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Opinión / La Contracrónica

Fútbol, mentiras y bostezos

Burgos

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Reducir el fútbol a pura matemática es una aventura condenada a la mediocridad. Encorsetarlo hasta desproveerlo de su alma, limitándolo a un patrón repetido hasta la saciedad, una auténtica tortura. Pretender inocular en la afición el virus de la ilusión del ascenso dando la espalda al balón, renegando de la posesión, una quimera.

Aspirar al máximo objetivo, pero actuar como el más temeroso de los recién ascendidos, es un riesgo demasiado alto que podrá dar resultados a corto plazo, pero a costa de vaciar las gradas de El Plantío. Para ser grande, además de creérselo, hay que parecerlo.

El resultadismo ha hincado demasiado fuerte sus fauces en el fútbol moderno. Y terminará por asfixiarlo si sigue extendiéndose como una peste incontrolable que contamina todo lo que toca hasta conseguir transformar el mayor de los espectáculos en un burdo sainete absolutamente previsible.

Y ese fútbol sobre raíles, que ningunea el talento y opta por los ‘bulldozer’ que pueblan cada vez más una superficie, el centro del campo, donde el balón sólo circula varios metros sobre la altura del césped, para tratar de introducirlo luego con violencia, sin tacto y con prisas (casi a hurtadillas, como quien sabe que está haciendo algo no demasiado presentable), se ha instalado últimamente en El Plantío.

Para ese viaje no hacen falta estas alforjas. El resultadismo elevado a la categoría de religión. Pura contradicción. Si lo único importante son los tres puntos ¿no bastaría con que los aficionados se acercaran al ya vetusto municipal burgalés al final de los 90 minutos, se asomaran al primer vomitorio que encuentren a su paso y elevasen la vista hacia el marcador electrónico para ver qué ha hecho su equipo?, o que siguieran los partidos por la radio (donde la mayor parte de los días puedes encontrar más emoción que en propio estadio. Una forma como otra cualquiera de que el cemento y los bostezos se conviertan en protagonistas de un buen número de contiendas.

¿Es este el ‘fútbol de verdad’ que predicaba acaso Fabri, con quien coincidió no hace mucho Javier Álvarez de los Mozos en Mérida?. Pues nunca me sentiría mejor que me mintieran.

¿Tendrá algo que ver con la situación de «engaño absoluto» en el que viven instalados los aficionados del club de la ribera del Arlanzón, según expresó al término del último encuentro en El Plantío el actual técnico del primer equipo? Demasiadas preguntas para tan pocas respuestas.

Claro que siempre se pretende salir del paso con el mantra de que ‘esto es Tercera’. Como si en la esta categoría no se pudiera JUGAR (sí, con mayúsculas) a fútbol. Podrá faltar la calidad en la ejecución de un primoroso FC Barcelona), pero no la intención, la filosofía. Y aquí el problema es que no se quiere hacer. Se reniega de la excelencia como si fuera la más peligrosa de las enfermedades contagiosas. Así nos luce el pelo.

El fútbol modesto, no se puede olvidar, desprovisto de los ingresos de las televisiones, se financia en buena medida con los desembolsos de sus socios. No se debe morder la mano de quien te alimenta. Si este año no se consigue el objetivo planeado, el ascenso -no hay otro- el fracaso habrá sido doble. Un año más en el infierno y un sinnúmero de lavativas entre pecho y espalda de los sufridos espectadores.

Por historia, presupuesto, afición, trabajo realizado y un sinnúmero de intangibles más el Burgos CF debería ser este año el equipo de referencia del Grupo VIII, el rival a batir, el llamado a ocupar la primera posición. ¿Acaso hay en toda la categoría alguna entidad que cuente con el respaldo de una ciudad con el potencial de la nuestra, con su número de socios, con su historia, con sus medios?

¿Pues por qué entonces nos empeñamos en actuar como un equipo que pareciera tener en la permanencia su objetivo, como una escuadra que diviniza a cada rival que visita El Plantío?, como si el Venta de Baños o el Íscar fueran el Manchester o el Bayern Munich. Basta ya de engaños que tienen de validez lo que tardan en salir los equipos a la cancha y el público contempla la diferencia abismal que separa al Burgos CF de al menos 15 de los equipos del grupo, que llegan poco más o menos que como corderos al matadero.

Sólo la subvención que percibe el BCF del Ayuntamiento es mayor que el presupuesto de más de la mitad de sus rivales en el grupo VIII. -’Ya, pero no todo es dinero y cualquiera puede tropezar con el contrincante con menos recursos-’, dirán algunos. Efectivamente, y eso es lo que hace precisamente grande a este deporte.

¿Cuántos equipos se entrenan cinco días a la semana y cuentan con todos los medios técnicos y humanos del Burgos? Pregúntenselo. ¿Cuántos, llegados a estas alturas de temporada, pueden hacer un importante desembolso económico para reforzar la plantilla, como a buen seguro hará el cuadro blanquinegro si atiende las peticiones de su entrenador? (ha reclamado un delantero y un jugador de banda derecha).

¿No creen que por todo ello no se debe exigir al Burgos CF algo más que resultados, algo que hasta cierto punto se está consiguiendo, aunque de momento el objetivo de la primera plaza se encuentra a ocho puntos de distancia? En mi opinión no sólo se debe, sino que tendría que ser una obligación de los socios reclamarlo. Con educación y sin demasiado estrépito, no vayan a enfadarse los jugadores, que bastante tienen con la gran presión que soportan. ¿Preferirían tal vez defender la camiseta del Astorga, o la del Aguilar (con todos mis respetos hacia esas entidades), donde no les atenacen los nervios por la necesidad de luchar por objetivos deportivos tan altos?. Más fútbol y menos milongas. Será en beneficio de todos.

Porque una parte de la responsabilidad de que el Burgos CF no carbure como el año pasado, a pesar de que en palabras de la mayor parte de los técnicos que han pasado por El Plantío el grupo tiene un nivel inferior al del año pasado sin ‘cocos’ como el Palencia o el Mirandés (cuando el de los blanquinegros se debía haber aumentado con los refuerzos llegados y el importante incremento de presupuesto en materia de plantilla), es claramente de los jugadores, que tendrán que recuperar las prestaciones de la pasada campaña para elevar al equipo a la posición que le corresponde. No valen lamentos ni excusas. Queda mucho tiempo por delante para enderezar el rumbo perdido.

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