El Correo de Burgos

ATENTADO EN LA CASA CUARTEL / Tres testimonios directos

«Allí no hubo un milagro, fueron 145»

Burgos

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M. R. / Burgos

Han pasado más de cuatro años, pero los recuerdos están intactos, casi como si acabara de suceder, como si todavía hablaran con el esqueleto de la Casa Cuartel al aire, reventada por una furgoneta bomba que colocó la banda terrorista ETA, a sus espaldas. Sus testimonios son los de tres personas que vivieron en primera persona el atentado que buscó, afortunadamente sin éxito, una de las mayores masacres de la historia criminal de ETA. Son Jesús, Antonio y Pedro, nombres ficticios para contar una historia muy real, cómo vivieron los instantes siguientes al atentado.

Jesús estaba durmiendo en la Casa Cuartel cuando explotó la bomba. Estaba con su mujer y su hijo de 14 meses. Esa madrugada del 29 de julio de 2009, el niño «tenía gases y algún problema con los dientes y lloraba mucho». Decidieron que el pequeño se fuera a dormir a otra habitación con la madre. Él se quedó en otra habitación. Eso le salvó la vida al niño. «Mi hijo está vivo porque estaba con mi mujer», recuerda. Jesús no oyó el estruendo de la bomba, «me desperté con la ventana, la persiana y el armario encima de mí». Lo primero que hizo fue ver cómo estaban su mujer y su hijo. «Fueron los segundos más duros de mi vida».

Desde el primer momento fue consciente de que era un atentado y tras comprobar que su familia estaba en buen estado lo que ve a su alrededor es «como en las películas de guerra Hollywood». No había tabiques La fuerza de la onda expansiva «empujó la ventana completa encima de la cama».

Aunque no oyó el bombazo, en su memoria guarda el sonido de los cristales, «a mí se me hizo especialmente largo». Había cristales clavados por todas partes, en las «paredes, las mesas, las sillas, en todas partes». Su vivienda estaba en el décimo piso y «había restos de coches». Al recordar esa imagen, Jesús cree que «no hubo un milagro, fueron 145». También recuerda con claridad la imagen de la parcela donde ETA aparcó la furgoneta bomba como «si fuera un oleoducto que está ardiendo, un gran resplandor de fuego».

Ese día había 118 personas en la Casa Cuartel, «cualquiera podía estar levantado para ir al baño, que se levante de la cama por lo que sea... creo que lo que nos salvó es que estábamos todos tumbados en la cama». Tras los primeros momentos en los que Jesús confirma que su familia está bien, «empiezas a hacerte preguntas de a quién le habrá tocado». Cuando llegan abajo, el paso de los minutos se va confirmando que no hay muertos. Cuatro años después, Jesús lo tiene claro: «La gran suerte es que al día siguiente no había 30 o 40 ataúdes».Continúa en la edición impresa

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