El Correo de Burgos

TROTABURGOS / SANTO DOMINGO DE SILOS

El pueblo que hizo de la picaresca un arte

Santo Domingo de Silos tiene mucho que ofrecer. Su monasterio impresiona, pero no es el único aliciente que ofrece esta localidad cuyos antepasados sobrevivieron al invasor sin derramar una gota de sangre

Vista panorámica de la localidad-ECB

Vista panorámica de la localidad-ECB

Burgos

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La historia de los pueblos la escriben sus gentes. A ellos les corresponde la gloria que por desgracia se llevan, siglos después, gobernantes poderosos que se limitaban a tomar decisiones sin pisar el campo de batalla. Por fortuna, existen honrosas excepciones capaces de ensalzar la valentía de la gente de a pie. O la picaresca mejor dicho, tal y como ocurrió en Santo Domingo de Silos durante la invasión musulmana.

Sabían lo silenses de sobra que nada podían hacer contra el bárbaro colonizador que les doblaba en fuerza y efectivos. Pero a un vecino se le encendió la bombilla y propuso una idea tan loca que podía salir bien. Nada tenían que perder los habitantes de esta hermosa localidad, así que simularon un incendio para que el enemigo pensase que otra de sus tropas ya había arrasado el lugar.

La treta salió a pedir de boca y los invasores se marcharon satisfechos. El pueblo resistió sin derramar su sangre y desde entonces las generaciones venideras decidieron homenajear la gesta con la Fiesta de los Jefes, que hoy presume de contar con el título de Interés Turístico Regional.

Los preparativos arrancan la noche de reyes con el sorteo de cargos (Capitán, Cuchillón y Abanderado), cuyo único requisito es haber pasado previamente por el altar. Y a partir de ahí toca esperar al último sábado de enero para disfrutar de un evento único en la provincia que congrega a centenares de asistentes al margen del mal tiempo que por estas fechas gobierna en tierras burgalesas.

Santo Domingo de Silos también guarda recuerdos de aquellos tiempos en la figura de don Rodrigo Díaz de Vivar. El colosal monasterio que hoy atrae el turismo en cualquier época del año fue el destino que eligieron el Cid y su esposa Jimena para que sus pertenencias reposasen en su interior para la posteridad. Además, el simbólico gesto se ha convertido con el paso de los siglos en un aliciente más para visitar el municipio al ser la última parada de la cuarta etapa de la Ruta del Destierro del Camino del Cid.

Cuando la histórica pareja decidió donar sus pertenencias, el monasterio estaba en construcción. Si el templo hablara... podría contar muchas cosas, desde las razias de Almanzor hasta la reestructuración de Ventura Rodríguez en el siglo XVIII. Por otra parte, su arquitectura fue variando en función de los distintos gobiernos de la antigua Castilla. Y ojo al dato, las valiosas piezas que aguarda en su interior se libraron del expolio durante la desamortización de Mendizábal.

El complemento ideal a la hora de visitar el monasterio es, sin lugar a dudas, la iglesia de San Pedro. Allí reposa eternamente la Virgen del Mercado, patrona de la localidad. Con independencia de las creencias de cada uno, lo cierto es que merece la pena realizar cuantas visitas hagan falta para admirar su belleza.

La naturaleza también pide paso y el desfiladero de la Yecla, con su profunda garganta en los bancos de calizas que conforman el relieve de las Peñas de Cervera, atrae en cualquier época del año a los amantes de las vistas más espectaculares. Por su parte, el género western también ha logrado hacerse un hueco gracias al cementerio de Sad Hill, donde se rodó el mejor film de la historia para muchos: El bueno, el feo y el malo.

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