El Correo de Burgos

SOCIEDAD

De niño talibé a delegado sindical en Burgos

Abdou Sakho llegó desde Senegal hace 12 años / Lo hizo junto a otro centenar de personas que intentaban llegar a costas europeas / Ahora ha formado una familia, es delegado sindical de UGT en Burgos y está escribiendo un libro

Abdou Sakho, delegado sindical de UGT en Burgos.-ECB

Abdou Sakho, delegado sindical de UGT en Burgos.-ECB

Publicado por
N. GONZA
Burgos

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Abdou viajó desde Senegal hacinado durante once días junto a un centenar de personas. Desde entonces ha conseguido formar una familia, un trabajo estable y ejerce de delegado sindical de UGT en Campofrío Food Group en Burgos. También está trabajando en el proyecto de un libro en el que narrar todas sus vivencias.

Abdou vivió su infancia en la costera ciudad de M’Bour. Hijo de pescadores, pasó varios años estudiando en una escuela coránica como niño talibé, después comenzó a trabajar de mecánico en un negocio familiar. Su deseo siempre había sido viajar a Europa. El menor de sus muchos hermanos con 17 años, quería aspirar a algo más, quería llevar una vida distinta a la que podía optar en Senegal. En el que llaman el país de la ‘teranga’ o país de la hospitalidad, «no teníamos mucho pero éramos felices», manifiesta Abdou, aunque el día a día era bastante duro, «no me gustaría que mi familia tuviera que vivir de ese modo».

Así que el día que unos hombres se presentaron en su casa en busca de un mecánico de motores para viajar a España, lo tuvo claro. «Vinieron un viernes y el domingo estábamos viajando». Se desplazaron hasta la costa y allí su sorpresa fue encontrar no un barco, si no tres. Más de 400 personas esperando emprender el viaje. «Había tres barcos grandes. En el barco que yo viajaba había un centenar de personas, en los otros había más».

Emprendieron el trayecto, hacinados, debían hacer sus necesidades en el mismo lugar en el que viajaban sentados. El mar estaba revuelto y lo que habían planeado como un viaje de siete días se convirtieron en 11. Entre la frontera de Marruecos y Mauritania «los otros dos barcos se partieron por la mitad, gente que tú conocías, de tu barrio, has jugado con ellos... pero tu barco está tan lleno que no puedes meter a nadie más». A tres días de pisar tierra comenzaron a terminarse las provisiones. Había personas desesperadas que bebían agua de mar, «lo peor que podían hacer, estas personas no lo contaron. Y ya sean conocidos o amigos no les puedes dejar ahí, les tienes que tirar».

Quienes lograron llegar con vida fueron atendidos por Cruz Roja en costas españolas. Durante once días hacinados y sin moverse muchas personas tenían problemas para caminar. A la hora de abandonar la embarcación había quien sufría heridas al despegarse de la madera del barco a la que habían quedado adheridos por el salitre.

Durante 45 días estuvieron en Tenerife y los pequeños y más mayores fueron llevados de nuevo a Senegal. Abdou continuó en Tenerife hasta que un avión les trasladó a Madrid y posteriormente a Valencia, «pensábamos que también nos iban a devolver a Senegal», pero su destino fue otro. En Valencia fueron atendidos por una ONG que le proporcionó algo de ropa, dinero y un billete de autobús con el que llegar a Vitoria y reunirse con su contacto en España. «Para no crear problemas preferí no bajarme del autobús hasta llegar a Vitoria», pero una vez allí las dificultades continuaban. Abdou extravió su equipaje y junto él, el contacto de la única persona que conocía en Vitoria. Durante 25 días deambuló por las calles, durmiendo en cajeros, comiendo aquello que tiraban en los bares y soportando hasta enfermar el frío del norte. «Ya estaba pensando en buscar a la policía para que me enviasen de nuevo a Senegal, sólo tenía 17 años y quería volver a casa». Al vigesimosexto día escuchó una voz que se dirigía a él, en su mismo idioma: ¿por qué estás llorando?, «no podía ser, esto es una alucinación, la primera persona de color que veía en Vitoria». Pero el destino quiso que fuera un compatriota senegalés y no uno cualquiera, si no el compañero de piso de su contacto. Una vez reunido con su conocido en Vitoria comenzó a trabajar vendiendo en fiestas, en San Fermín, en los San Pedros, hasta que llegó a Burgos, donde conoció al presidente de la Asociación de Senegal en la ciudad.

El presidente de la asociación se preocupó de que Abdou consiguiera unos estudios. Le llevó a Burgos Acoge donde aprendió el idioma con fluidez en 6 meses y continuó estudiando hasta sacarse la ESO. Durante cuatro años «iba a estudiar por las mañanas y a vender por las tardes, salvo miércoles y viernes que iba al rastro, siempre evitando a la policía». Así continuó hasta que un día no consiguió esquivarla y le llevaron al calabozo. «Dentro de quince días me expulsarían del país», pero la abogada que le asignaron a Abdou, con quien hoy guarda amistad se ocupó de su caso y es algo que le agradece todos los días.

Después de este incidente encontró un nuevo empleo en el que le arreglaron los papeles hasta que consiguió su actual puesto en Carnes Selectas de Campofrío. A día de hoy forma parte en la empresa de la comisión en la que ejerce de delegado sindical de UGT. Abdou se encuentra satisfecho del camino recorrido, tiene «muy buenos compañeros» a los que agradece el que hayan apostado por él y a día de hoy ha conseguido de la vida «más de los que esperaba».

Lo que más valora del día a día es estar junto a su familia, junto a su esposa con la que acaba de tener un hijo que le gustaría que no pierda sus raíces con Senegal y con su cultura. Y es que aunque en España puede llevar una buena vida, «aquí también tenemos algunos problemas, queremos lo mejor de todo, somos muy materialistas a veces y eso al final nos lleva a la ruina».

En un futuro no descarta volver a su país, pero de momento quiere continuar trabajando en el libro que está escribiendo con ayuda de su compatriota y para el que buscan colaboradores. Con él, le gustaría ayudar al proyecto de los niños talibés, una iniciativa para luchar contra las malas prácticas y pobreza en la que en algunas ocasiones derivan las escuelas coránicas. Mientras, Abdou continúa trabajando día a día y ocupando su tiempo con todo lo que pueda para evitar recordar. No le gusta pasar demasiado tiempo solo, para lo que cuenta con amigos que le «hacen sentir como uno más» y es que «aquí en Burgos la gente es muy cerrada, pero cuando tienes un amigo, es para toda la vida».

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