El Correo de Burgos

INÉS PRAGA Catedrática de filología inglesa jubilada.

«Ahora que paseo por Fuentes Blancas sin reloj pienso que trabajé demasiado»

Inés Praga-ISRAEL L. MURILLO

Inés Praga-ISRAEL L. MURILLO

Publicado por
ALMUDENA SANZ
Burgos

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Pregunta- ¿Qué júbilo inesperado encontró en la jubilación?

Respuesta- De momento, dar paseos sin prisas.P.- Estuvo tentada de colgar el birrete...

R.- Nunca, jamás, ni un solo día de mi vida. Yo he dejado de trabajar por edad. Y es una auténtica fortuna. Me encantaba mi profesión, que es mágica porque si la vives realmente ningún día es igual.P.- ¿Por qué la UBU dejó de hablar inglés en la intimidad?

R.- ¡Ay, se me parte el corazón! Es uno de los mayores dolores de mi vida. No lo sé. Cuando en 1994 se decidió la lista de titulaciones se eligieron otras. Salieron muchos posibles alumnos perdiendo y yo me quedé sin la filología inglesa en el aula, no en la investigación.Pero me reinventé y he dado clases en otras titulaciones.P.- ¿Qué examen fue chupado?

R.- Bastantes, y no porque yo sea particularmente lista o brillante, pero no encontré difíciles mis estudios en la Universidad de Valladolid en los sesenta. En cambio, me pareció terrible la carrera de piano. Ir a examinarme al Conservatorio de Oviedo fue una prueba de fuego que nunca olvidaré.P.- ¿Y, al margen del piano, cuál se complicó?

R.- El examen dificilísimo para el que no encontré ninguna solución fue conciliar maternidad y trabajo. Nunca estuvo chupado y no porque yo no fuera la madre más feliz del mundo, sino porque verdaderamente aquel tiempo, y este también, hace bastante difícil que la mujer sea trabajadora y madre al mismo tiempo. Y, sobre todo, ninguna puede evitar esa palabra terrible e injusta que es la culpabilidad.P.- ¿Con el peor maleducado se topó en las aulas o en los despachos?

R.- En los despachos, en el aula he tenido una suerte extraordinaria y solamente expulsé a un alumno de clase una vez. Fue el único episodio desagradable en 42 años, que no está mal.

P.- ¿Cuándo lamentó sentirse una profesora de provincias?

R.- Nunca, ser una profesora de provincias me dio algo maravilloso que es la libertad.Nunca nadie me ha dictado el camino, nadie me ha dado órdenes.P.- ¿Qué notas se perdieron en el piano?

R.- Me hubiera gustado trabajar un poco menos. Ahora que paseo por Fuentes Blancas sin reloj pienso que fue demasiado. Y me hubiera gustado haber tenido más tiempo para la infancia de mis hijos, que se fue y ya no vuelve, y para la vida familiar, donde falta gente muy importante a la que quizás no vi tanto como debiera, como a mi marido, que murió hace nueve años.P.- ¿Cuándo lo vio todo más negro que el carbón de la cuenca minera?

R.- Cuando quitaron Filología Inglesa. Me quise morir. Y solo en ese momento me dio miedo optar por Burgos y no aprovechar la oportunidad de seguir en la Universidad de Valladolid. Tuve una desolación terrible, pero aquí tenía a mi marido y mis hijos y pesó eso. Me quedé, acerté y el carbón de la cuenca minera se convirtió en el otoño dorado de Fuentes Blancas.P.- ¿Cuándo fue una rebelde sin causa?

R.- La pregunta es si he dejado de serlo. Ser una rebelde sin causa, una persona que ama la paz y el respeto, es un estado de ánimo. Es ser una persona dispuesta a cuestionar las cosas con el mejor ánimo y voluntad. Yo lo fui en mi adolescencia, me quedó una pizquina toda la vida y, si no es mucho pedir al destino, me gustaría morirme con un poco de ello.P.- ¿Y cuándo se sintió una superwoman?

R.- ¡Eso nunca! Esa palabra es peligrosa. He trabajado a destajo pero siempre consciente de mis limitaciones, del precio que pagaba por ello, lamentándolo mucho y a la vez bendiciendo mi energía, la ayuda que me prestaron mis padres o la amplitud total de mente de mi marido. Pero la palabra superwoman no me gusta porque el hecho de conciliar una vida profesional y privada, aunque no haya hijos, se debe a poderes extraordinarios y tendría que ser el guion diario para mujeres y hombres.P.- ¿Qué superpoder le hubiera gustado tener?

R.- Como Inés Praga, en un nivel frívolo, pediría ser invisible. Soñaba con ello en mi infancia.P.- Su país de las maravillas es...

