El Correo de Burgos

Jesús y la Virgen: un Encuentro «doloroso, pero muy hermoso»

Uno de los cofrades de la Hermandad de la Sangre de Cristo cerró el acto con una poesía

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Burgos

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SAMANTA RIOSERAS / Burgos

Por la calle de la Virgen de la Paloma llegaba Ella. Triste, pero majestuosa y hermosa como ninguna, iluminada por los cirios y llevada a hombros por los cofrades de Nuestra Señora de los Dolores.

Bajo el Arco de Santamaría esperaba Él su entrada. Doloroso y abatido cargando el peso de la cruz, abrasado por el calor de las velas y el inminente Momento.

Danzaron los cofrades del Santísimo Sacramento y de Jesús con la Cruz a cuestas que balanceaban el paso de Jesús. Anunciaron su llegada con la melancólica melodía de las trompetas y la plaza del rey San Fernando rompió con aplausos el silencio, que se desvaneció cediendo al poder del dolor: al de Él, por su madre. Y al de Ella, por su hijo.

Se prendieron los focos y farolas de la plaza. También las antorchas de los cofrades para iluminar la procesión del Encuentro.

«Un Encuentro doloroso, pero muy hermosos». Lo definió así uno de los miembros de la Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos en una breve poesía, con la que tomó la palabra tras la sencilla homilía del Abad.

«El más humilde momento de los que existieron», concluyó para dar paso a la bandas de cornetas y tambores que acompañaron la partida de la madre y el hijo.

Por devoción, por el buen tiempo o por lo espectacular del acto, lo cierto es que fueron cientos de personas las que se congregaron en la plaza para presenciar tan épico momento. Con la calle de la Virgen de la Paloma taponada por la Madre y el Arco de Santamaría infranqueable por Jesús, la gente corrió  alrededor de la Catedral y a lo largo de la calle de Fernán González para no perderse el Encuentro.

Llegaron a tiempo, pero de nada les sirvió. Volvieron a separarse para seguir narrando una historia que ya está escrita con sangre y sudor en la Biblia. Y en la cruz.

Mañana será desenclavado y protagonizará el acto del descendimiento en la plaza de Santa María. No será Él, sino la réplica del Santísimo Cristo de Burgos, que gracias a la movilidad de la que goza esta copia autorizada podrá recuperarse una celebración propia de la época de la talla original, que data del siglo XIV. Por la tarde tendrá lugar el traslado del Cristo Yacente en el interior de la Catedral para después conmemorar su muerte con la procesión del Santo entierro. 

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