EJËRCITO
La indignación de Pérez Alamán
El que fuera general jefe de 20 de las 62 víctimas del Yak-42 recuerda lo sucedido 12 años después con duras críticas a los dirigentes de entonces por su errática gestión de la tragedia
Pasan los años, y ya son 12, pero el accidente del avión Yak-42 en el que murieron 62 militares, 20 de ellos destinados en el Regimiento de Ingenieros nº1, con base en Castrillo del Val, sigue muy presente en la memoria de sus familiares. Unas familias que sufrieron no solo la pérdida de sus seres queridos, sino una serie de acontecimientos, como los errores en la identificación de 30 cadáveres y las irregularidades en la contratación de los aviones que trasladaban a los militares.12 años después de aquel fatídico 26 de mayo de 2003, el hoy ya retirado teniente general Emilio Pérez Alamán, entonces general jefe de la División Brunete, recuerda en el artículo ‘Yakolev-42, los sentimientos’, publicado en el blog generaldavila.wordpress.com, del general Rafael Dávila, lo sucedido. y lo hace con una dura crítica a la actitud de las autoridades de la época -entonces era ministro de Defensa Federico Trillo-.Pérez Alamán recuerda el sentimiento de «impotencia» desde el primer contacto que tiene con el ministro de Defensa tras conocerse la noticia del accidente al «ver su cara de susto, la actitud del séquito que le acompañaba a Turquía y la nerviosa negativa a que yo me uniese a ellos sin argumento creíble». El general rememora que en aquella sala de Autoridades de la base de Torrejón de Ardoz, donde se repatriaron los cadáveres, «se respiraba prisa para quitarse el problema de encima por temor a no sé qué. Casi seguro que a razones políticas que yo desconocía».Un temor, continúa, que confirmó poco después, cuando «identificar en 48 horas los cadáveres era imposible como lo demostró científicamente el casi cincuenta por ciento de errores cometidos». Algo que supuso «un engaño a las familias y la absoluta falta de respeto a los soldados». Pérez Alamán también critica en el artículo las prisas por organizar el funeral de Estado del 29 de mayo de 2003, que hiciera que se convirtiera «en un horror más que en un error, tanto de organización como en el maltrato a las familias». Y pone como ejemplo el hecho de que se ordenara el nombramiento de 20 equipos portaféretros, aunque al llegar los aviones «me comunicaron que lo previsto era hacer una cadena de soldados para colocar cada féretro en los caballetes». Propuesta que el general no cumplió. En su recuerdo de aquellos días, Pérez Alamán indica que la «situación de tapar pero no solucionar se prolongó durante meses». Y vuelve a poner otro ejemplo de esa actitud hacia las familias de los fallecidos. «Pasado algún tiempo, cada una de ellas recibió un giro del Ministerio con unos cuantos euros y sus céntimos junto a una nota, explicando que la cantidad de dinero recogida en la zona del accidente se había dividido y repartido a partes iguales», explica.Situaciones que fueron aumentando «el sentimiento de impotencia», junto con el dilema entre «mantener la disciplina» o «actuar de acuerdo con mi propio honor y espíritu». El general cierra su artículo con un sentimiento de indignación hacia quienes «anteponen sus intereses particulares y/o partidistas sin dar solución adecuada y completa al incidente o accidente sobrevenido». Un sentimiento, añade, que es consecuencia de las «actitudes y las reacciones que nos han mostrado los políticos en el tratamiento dado al accidente del Yak-42». El general concluye su reflexión con un recuerdo y un homenaje a los militares fallecidos y sus familias.