es que siga avanzando. “Es un tema que da miedo a todos los ganaderos de ovino, porque, si te toca, no hay otra solución que precintar la explotación y sacrificar, y, aunque te subvencionan, para muchos sería el final”.

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