El Correo de Burgos

Un verano de solidaridad

El programa ‘Vacaciones en Paz’, que promueve la asociación Amigos del Pueblo Saharaui de Burgos, ha permitido la llegada de una treintena de niños de los campamentos

Los niños saharauis sentados en el salón de plenos del Ayuntamiento mientras el alcalde, Javier Lacalle, les saluda.-SANTI OTERO

Los niños saharauis sentados en el salón de plenos del Ayuntamiento mientras el alcalde, Javier Lacalle, les saluda.-SANTI OTERO

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VALERIA CIMADEVILLA
Burgos

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Contentos y asombrados. Así estaban los 30 niños saharauis que ayer se acercaron al Ayuntamiento para ser recibidos por el alcalde de Burgos, Javier Lacalle. «Quiero dar la bienvenida a todos los niños que han venido y a esas familias que les acogéis con tanto cariño, porque vais a pasar un verano estupendo», afirmó Lacalle, agradeciendo la labor que realiza la asociación Amigos del Pueblo Saharaui de Burgos con su programa ‘Vacaciones en Paz’. A través de él varios niños saharauis son acogidos por familias burgalesas, con las que pasarán todo el verano hasta que regresen a sus hogares. No en vano el ayuntamiento colabora con la entidad gracias a un convenio por el que aportan casi 70.000 euros, y que ha mantenido incluso en los años más complicados. «Es el mas importante que existe en cualquier ciudad de España y eso dice mucho de la solidaridad de los burgaleses», incidió Lacalle.

El responsable del consistorio aseguró que la idea es continuar con esta relación porque «ha estado siempre a salvo de cuestiones ideológicas». Además de ser beneficioso para los chavales existe la deuda política. «Que esos niños nos conozcan y que se establezca una relación de familiaridad durante los próximos años es muy positivo y creo que hay una deuda muy clara con el Sahara por parte del país». En este sentido, Emboirik Ahmed, delegado saharaui en Castilla y León, ratificó la trascendencia de esta cooperación a la causa saharaui con el Ayuntamiento, sea a través de los niños o de cualquier otro tipo de proyectos, como las caravanas que se suelen enviar con ayuda humanitaria. «Para nosotros es de una gran importancia, porque hay una deuda humanitaria, de fraternidad y política. Por eso, este ayuntamiento ha estado en la vanguardia de la solidaridad y la comprensión con la causa saharaui».

Recién llegado de los campamentos, recalcó que otro factor añadido son las condiciones climatológicas tan duras que ahora se sufren en en el desierto, con una temperatura media de 47 grados.

Pero más allá de todo eso, según Ahmed, está la posibilidad de que puedan adquirir los valores culturales de nuestra sociedad, sin dejar de lado los suyos. «Que puedan reflexionar y saber por qué hay una serie de familias aquí que los tratan con el mismo cariño que a sus hijos».

De los 30 niños que han venido, 18 repiten de nuevo la experiencia y 12 la viven por primera vez, igual que sus 12 familias de acogida. A pesar de que en algunas ocasiones ha sido difícil encontrarlas, Mayte Gimenez, presidenta de la asociación, indicó que este año no se ha dado el caso, «algo que nos enorgullece». Se quedarán hasta el 3 y 9 de septiembre y durante este tiempo realizarán varias actividades todos juntos y por separado, con sus respectivas familias. El 29 de agosto organizarán una chocolatada de despedida en Fuentesblancas.

Según Gimenez con la primera barrera que se encuentran es el idioma, ellos hablan hassani, pero le sorprende mucho la facilidad con la que aprenden el castellano. «Al principio te comunicas con gestos, o muecas, pero aprenden rapidísimo». Por otra parte están las costumbres, que son completamente diferentes. «Desde que salen de su casa y ven a su madre con una melfa que le cubre de la cabeza a los pies y se encuentran con una madre que va con la cabeza, brazos y piernas destapadas. Que el padre colabore en la casa también les llama mucho la atención».

La experiencia

Carmen Ochoa su marido y sus tres hijos se estrenan como familia de acogida de Farcana, de 11 años, para la que es ya su segundo año. «Siempre hemos tenido ganas y nos dijeron que este año hacia falta y aquí estamos». Carmen confiesa que al principio Farcana lloraba, pero en seguida se integró. Hablan con sus padres cada día por whatsapp, que manejan perfectamente el castellano. Para Carmen y su familia está siendo una experiencia muy gratificante y divertida, y saben de antemano que la van a echar de menos cuando se vaya. «Nos va a dar pena, pero seguiremos en contacto».

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