El Correo de Burgos

FIESTAS / SAN PEDRO 2017

Y triunfó el color

La desapacible mañana no mermó ayer la devoción de los burgaleses, que cubrían con más de 40.000 flores a su patrona

Ramos y centros florales se acumulan a los pies de Santa María.-SANTI OTERO

Ramos y centros florales se acumulan a los pies de Santa María.-SANTI OTERO

Burgos

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El gris mandaba ayer aún a media mañana. El día grande de las fiestas locales arrancaba desapacible, con fallidos intentos de un tímido sol por caldear el ambiente. Sin miedo a un ‘fresco’ que también es tradicional, los burgaleses, empeñados en agasajar a su patrona, lograron colorear la jornada.

Más de 40.000 flores lo hicieron posible, prendidas al manto que hasta hoy lucirá Santa María la Mayor a los pies de la Catedral, en la plaza del Rey San Fernando, enclave por el que ayer desfilaron casi un centenar de agrupaciones con sus ofrendas ante la atenta, y paciente, mirada de más de 2.000 paisanos impertérritos ante las ventoleras.

La cita en la calle arrancó como suele, tras la misa en honor a San Pedro y San Pablo en el interior de la Seo (con indisposición incluida de la Reina Infantil, que quedó en mera anécdota) en la que el arzobispo, Fidel Herráez, llamó a imitar a los apóstoles. Al término, la Virgen portada en andas condujo a la comitiva ante un escenario aún desnudo.

Carolina escuchaba atenta la alocución del prelado. Detrás de la ‘barrera’, en primera fila, sujetaba un ramo que había confeccionado con flores «de casa» y que sus hijos, peñistas, llevarían después al improvisado altar. No falta a la cita «desde hace muchos años», afirmaba con orgullo. «Me gusta y me emociona», añadía.

Mientras, sonaba de fondo un Ave María de la zona de Neila interpretado por el grupo Los Zagales, que amenizó el evento con sus tonadas. La aparición de Gigantillos y Gigantones, apostados desde aquel momento a la vera del escenario, servía de pistoletazo de salida para el alegre desfile protagonizado por peñas y grupos de danzas que en hora y media lograban completar el mosaico.

Los Titos abría la ronda. Tierras del Cid remataba. Entre ambas, unas 6.000 almas devotas de la tradición local. Había de todo: rostros embelesados, otros adormilados quizá por los rigores festivos, ritmos de paseo, de marcha y hasta bailongos, un legionario ‘infiltrado’, saludos al estilo de la realeza, una petición de matrimonio con sí quiero por respuesta, numerosos veteranos de la cita y también muchos ‘recién llegados’ que a sus pocos años, incluso meses, ya participaban del evento. Patente quedaba así que hay relevo. Y pruebas de ello, tantas como fotografías a las faldas de los Gigantones, que pillaban de camino y se convertían en alto obligatorio que capturar en la memoria del móvil para el recuerdo.

Víctor Casas apenas se sorprendía de tal furor. Está más que acostumbrado tras 42 años con el indio a cuestas. Tal currículum le convertía en voz autorizada para valorar la evolución de la Ofrenda Floral. Respondía tajante: «Cada año es más bonita».

Idéntica conclusión sacaba Mariluz, de la peña Los Abstemios. 35 fiestas lleva sin perderse esta mañana «especial» de la que destaca «el ambiente de hermandad entre todos los que participamos».

Y así, entre charangas, dulzainas, algún cante y las precisas explicaciones sobre la historia y los protagonistas de esta jornada festiva narradas por Sergio Corral -locutor del acto que batalló con ráfagas empeñadas en desbaratar el guión- transcurrió la cita, cuyo apogeo solemne llegaba en compañía de la corte festiva y las autoridades. Los Zagales sonaban de nuevo y el viento arreciaba mientras tetines y danzantes daban forma a un pasillo digno de reinas de ayer y hoy, y falleras.

Ubicadas todas en sus puestos, llegó el turno del alcalde y los concejales, liderados por el socialista David Jurado, que portaba el estandarte, y a falta de representantes de Imagina, el no adscrito Fernando Gómez y el ‘popular’ César Rico. Acercaron su aportación al ya reventón manto tejido por buena parte de los 80 voluntarios del Comité de Folclore, responsable de esta celebración.

Culminado el colorido cuadro hasta el sol se asomó para contemplarlo. Escuchó así de paso, ya al filo de las 14 horas, las palabras de Laura Carreras y Laura Fernández, Reina Infantil y Reina Mayor. La primera reclamó a la Virgen que «el fin de los egoísmos de los mayores», a los que instó a pensar en los demás y procurar que todos los niños tengan «comida, agua, estudios y escuelas, una casa donde vivir, ropa, hospitales, salud y un país en paz». Deseó además que «ninguno tenga que marcharse de su país por causa de la guerra».

Cedió el testigo a su tocaya que «con orgullo» se presentó como «joven ilusionada» para reivindicar precisamente, ante «un manto tejido entre todos, codo a codo», las bondades de su generación: «Deseo compartir los sueños y realidades de una juventud que camina por sendas apasionantes y difíciles. Somos generosos, comprometidos, responsables, maravillosos. Somos vuestros amigos, vecinos e hijos», indicó para recordar que, además, «tenemos en nuestras manos el futuro de la sociedad».

El sol puso fin a su visita fugaz. Sonó la jota, y la Salve. Y triunfó el color.

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