El Correo de Burgos

Una treintena de personas evita la cárcel con trabajos en Aspanias desde 2008

La acción se desarrolla gracias al convenio entre la entidad y la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias / 700 personas están realizando trabajos en beneficio de la comunidad en la provincia

Laura Villa, directora del centro de Fuentecillas, y Esther Molinero, psicóloga y coordinadora del programa, mantienen una conversación-RAÚL G. OCHOA

Laura Villa, directora del centro de Fuentecillas, y Esther Molinero, psicóloga y coordinadora del programa, mantienen una conversación-RAÚL G. OCHOA

Publicado por
V. MARTÍN
Burgos

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La pena de trabajos en beneficio de la comunidad fue introducida por el Código Penal de 1995 como una manifestación del principio de reinserción y de los nuevos valores que quería consolidar el nuevo código. Estos trabajos no son solo ‘cosa de menores’ ya que ciertas penas se cumplen con este procedimiento. No solo representan una alternativa a la entrada en prisión sino que tiene una labor de sensibilización y de provecho para la sociedad.Desde hace años Secretaría General de Instituciones Penitenciarias mantiene un convenio de colaboración con diversas entidades de la sociedad burgalesa con el objetivo de que sean un espacio donde los penados puedan dar cumplimiento de las penas de trabajo en beneficio de la comunidad. Entre esas entidades se encuentra Fundación Aspanias, con la que la institución mantiene un convenio de colaboración desde el año 2008.«Es una relación ya asentada», comenta Esther Molinero psicóloga del Centro de Fuentecillas y coordinadora de este programa, quien explica que «lo mismo que nosotros recibimos un enorme beneficio de la comunidad, en nuestra medida y siempre que sea posible, queremos devolver toda esa ayuda, colaborando por ejemplo en programas como este». Y es que, en estos diez años, han pasado por alguno de los centros de la entidad para desarrollar sus trabajos en beneficio de la comunidad, «alrededor de 30 personas, unas 3 por año», comenta Molinero.El Servicio General de Penas y Medidas Alternativas, que dirige las ejecutorias que llegan desde los juzgados, determina los trabajos en beneficio de la comunidad que debe desarrollar cada penado. Una vez que llega la ejecutoria, hay dos meses para llamar al penado y ofrecerle el listado de trabajos. «El jefe de servicio mantiene una entrevista con la persona y se realiza un plan de gestión que tiene en cuenta, entre otras cosa, su domicilio, la disponibilidad horaria o sus condiciones físicas, para mandarle a la mejor entidad», explica Luis Carlos Antón, director del Centro Penitenciario de Burgos.Tal y como explica Antón, «las penas privativas de libertad, cada vez más, están tendiendo a ser reemplazadas por penas sustitutorias, es el caso concreto de aquellas penas privativas de libertad que son pequeñas- entre 6 meses y un año- en las que el fin último de la prisión no es tan válido como el cumplimiento en el exterior» y «estos trabajos son una medida muy buena para lograr el fin último del sistema penitenciario español que es la reinserción», asevera el director.Así lo respaldan los datos y es que «actualmente hay unas 700 personas en la provincia desarrollando trabajos en beneficio de la comunidad», añade Antón. Este tipo de condena no está especificada para un tipo de delito concreto. «El Tribunal decide qué delitos son susceptibles de ser sustituidos por esta condena», pero son especialmente los delitos por seguridad vial, medioambientales o de violencia de género los que congregan un gran número de los penados que desarrollan estos trabajos.LLEGADA A LA ENTIDADUna vez que el penado llega a Aspanias, Molinero mantiene una entrevista personal en la que, además de marcar las normas y los puntos que deben cumplirse, se interesa por otros aspectos más informales, «si conocen algo del colectivo de discapacidad intelectual, qué idea tiene de él y hago mucho énfasis en la importancia de desarrollar valores como el respeto, la confidencialidad o la dignidad, ya que van a estar desarrollando su trabajo con personas».A partir de ahí, en función de la fecha que marca el Servicio Penitenciario, Molinero traslada una ficha con los datos de la persona y con los horarios y el tiempo que debe estar en el centro asignado y se inicia el procedimiento. Una vez llega al centro, «se realiza un plan de acogida y de presentaciones para que la persona ‘se sitúe’ y conozca a los profesionales y a las personas con la que va a estar durante el tiempo que dure su trabajo en beneficio de la comunidad», explica Laura Villa, directora del centro de Aspanias para personas con discapacidad intelectual y envejecimiento. Añade que durante el tiempo que dura el procedimiento «desde el centro, se desarrolla un riguroso seguimiento diario del cumplimento de los trabajos y de las actitudes que las personas muestran en su trabajo» porque «en caso de que haya cualquier incidencia, hay que comunicárselo a Instituciones Penitenciarias.En el caso concreto del centro de Fuentecillas, los penados desarrollan su trabajo en un programa de Ocio e Integración en el comunidad, por lo que «se convierten en una figura esencial de apoyo, especialmente para las personas que tienen una movilidad reducida- se mueven en silla de ruedas o con andadores- en cualquiera de las salidas que hacemos, ya sea para dar un paseo o tomarse un café por el barrio».Tanto Villa como Molinero, hacen especial hincapié en que «no participan en toda la dinámica asistencial del centro, simplemente porque no cuentan con una formación específica, no sustituyen en ningún caso al trabajo de un cuidador o de un auxiliar». Sin embargo, personas que han estado largas estancias y que se han involucrado en mayor medida con los usuarios del centro «se ofrecen para ayudar en labores puntuales como ‘dar la merienda’, ayudarles a ponerse la cazador o tumbarlos, siempre aprendiendo de los profesionales y bajo su supervisión».«Es un experiencia muy positiva para las personas que desarrollan sus trabajos en beneficio de la comunidad en Aspanias», explica Molinero, ya que, además de por el motivo obvio, que es que conmutan su pena, «a muchos de ellos les sirve para tener un primer contacto con personas con discapacidad intelectual, para rompen barreras y mejorar su desarrollo personal». Tanto es así, que alguna de las personas que ha pasado por alguno de los centros de esta entidad social, «luego se ha planteado formarse en el cuidado de personas con discapacidad intelectual», añade la psicóloga.

Desarrollar trabajos en beneficio de la comunidad con personas es muy distinto a realizarlos limpiando grafitis o arreglando jardines y es que, en este tipo de trabajos, «se rompen prejuicios pero, sobre todo, se establecen lazos entre los usuarios y las personas que vienen», comenta Villa. En algunos casos, «la conexión que se crea es tan fuerte que acaban pasándose de vez en cuando a saludar o preguntar por los usuarios», asegura.

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