El Correo de Burgos

VIOLENCIA DE GÉNERO / Funeral y concentración ciudadana

Amigos y compañeros arropan a una familia rota

La capilla del tanatorio La Paz se quedó pequeña para el sepelio

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Burgos

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L. B. / Burgos

Silencio. Emoción. Rostros apesadumbrados. Los rasgos propios de cualquier funeral cobraban ayer especial fuerza en la despedida de la joven Isabel Barroso. No hubo escenas dramáticas. Tampoco lamentos desgarradores. Dominó el silencio, ese silencio fruto de una rabia contenida, apenas interrumpido por entrecortados sollozos de quienes conocieron a la burgalesa asesinada a manos de su ex pareja.

Más de un centenar de personas acudieron al sepelio que se celebró en la capilla del tanatorio de La Paz dispuestos a arropar a una familia rota por el dolor, sobre todo a Sergio y Ascensión, los padres de Isabel, golpeados por la incomprensible tragedia de perder a su única hija de 27 años de edad.

Amigos y compañeros abarrotaron la capilla. Tanto, que al momento se quedó pequeña. Decenas de asistentes al funeral tuvieron que aguardar fuera de la sala que mantenía las puertas abiertas de par en par para que todos pudieran seguir las exequias, en las que resonó también, por boca del sacerdote durante la homilía, una condena a la violencia y brutalidad que segaban la vida de Isabel. En su intervención, reclamó un mundo solidario y justo en el que no tuvieran cabida tristes desenlaces como el que esta semana teñía de luto la ciudad.

Tras la eucaristía, el féretro era introducido en el coche fúnebre al tiempo que los padres de la fallecida abandonaban la capilla sin poder contener las lágrimas. De nuevo, el silencio cobró protagonismo mientras algunos de los presentes se acercaban a dar su más sentido pésame.

Numerosas coronas de flores (repartidas en dos vehículos debido a la gran cantidad) atrapaban los mensajes de cariño de los conocidos de Isabel y sus seres queridos. Incluso de los compañeros de trabajo de ella en la fábrica local Carnes Selectas, donde también trabajaba el que fuera su novio durante ocho años, el mismo que la asesinaba en la noche del pasado miércoles asestándole un par de puñaladas con un cuchillo y la abandonaba en su propio coche en la calle Severo Ochoa.

La comitiva, encabezada por la familia, partió en silencio tras el féretro hasta el cementerio de San José. Allí, llegaba la hora del último adiós. Allí, en un nicho, reposarán los restos de Isabel Barroso, la última víctima de la violencia de género, una joven «alegre, simpática y muy educada», como la definieron sus vecinos.

 

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