El Correo de Burgos

EDUCACIÓN

El curso pasado registró un 0,54% de absentismo escolar

226 de los 41. 871 alumnos burgaleses faltaron a clase sin justificación más del 20% de las horas lectivas

Un grupo de adolescentes en una calle de la capital.-ISRAEL L. MURILLO

Un grupo de adolescentes en una calle de la capital.-ISRAEL L. MURILLO

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V. M.
Burgos

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Hablar de absentismo escolar es para muchas personas sinónimo de ‘hacer pellas’ y nada más lejos de la realidad. En realidad, el absentismo supone «ausentarse de forma continuada de las clases sin ningún tipo de justificación» y además ese periodo de ausencia cuenta con un mínimo contabilizado para desarrollar determinadas acciones que tienen por objeto terminar con el absentismo. «Cuando la ausencia de un alumno supera el 20% de las horas lectivas estamos hablando de absentismo», tal y como explica Lorenzo Maeso, responsable del programa en Dirección Provincial de Educación.

Bien es cierto que en muchas ocasiones se trabaja a través de la prevención y es que «en algunas ocasiones también se interviene antes de que el alumno llegue a ese 20%, para evitar que siga faltando y que se acostumbre a la situación de absentismo».

Durante el curso pasado, se produjo un absentismo del 0,54%. «De los 41.871 alumnos que hay en la provincia, 226 presentaron absentismo, una cifra que no varia respecto a cursos anteriores» explica Lorenzo. De ellos, 123 fueron alumnos de la capital, 53 de Aranda de Duero, 28 de Miranda de Ebro y 22, del resto de la provincia.

Por otra parte, Maeso explica que «son 768 los alumnos a los que se les realizó un seguimiento, son alumnos que en un momento determinado fueron absentistas y con los cuales tratamos de que no repitan dicha conducta». De ellos, 406 estaban escolarizados en la capital, 165 en Aranda de Duero, 81 en Miranda de Ebro y el resto, es decir 116, en el resto de la provincia.

El seguimiento se realiza en alumnos desde 3 a 16 años y, aunque la Educación Infantil no es obligatoria, «hacemos especial hincapié en que los niños deben estar escolarizados en esta etapa porque si se acostumbran a no ir en estas edades tempranas, luego les cuesta mucho más acudir al colegio y porque en esa etapa, se dan muchos contenidos que, si no se reciben, retornarán en un menor interés por acudir a clase».

No hay diferencias entre el absentismo en la provincia y el que se puede dar en la capital. Del mismo modo, Maeso derriba estereotipos al asegurar que «este problema educativo se produce del mismo modo en centro públicos que en privados».

Cuando un alumno falta de forma reiterada a clase, siempre hay una causa detrás. Maeso explica que se pueden dividir principalmente en dos situaciones. «En el caso de los alumnos más pequeños, muchos provienen de familias desestructuradas o de determinados colectivos que no dan tanta importancia a la educación».

En el caso de adolescentes- chicos entre 12 y 16 años- «el absentismo es una decisión propia, una actitud». Comenta que «es a partir de los 13 años cuando más se produce absentismo escolar». En estas edades, «en muchas ocasiones los padres no son cómplices o causantes del absentismo sino que los hijos ‘pueden’ a los padres, y ellos no son capaces de hacer nada para obligarles». En estos casos, «se ayuda a los padres desde fuera, principalmente desde los CEAS, con los Programas de Intervención Familiar (PIF) en los que la educadora social acude al domicilio».

trabajo en equipo

Detectar un caso de absentismo, encontrar la causa y evitar que se repita es tarea de equipo. «En primer lugar, el tutor es el responsable como primera instancia, quien pone de manifiesto el absentismo». Una vez se detecta, «se intenta hablar con la familia para saber qué ocurre y si hay una situación de riesgo». Si el docente «no consigue que el niño vuelva, se comunica a jefatura de estudios e interviene el centro directamente». En el caso de que esta acción no resulte suficiente, «se deriva a personas especializados como son los profesores técnicos de servicios en la comunidad que tienen la gran mayoría de los colegios públicos, no así lo concertados o privados».

El siguiente paso, si tampoco con se logra nada, «se deriva el caso a la Comisión de Absentismo, que se reúne todos los meses para analizar las faltas enviadas por los centros y que decide qué procedimiento seguir con cada alumno». Las opciones pasan por «esperar a una intervención del centro, en otros casos se derivan a servicios como CEAS, notificar la situación a la familia por escrito- el año pasado a 299 familias- y si no mejora se envía el caso a Fiscalía de Menores, donde se quiere prevenir una situación de abandono». En este punto, la Fiscalía «hace varias llamadas a la familia y si no hay respuesta se deriva al Juzgado y se interpone una denuncia contra los padres, porque ellos son los responsables de sus hijos menores». En este sentido, Maeso asegura que «en todos los casos que se ha llegado a este extremo se ha condenado a los progenitores».

En cuanto a las comisiones, en la provincia burgalesa existen cuatro, en Burgos, Aranda de Duero, Miranda de Ebro y una para el ámbito rural. Cada una está integrada por un importante número de profesionales. «Un asesor del área de programas, un inspector de educación, trabajadores sociales y representantes de CEAS» a los que, «en algunas ocasiones se suman Protección a la Infancia, Promoción Gitana y Fiscalía de Menores».

A día de hoy, «hay 63 chicos en Fiscalía de Menores, es un dato fundamental, porque pone de manifiesto que existe una importante red colaborativa entre varios profesional para poner fin a esta conducta», explica Maeso, quien añade que «muchos de esos casos se solucionan en ese punto y la situación se normaliza».

Maeso concluye haciendo hincapié en la importancia de prestar atención a los hijos. «Es fundamental preocuparnos por saber cómo se encuentran, hablar con ellos e interesarnos por saber cómo les ha ido en la escuela». En definitiva, asumir el papel de padre.

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