Americana y manzana
UNA MOCHILA azul cielo sobre un banco del Espolón o un bocadillo de sardinas en manos de un agente de tráfico, pueden no ser lo que parecen. Sean sensibles y no se dejen llevar nunca por las apariencias. Las cosas a veces son mucho más de lo que su forma y tamaño pretenden demostrar. Pueden ser dos obras de arte magistrales que merecen una pared en la exposición más “in”. ARCO, ARte COntemporáneo de nuevo abre y cierra como luz de frenético cometa en el negro firmamento. Madrid no deja de sorprendernos, el Foro es el Foro y de nuevo asoma sus puertas a vanguardias del arte. Tendencias, sueños, mensajes prohibidos. Todo entra en este cajón de sastre al que acuden cronistas del nuevo mundo. Me decía Marchán Fiz, profesor de estética en la escuela de arquitectura, “arte es comunicación”. Para convencernos, proyectaba diapositivas en color de obras controvertidas que por los 80, colgaban galeristas americanos y europeos. Además de las ya consagradas. No faltaba Jackson Pollock embadurnado. Andy Warhol rompiendo moldes y modelos. Sorolla y Miró. Picasso o Mondrian. Fue entonces, con ese cuadro que todos reconocemos, René Magritte pintó para la eternidad un señor con americana marrón, corbata roja y sombrero inglés. Su cara cubierta por una manzana verde como el pecado. Al fondo, cielo y tierra difusas. El profesor expuso los mensajes subliminales que el artista inmortalizó, mientras agitaba sus brazos para trasmitirnos los secretos del óleo. Si el más mínimo detalle se hubiese modificado o movido de su sitio, la obra no sería esa, sino otra distinta. Irrepetible, inconfundible. Única. Exclusiva. Pero no cayó en cuenta de que, al meter diapositivas en el carro del reproductor, precisamente esta, “el hijo del hombre” lo hizo al revés por la espalda. Durante media hora visionamos un espejismo de la realidad puesto que lo proyectado era una imagen simétrica de la real. Un avezado alumno que hoy es arquitecto en esta ciudad, tuvo la osadía de corregir al catedrático en su vehemente exposición. Sencillamente levantó la mano y dijo, ¿por qué razón tiene ese señor, la americana abrochada al revés? Como bien sabemos, la solapa izquierda, sobre la derecha. No importa, dijo, imaginen y abstráiganse. Aprendamos, nos las dan con queso cada vez más. Nada es bueno si no nos convence. Esto no les pasará si miran las bellas imágenes que en Burgos aún cuelgan por el interior en la pérgola de Plaza España. Si alguna vez, un experto le pretende convencer de algo que no cuadra, miren si lleva mal abrochada su americana.