El Correo de Burgos

POLÍTICA

Llamas comuneras que se apagan

El ex secretario provincial del PCAL, Domingo Hernández, media para reconducir una ruptura entre castellanistas que, en la práctica, se oficializaba ayer en Lerma

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JUAN FRANCISCO CORCUERA / BurgosSiempre hay un cosido para un roto. Eso piensa, al menos, Domingo Hernández, candidato a la Alcaldía de Burgos por el PCAL en las pasadas elecciones municipales y ex secretario provincial de la formación castellanista, hoy rota tras la disidencia de dos decenas de militantes que se niegan a aceptar el cambio de nombre de la formación castellanista aprobado en el Congreso celebrado en Segovia el 8 de noviembre de 2011 y que rebautizó al PCAL como el PCAS (Partido Castellano).Para ‘Txomin’, apelativo por el que se conoce a Domingo Hernández, la reconciliación entre las dos facciones «es posible». Lo dice quien dimitió de su cargo tras defender en el Congreso de Segovia la continuidad de las siglas PCAL. Preguntado sobre su opción actual, no duda: «Mi compromiso es con quienes me apoyaron en su momento y, aunque no esté de acuerdo con el cambio de nombre, me alineo con el PCAS». Hernández, que tiene una labor casi imposible, tal vez se tope con un aliado que acerque las posturas entre las dos facciones; o, quizá, las aleje todavía más: la imposibilidad de que quienes pretenden mantener las siglas PCAL puedan hacerlo. Aunque Luis Marcos, actual secretario de Organización del PCAS, aseguró el mismo día en que se oficializó la ruptura la inexistencia de problemas para que las utilizaran, parece que no será así.De hecho, los promotores de la ruptura mantuvieron ayer una reunión en el Hotel Alisi, en Lerma, donde se analizó la actual situación del PCAL y la posibilidad de verse obligados a un cambio de nombre. Los acuerdos se darán a conocer este martes en una comparecencia ante los periodistas en la capital. Aunque este periódico ha podido conocer que un retorno de los escindidos al PCAS es «imposible», según confirmaban varias de las fuentes consultadas. «No hay posibilidad de unión; está absolutamente roto y ni hay ni va a haber lazos de unión; cada uno marchará por donde quiera», aventura una de las fuentes consultadas.«Está todo muy caliente todavía», reconoce. Pero mantiene la esperanza de que en PCAS «quepan todas las tendencia ideologicas». Confía en limar «ese cinco por ciento que nos separa frente al noventa y cinco por ciento que nos une».Aunque sí reconoce que «toda esta movida» ofrece una mala imagen a la ciudadanía. La recuperación paulatina de la formación castellanista en la provincia de Burgos se decolora con la caída en picado en la capital burgalesa. Muy lejos,  y no sólo en el tiempo sino en el espacio sociopolítico, quedan los diez mil votos y tres concejales, más un procurador en las Cortes de Castilla y León, obtenidos en 1999. Los resultados electorales en Burgos capital han sido mazazos continuos a las esperanzas de recuperar a una parte del electorado.«Estábamos presentes en casi todos los movimientos ciudadanos que aparecían». Así explicaba Carlos Rad en marzo de 2002, tras la ruptura del gobierno tripartito en el Ayuntamiento de Burgos el éxito obtenido en las elecciones de 1999. La estrategia que reflejaba entonces el procurador comunero se ha disuelto con el paso de los años. Una imagen que semeje aquellos años es la presencia del PCAL en la reivindicación para que la capital burgalesa abasteciera de agua a la zona de Campo de  Muñó.El camino recorrido desde la refundación de Tierra Comunera-Partido Nacionalista Castellano (TC-PNC) desde que tres decenas de entusiastas  fundaran, en el hotel Alfonso VIII de Soria en 1990, se repite veintidós años después con la escisión del mismo número de militantes. Aunque TC fue, en su origen, un partido que aglutinó a dispersas fuerzas nacionalistas del desaparecido Pancal, aquel primer intento serio de conformar una opción nacionalista en Castilla y León.«La deriva nacionalista»Las dos facciones deben superar una diferencia que, a priori, supone una vía de agua muy seria en el proyecto ahora roto: la «deriva hacia el nacionalismo». Eso, al menos, esgrimía el secretario regional del PCAL, José Ignacio Delgado, el martes 17 de enero, frente al Palacio de la Diputación Provincial deBurgos para justificar, junto con el cambio de siglas, la marcha de concejales y afiliados de localidades de la Ribera del Duero, Lerma, Salas, Briviesca y Merindades. A ellos se suman representantes en algunos municipios de Palencia y Ávila.‘Nacionalismo’. Un término que ha sido, precisamente, el pegamento que ha unido a los castellanistas desde aquellas calendas sorianas. Y una identidad de la que Domingo Hernández  no reniega ni un ápice. Es más, muestra su extrañeza ante ese argumento expuesto por quienes se van: «Que aquellos que estuvieron en Tierra Comunera hagan bandera ahora del nacionalismo como causa de escisión me suena a simple excusa». El ahora ex secretario provincial del PCAL subraya más: «Creo que la fórmula mágica de nuestros resultados electorales ha sido el nacionalismo castellano». Y matiza que se trata de un nacionalismo «muy provincialista».La trayectoria de la formación nacionalista traiciona, aunque sea sin quererlo, aquello que escribio el poeta Luis López Alvarez, tótem del nacionalismo castellano como autor del hermoso y épico poema Los Comuneros: «Cuando más vieja la yesca, más fácil prenderá». Y más lejos queda, por lo tanto, aquello de «quién sabe si las cigüeñas / han de volver por San Blas, / si las heladas de marzo / los brotes se han de llevar / si las llamas comuneras / otra vez crepitarán».

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