El Correo de Burgos

El mejor regalo de Iker

La solidaridad de cientos de burgaleses permite que el menor afectado por una enfermedad rara tenga una silla de ruedas para desplazarse

Iker en la silla que ha conseguido gracias a las aportaciones solidarias de los burgaleses-R. O. / ICAL

Iker en la silla que ha conseguido gracias a las aportaciones solidarias de los burgaleses-R. O. / ICAL

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Para Leticia la sonrisa que más vale en este mundo es la de su hijo Iker de ocho años. Bueno la de él y la del mayor, Ángel, de 14. Como cualquier madre, entiende que «su mayor logro y su tesoro» reside en lo que sus hijos le aportan día a día. Esta joven burgalesa de 35 años, no tiene palabras para agradecer a la sociedad burgalesa lo que «le han dado a su familia». Hace menos de un mes, «y después de montar una buena en Facebook», consiguió que su pequeño Iker pudiera salir de casa en una silla de ruedas de su tamaño. Sus dos hijos nacieron con el denominado Complejo de Dandy Walker con hipoplasia del cuerpo calloso. Una enfermedad rara que hace que quienes la sufren sean niños o bebés de por vida.

No sabe si por casualidad o por «eso que llaman destino», Leticia y su familia, vive desde hace algún tiempo de alquiler en la calle Solidaridad de la zona nueva del barrio de Gamonal. «Ahora lo pienso y no me parece casual porque lo que la gente está ayudando a mis hijos es mucho». Parada y con dos hijos discapacitados, Leticia «se las ve y se las desea» para poder llegar a fin de mes porque «lo que nos dan de ayuda desde el Gobierno es muy poco».

Como tantas madres con hijos dependientes, Leticia no trabaja desde hace años. Lo hizo de secretaria hasta que la empresa cerró y luego vio que con los dos niños «era más que imposible». «Mi pareja trabaja a media jornada ahora y con eso y lo que nos dan de ayudas vamos tirando. Hay meses que tenemos que recurrir a la familia, los amigos», explica a Ical esta auténtica madre coraje para quien sus hijos «son lo único importante». «Solo quiero que ellos sonrían y tengan una vida digna», apostilla.

De ahí que hace menos de un mes, y viendo que la silla del pequeño Iker se quedaba pequeña ya para su edad, echase mano de su Facebook para pedir ayuda. «La silla que necesitaba Iker cuesta más de 2.300 euros y no estamos en nuestro mejor momento económico. Los zapatos que llevan tanto Iker como Ángel son de ortopedia y los más baratos cuestan 80 euros. Imagínate...», destaca.

Recuerda que la idea del mensaje en Facebook se le ocurrió un domingo. «Por si alguien tiene... Tengo dos niños con discapacidad y necesito una silla especial...», destacó Leticia en un mensaje colgado en su muro junto a una foto con la silla que utiliza Ángel y que «era del tipo de la que teníamos que comprar». A los pocos minutos, la burgalesa comenzó a recibir cientos de mensajes y fue así como conoció a Laura Villagrasa, responsable de Cadena de Favores.

«Desde ahí todo fue rodado», manifiesta la madre de Iker. «Se pusieron en contacto conmigo y organizaron un mercadillo solidario. Nunca podré agradecerles lo que han hecho por mi familia. Bueno, a ellos ni a los burgaleses, claro», añade. Cabe recordar que la labor que lleva a cabo Cadena de Favores no se enmarca ni dentro de una ONG. Es un asociación, arraigada al barrio de Gamonal, que «lleva ayuda a las familias que peor están pasando la crisis». Todo vale, leche, pañales, fruta y hasta un mercadillo, como ya han hecho en varias ocasiones.

Silla conseguida

El fin de semana del 7 y 8 de mayo fue la fecha elegida para montar en un comercio del barrio de Gamonal el mercadillo solidario para Iker. En apenas dos días se recaudaron más de 3.000 euros. «Al día siguiente Iker cumplía ocho años y no pudo tener mejor regalo. Nunca se nos olvidará este octavo cumpleaños», rememora Leticia junto a Kiko, su pareja, «y el verdadero padre de los pequeños».

