El Correo de Burgos

Las trescientas vidas de una casa ejemplar

La Encina asegura la financiación de su actividad para los próximos cuatro ejercicios vía concierto con el Ayuntamiento

El acuerdo se firmó ayer en el Ayuntamiento.-SANTI OTERO

El acuerdo se firmó ayer en el Ayuntamiento.-SANTI OTERO

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L. B. / BURGOS
Burgos

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Casi trescientas vidas contagiadas de VIH han afinado su rumbo tras someterse a una cuidada reconstrucción a cobijo de casa de acogida La Encina. Casi trescientas vidas dibujan la existencia breve pero intensa de un espacio de uso muy específico en el que realiza una callada labor la agrupación que ayer, a golpe de firma, se aseguraba respaldo económico para mantenerla durante los próximos cuatro años. Toda una eternidad en estos tiempos de incertidumbre y una razón para celebrar tras asistir a la paulatina desaparición de instalaciones similares en todo el norte del país a causa de la crisis.

Así lo explicaba el presidente del Comité AntiSida de Burgos, José Antonio Noguero, tras sellar con el alcalde, Javier Lacalle, el concierto económico que sustituirá al convenio por el que hasta ahora se regía la aportación municipal a La Encina, la casa de acogida para personas con VIH/Sida que gestiona desde 2002. Ambos incidían en lo ejemplar de la dotación que percibe un servicio por el que han pasado casi trescientas personas -276, para ser exactos- llegadas de distintos puntos de España desde su puesta en marcha. En la actualidad la cuantía asciende a 225.000 euros, tras incrementarse un 10% en los últimos dos años. Del total, 50.000 euros los pone la Junta de Castilla y León y el resto salen de las arcas municipales.

Lacalle significaba la mejora que conlleva el cambio de fórmula para canalizar esta ayuda pues el concierto permite una mayor agilidad en las gestiones. Incidía después en la importancia del trabajo que se lleva a cabo en La Encina, espacio en el que ocho profesionales prestan una atención sociosanitaria especializada e integral «proporcionando alojamiento, alimento, formación básica y sobre todo afectividad a quienes acceden a la casa», en la que diseñan su propio plan de desarrollo personal

Así, tanto el regidor municipal como Noguero aprovecharon la cita para hacer balance de la actividad de estos tres lustros. A La Encina llegan personas con perfiles muy diferentes que tienen como denominador común estar infectadas por VIH (afección que, según la norma en vigor, los excluye de cualquier otro centro residencial ‘general’) con necesidades especiales de salud o de escasez de recursos y apoyos familiares.

El ‘retrato’ de los usuarios en la actualidad difiere del inicial, en buena medida por la evolución de la propia enfermedad, ahora crónica gracias a la eficacia de los tratamientos. A partir de los datos recogidos de las 26 personas que pasaron por La Encina en 2016 cabe destacar, y en ello incidía el primer edil ayer, en que todos los usuarios recientes presentan una discapacidad superior al 65% y casi tres de cada cuatro presentan problemas de salud mental, deterioros cognitivos o daños cerebrales, «por lo que a la hora de aceptar la solicitud debemos buscar un equilibrio para combinar casos más dependientes con otros que tengan cierta autonomía», detalló Noguero. Una comisión integrada por personal del Comité AntiSida, especialistas del HUBU y técnicos de Servicios Sociales, se encarga de otorgar cada una de las diez plazas que quedan libres.

Más rotación

Y cada vez se citan con más frecuencia. Y es que el índice de rotación ha aumentado en estos quince años. «Antes el grueso eran largas estancias y ahora han crecido las de carácter temporal, destinadas a usuarios que precisan una acogida momentánea y apoyo para reintegrarse en la sociedad y estabilizar el tratamiento médico a seguir antes de marcharse a casa o pasar por uno de los pisos de transición que tenemos», explicaba Noguero.

Con todo, la demanda de plaza ha caído. Las 26 solicitudes anuales que recibían durante la primera década de actividad han pasado a 15 en la actualidad.

Desde 2002 ha aumentado sin embargo la media de edad de los usuarios, que ha pasado de 35 a 49 años. «Hay dos patrones claros, los supervivientes de la primera oleada de infecciones de los años ochenta y noventa, que están envejeciendo con patologías añadidas, y el joven que acaba de ser diagnosticado y no sabe dónde acudir», detalló el presidente de la agrupación.

La mitad de los usuarios han estado en tratamiento por drogodependencia , proporción que varía cada año y que ha alcanzado su porcentaje más alto, en torno al 80% en los últimos años. No varía sin embargo el reparto por género, siendo ocho de cada diez residentes hombres.

Adiós al SIDA

«El apoyo decidido al trabajo serio que se lleva a cabo en Burgos hará que aquí sea más fácil alcanzar el objetivo de erradicar el Sida». Con tal contundencia se expresaba José Antonio Noguero, presidente del Comité Ciudadano AntiSida, convencido de que los objetivos mundiales de cerco a esta epidemia son muy realistas y podrán alcanzarse en 2030. Al respecto, recordaba que en la actualidad se diagnostican en el país 3.000 nuevos casos cada año.

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