El Correo de Burgos

La Esperanza de los niños puede con la lluvia y el frío

Por primera vez costaleros infantiles cargaron con un paso de la Semana Santa burgalesa y lo hicieron entre aplausos y pese a la lluvia

La imagen la portaban seis niños en las andas delanteras y otros seis detrás.-RAÚL G. OCHOA

La imagen la portaban seis niños en las andas delanteras y otros seis detrás.-RAÚL G. OCHOA

Burgos

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Bajo una lluvia intermitente y en una mañana fría y desapacible se estrenó ayer la procesión del Amor y la Esperanza, la primera en la Semana Santa burgalesa protagonizada por niños y niñas como costaleros del paso y como intérpretes de la banda de tambores. Esta primera salida de la procesión congregó a muchísimo publico para ver la salida de la parroquia de San Gil y a lo largo de todo el recorrido por las calles cercanas. Padres, madres, abuelos, vecinos y curiosos, incluidos unos cuantos peregrinos y turistas extranjeros, acompañaron a la treintena de niños que ayer se hicieron mayores aportando la mayor renovación de la Semana Santa burgalesa en años.

Poco antes de la una de la tarde los fieles se colocaron en posición para seguir la procesión al escuchar el tañido de las campanas. A lo lejos el sonido de los tambores marcaba el paso y un primer aplauso al elevar la Virgen al cielo sirvió para empezar a caminar.

Los toques de las cajas y los palillos anticipaban la llegada de una cruz y sendos cirios, portados también por niños, con la leyenda ‘Amor et Spes’ -Amor y Esperanza- encabezando la procesión y dando paso a una representación de niños y niñas de otras cofradías que participaron en esta procesión organizada por la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores y la Parroquia de San Gil. Les seguía los pasos una numerosa banda tambores infantil, también de la misma cofradía, todos muy serios y concentrados, la mayoría muy pequeños, pero igualmente hábiles para guiar la procesión marcando el ritmo.

En andas

Por primera vez en la Semana Santa burgalesa, un paso era cargado a hombros de costaleros infantiles, seis delante y seis detrás, niños y niñas. Cada vez que elevaban al cielo el paso de la Virgen del Socorro fueron premiados con un aplauso por los fieles que seguían la procesión y los muchos espectadores con los que se encontraron en el breve recorrido. Y fueron muchas las veces que la Virgen se posaba y volvía a subir, ya que los mayorales, también niños aunque más mayores, fueron frenando el ímpetu de los costaleros y cada 25 metros tiraban el paso abajo, la única forma de hacer durar una procesión con tan poco recorrido. La Virgen, una talla restaurada del siglo XVI a la que la lluvia ayer le lavó demasiado la cara, lucía espectacular con sus ramos de flores blancas a los pies destacando contra su vestido de verde intenso, mientras que el Niño Jesús relucía en su vestido blanco.

Cimbreando el paso con soltura, con los dos mayorales frenando el ímpetu para que caminaran a paso corto, al ritmo de un tambor tocado por otra niña mayor, la procesión avanzó por la calle San Gil con toda la parroquia detrás, cerrada por los responsables de la cofradía y la parroquia. En e cruce con las calles Fernán González y Avellanos empezó a llover seriamente, pero el agua sólo puso más mérito a la gesta de los pequeños cofrades.Más información en la edición impresa.

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