R.- Cualquiera donde me encuentro en armonía con el paisaje y el paisanaje. Y en este momento me hallo realmente en el paraíso. Mi país de las maravillas son esos paisajes vividos donde se encuentra parte de mi vida y sueño con tener un poco más.P.- ¿Dónde conoció al sombrerero?

R.- Lo conocí en los relatos de mi infancia; en la figura de mi padre, el hombre más festivo, humorístico, dicharachero y con más juegos de palabras que he conocido, Carrolliano auténtico; en Terry Folley, un personaje extravagante, genial... El sombrerero nunca me pasa desapercibido, le detecto, le admiro, le necesito y le abro la puerta inmediatamente, aunque sé que no me trae ni fortuna, ni un cargo ni la corona de reina de las fiestas, pero sí transgresión, gamberrismo, humor y mucha desconexión de la vida diaria aburrida. ¡Viva el sombrerero!P.- ¿Cuándo sale la Inés Praga más gamberra?

R.- Uno de los episodios más entrañables de mi vida fue pertenecer a la primera generación de fans musicales de este país. Yo estuve dispuesta a morir y pegarme con cualquiera por defender una entrada de primera fila en una actuación del Dúo Dinámico. Yo tenía la mejor localidad del Club Radio de León, si actuaban a las cinco de la tarde yo ya estaba en la puerta a las ocho de la mañana, y otra fan enloquecida me dio un sillazo para tener más visibilidad. Incluso tengo una cicatriz en la pierna por defender mi sitio. Fue el momento de mayor gamberrismo y también de los más solemnes porque estar dispuesta a morir, entre mil comillas, por el Dúo Dinámico... (ríe).P.- ¿Por ver a qué artista se dejaría hacer otra cicatriz?

R.- Por varios. Por Bob Dylan, aunque fui a verle a Madrid hace dos años y me enfadé con él porque estuvo huraño, antipático, tonto, aunque cuando se pone genial es el mejor. Y estoy muy agradecida a Bruce Springsteen. Siempre me anima.P.- ¿Qué dorado encontró en la calle Dorado?

R.- Encontré el dorado de la infancia y de la juventud feliz, el de los juguetes de Reyes en los bazares, el del Cine Rozada, donde iba a ver Sissi Emperatriz y quise ser como ella, el del paseo de los lunes, donde chicos y chicas paseábamos horas y la mirada hacía de todo. Luego fue el dorado de la niñez de mis hijos para acabar siendo por donde paseé del brazo a mis padres ya ancianos y con unos pasitos pequeños que llevo colgados de mí.P.- ¿Y cuál halla ahora?

R.- Una nieta, Brianda. Allí tenemos la confitería Betty, la mejor del mundo, y vamos las dos, yo a por una talla más y ella a ponerse más adorable.P.- ¿Qué se traería de Irlanda en el equipaje?

R.- Las conversaciones con los amigos irlandeses alrededor de la chimenea de sus casas con una taza de té. Un placer impagable.P.- Si su vida hasta ahora fuera una película sería...

R.- Es difícil elegir una sola. Tendría que estar el paisaje y sería ¡Qué verde era mi valle! Otra que no refleja mi vida, pero sí dos de mis pasiones, la palabra y la música, es Dublineses, de John Huston ¿Otras? El humor es fundamental y ahí estaría cualquiera de Berlanga. No he contestado bien, si la pregunta fuera cuál es mi favorita…P.- ¡Adelante!

R.- Casablanca. Es una película llena de ideales y siempre he procurado tenerlos. Son una fuerza, una inversión y un objetivo extraordinario. Hacen la vida más hermosa, también más difícil.P.- ¿Y cuál es la banda sonora de su vida?

R.- Mi infancia suena a copla y a canción asturiana. La tierna adolescencia, al Dúo Dinámico. La primera juventud, a música anglosajona, enloquecía con Elvis, The Beatles, los Rolling, Bob Dylan, Joan Baez... Fueron mi biblia. En la universidad me gustó mucho la canción protesta y seguía a Raimon y Aute, me enamoré de Serrat, como todas, y admiré a Sabina. Y no puedo olvidar la música clásica. Me quedaría con alguna variación de Goldberg, el Concierto nº1 de Chopin, algún lieder de Schubert y el Concierto de Colonia de Keith Jarrett... Y Diego El Cigala, Miles Davis o Leonard Cohen, que se deprime contigo y es absolutamente maravilloso.P.- Si, dice Caballero Bonald, somos el tiempo que nos queda. ¿Qué quiere ser Inés Praga de mayor?

R.- Quiere ser una persona que haga sentirse bien a los que están con ella porque ella se siente bien todo el tiempo consigo misma.

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