El Correo de Burgos

Peregrinaje gastronómico por la Virgen Blanca

Miles de burgaleses, animados por el buen tiempo, acudieron al Castillo para disfrutar de una tradición religiosa que cumplió ayer 20 años / La fiesta culminó con el reparto de cerca de 6.000 raciones de paella

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Burgos

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J. MAIQUES / Burgos

La complicidad del buen tiempo, protagonista por su ausencia en este inestable mes de mayo, fue la mejor noticia para que la celebración de la Romería de la Virgen Blanca consiguiera una afluencia masiva de burgaleses en este peregrinar al Castillo. Una tradición que acumula ya 20 años de historia, desde que la recuperara en 1993 el entonces concejal José Sagredo, y que se ha convertido ya en una cita obligada del calendario festivo de la capital burgalesa.

A las doce de la mañana, la comitiva con el paso de la Virgen partía de la parroquia de San Pedro de la Fuente en un peregrinar en constante pendiente que llevaría a los presentes al entorno de la fortaleza. Lugar en el que 200 años atrás se asentaba la iglesia medieval de Nuestra Señora de la Blanca y que fue reducida a escombros por los franceses durante la voladura del Castillo en la Guerra de la Independencia. De lo que se trata, a fin de cuentas, es de devolver la imagen al lugar donde descansaba hace dos siglos.

Una de las anécdotas del día se produjo a lo largo del peregrinaje cuando el alcalde, Javier Lacalle, recibió la llamada del ministro de Defensa, Pedro Morenés. Éste, en respuesta a la invitación del primer edil de asistir a los actos de homenaje a las víctimas del Yak-42 (hoy se inaugura una escultura en la Catedral), telefoneó al regidor para expresarle que no podía acudir a  la cita y para pedirle que «trasladase su cariño, respeto y apoyo a unas familias que, diez años después de la tragedia, lo siguen pasando mal».

Sin más novedades, poco después de las 12.30 de la mañana se iniciaba la ceremonia litúrgica de la Misa de Campaña en la campa de Nuestra Señora de la Blanca, antaño Cerro de las Flores.

Paella para 6.000

Mientras tanto, 25 voluntarios, que empezaron con los preparativos a las 8.30 horas de la mañana, comenzaban a esparcir sobre las paelleras los ingredientes para conseguir repartir después entre 5.500 y 6.000 raciones. En total, tal y como enumeró uno de los organizadores, Dionisio Bello, 500 kilogramos de arroz, 200 de carne de cerdo, otros 200 de pollo, 60 de langostinos, 60 de cigalas, 100 de gambas...

Ya con las 40 paelleras liberando aromas y abriendo apetitos, el ambiente se trasladaba unos metros más allá; a los alrededor de la decena de puestos que colocaron las peñas y que recordaban la inminente llegada de la celebración del Curpillos. Conseguir una pincho de morro, de chorizo o de careta era poco menos que una misión imposible ante el numeroso público que se amontonaba en las barras para tomar el vermut.

A las dos de la tarde, con la misa ya finalizada, el alcalde acudía con otros corporativos a degustar la paella. La representación municipal la pusieron los ediles populares Ángel Ibáñez, Salvador de Foronda, Fernando Gómez, María José Abajo, Bienvenido Nieto y Esteban Rebollo. Los concejales de la oposición presentes fueron Esther Peñalba (PSOE) y Roberto Alonso y Julián Altable (UPyD). Tampoco se perdió la cita el secretario territorial de la Junta de Castilla y León, Lorenzo Saldaña.

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