El Correo de Burgos

Las viudas defienden su «gran labor social» y piden respaldo

Exigen un aumento de las pensiones. La asamblea de las asociaciones de la región congregó a cerca de 400 mujeres

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Burgos

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L. B. / Burgos

Dicho y hecho. Organizaron este evento dispuestas a tratar la problemática de la viuda y a eso se dedicaron ayer las cerca de 400 mujeres congregadas en el salón de actos de Cajacírculo de la calle Concepción. En este espacio defendieron la «gran labor social» que el colectivo realiza y el ahorro que, en ocasiones, ésta supone a las arcas públicas, según señaló la secretaria de la agrupación local, Carmen Ruiz, en referencia al papel de cuidadoras de familiares enfermos o de sus nietos. Reclamaron también un aumento de las pensiones que alcance el total de la base reguladora de lo que cotizaron sus maridos y señalaron, como uno de los peores males, el golpe anímico al que ha de hacer frente la mujer viuda cuando pierde a su cónyuge.

Ruiz reconoció que aunque todavía queda mucho por hacer se han dado algunos pasos, pero lamentó que en ocasiones se las escuche «sólo por ser un colectivo numeroso y posible fuente de votos».

Al encuentro de asociaciones de viudas de Castilla y León acudieron los representantes de diversas administraciones. La mesa inaugural contó con la presencia del alcalde de la ciudad, Juan Carlos Aparicio, el presidente de la Diputación, Vicente Orden Vigara, el gerente territorial de Servicios Sociales, Ignacio Díez Azcárraga, y las representantes de agrupaciones regionales y nacionales.

Teresa, un ejemplo

Con ellos se sentó la anfitriona, la presidenta de la Asociación Cristiana de Viudas Blanca de Castilla, Teresa Nogal, que a sus 93 años derrochó -como suele, dicen sus compañeras- energía y alegría, dones que asegura pidió a Dios cuando su marido enfermó. Tenía ella 29 años. Ramón, que así se llamaba el hombre con el que tuvo dos hijos, al que conoció en el baile y del que asegura estar hoy tan enamorada como siempre, falleció ocho años después. Desde entonces no dejó de trabajar -he ahí el secreto de ser hoy en día una jovencísima nonagenaria, según confiesa sonriente- para sacar a su familia adelante. Sus desvelos, asegura, han merecido la pena.

Teresa se llevó el aplauso más cálido de todos y sin trabarse, a pesar de sus temores, agradeció la presencia de las autoridades y recordó a las presentes las bondades de la ciudad que las recibía. Hasta les explicó que está a punto de tener un hospital nuevo.

Y con la misma gracia y sencillez ocupó su asiento. La asamblea debía continuar.

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