El muro de Facebook de Leticia fue testigo de la llegada de la silla de Iker y del primer paseo del pequeño. «Al principio no se hacía mucho a ella porque extrañaba la otra pero pronto le ha cogido el gusto y ahora no quiere ir al parque en otra», destaca la madre del pequeño a quien le resulta «imposible» pasear a sus hijos a la vez. «Siempre tiene que venir Kiko conmigo porque yo no puedo sacar las dos sillas. Algo que para cualquier persona es normal como ir al parque con sus dos hijos para mi es imposible se mire por donde se mire», lamenta.

Pese a haber conseguido el reto, los padres de Iker y Ángel mantienen abierta un número de cuenta en el que recibir «toda la solidaridad» que sea posible. «A veces nos preguntan por la calle cómo ayudar. No pedimos dinero, pero agradecemos las aportaciones», aclara la madre. Aquellas personas interesadas en sumar un donativo a Iker pueden hacerlo en: la Caixa, 2100 3537 30 2115002243.

El día a día

El día a día en casa de esta familia burgalesa comienza muy temprano. En el momento en el que ella y su pareja se despiertan, «casi siempre con los gritos de los pequeños», quienes se niegan a despertarse para ir al cole. Tras asearles y luchar por darles el desayuno, ambos bajan en sus sillas a los niños hasta la parada de bus en la que pasa a recogerles el autobús que los lleva a un colegio especial, en el centro de Burgos.

El autobús los devuelve a las cinco de la tarde y «comienza de nuevo la pelea de dónde vamos hoy». Si por Iker fuera, se pasarían la tarde viendo las obras de construcción de una nueva promoción de viviendas «porque le encanta eso de ver subir y bajar a las grúas», pero Ángel es «más de ir a ver a los patos así que solemos hacer las dos cosas», destaca Kiko.

Silla en ristre, afirman que «nada les frena llueva o nieve» porque intentan hacer una vida «lo más normal posible con sus hijos». De ahí que la silla les resultara tan importante. «Sin la silla nueva no podríamos ir a ningún sitio porque el niño ya no cabía en ella y su columna sufría mucho», añade Leticia, quien bromea que «con esto ya no es necesario ir al gimnasio». «Los bordillos no ayudan, la verdad, y en Burgos hay muchos...».

Herencia familiar

Para Leticia el síndrome que padecen sus hijos no es nuevo. Su hermano mayor, con el que apenas se lleva unos años, nació con la misma enfermedad. «Es una patología poco común de base genética en la que las mujeres somos portadoras pero solo puede desarrollarse en varones. Si hubiera tenido niñas no hubieran tenido la enfermedad, la hubiesen trasmitido a mis nietos...», manifiesta.

«Sé que mis hijos tienen el mismo futuro que mi hermano que ahora está en un centro interno, pero hasta que ese momento llegue y nos hagamos nosotros mayores lucharé para que vivan lo mejor posible y tengan las mismas oportunidades que el resto», destaca Leticia que afirma que «nunca pensó» que Iker pudiera tener la misma enfermedad que ‘Angelito. «Pese a ello, Iker tiene un grado de minusvalía mucho menor que su hermano y es más activo. Bueno no para....y se entera más de las cosas. Ángel vive feliz en su mundo», indica sin quitar ojo a sus dos pequeños.

El mundo de Iker y Ángel lo componen sus padres y tres perros con los que comparten amor y confidencias. Con ellos juegan en casa y en el parque y a ellos les confían sus secretos y temores, «en su lenguaje». En este caso se ve claramente como el mejor amigo del hombre es el perro. «Ellos no ven a mis hijos distintos. Por eso se entienden tan bien. Con un gesto basta», finaliza Leticia.

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