El Correo de Burgos

SANIDAD

El retraso del calor contiene las alergias a las gramíneas

La persistencia de la lluvia invalida las previsiones de una primavera dura

Zona de paseo del parque de Fuentes Blancas.-ISRAEL L. MURILLO

Zona de paseo del parque de Fuentes Blancas.-ISRAEL L. MURILLO

Burgos

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El retraso del calor, que por estas fechas debiera al menos asomar (aunque con timidez como acostumbra en la zona) tiene quien lo celebre: los alérgicos al polen de gramíneas. La persistencia de las lluvias tras un invierno que al fin escuchaba las plegarias contra la sequía tiraba por tierra los augurios iniciales de una primavera «dura». Es cierto que tal anuncio estaba condicionado a una normalidad que en los últimos años no se aprecia. «Lo lógico es que en mayo se alternen precipitaciones esporádicas con un aumento de las temperaturas que, tras un inicio de año húmedo, favorezca la polinización» y, en consecuencia, ponga en aprietos a los sensibles a este tipo de polen, el que más ‘víctimas’ se cobra en la provincia.

Pues no. La responsable del servicio de Alergología del HUBU, Sonsoles Juste, explica que el tiempo más bien otoñal que prevalece en las últimas semanas invalida las previsiones iniciales y además de, hasta el momento, casi anular la presencia de polen de gramíneas en el ambiente -tal y como detallan las estadísticas de la página www.polenes.com- provocarán que, si llega la deseada subida de las temperaturas, la temporada de alergias será «corta y de intensidad moderada».

Según muestra el citado portal, los niveles ambientales de polen de gramíneas aún no han rebasado la frontera -fijada en 50 granos por metro cúbico- que determina una alerta elevada. Ni se han aproximado siquiera, con un máximo de 29, alcanzado el pasado 27 de mayo. Se trata además de un pico aislado, siendo la media de la segunda quincena de mayo, cuando por tradición comienza la ‘temporada’ de apenas 15 granos por metro cúbico, próximo a un nivel de alerta bajo o nulo que no provoca síntoma alguno. Así se contempla oficialmente hasta los 10 granos, mientras que el llamado nivel medio oscila entre estos lo los 50.

La comparativa con otras zonas del país subrayan la singular ‘calma’ que vive Burgos. Zamora, por ejemplo, alcanzaba esta misma semana los 177 granos y rondaba el centenar en varias jornadas, situación mucho más frecuente en la franja central de la península, aunque también mitigada por las precipitaciones continuadas.

Si bien es cierto que la gramínea ‘manda’ en la provincia, otro que hace estragos es el polen de cupresácea, derivado de la floración de cipreses y arizónicas, propia de febrero y marzo. «Hay pacientes que comienzan por las gramíneas y acaban sensibilizados a la cupresácea con el tiempo», añade la alergóloga. También lluvia y nieves se encargaban de paliar su repercusión este año y la incidencia era mínima, con apenas tres picos de alerta elevada, que se da en este caso al superar los 135 granos por metro cúbico. Hay que remontarse a 2015 para encontrar valores realmente elevados, superiores incluso a los 250.

Juste reconoce que «cada vez es más complicado» predecir la intensidad de estos procesos. La culpa: el cambio climático. Estos profesionales dan fe de sus efectos. «Toda la vida, igual que los agricultores, nos habíamos fijado en las lluvias del invierno para augurar cómo iba a ser la primavera y ahora no nos sirve», añade.

CONTAMINACIÓN

Y esto ocurre en un momento de notable incremento de personas alérgicas. A ello contribuye la creciente «contaminación», asevera la especialista: «El polen genera unas proteínas de estrés para defenderse de ella y estas lo hacen mucho más irritante o sensibilizante para los pacientes».

Esta es la razón, de hecho, de una realidad que a priori puede parecer paradójica, pues la proporción de nuevos casos de alérgicos de las grandes ciudades es muy superior a la del medio rural, cuando el contacto con el polen en realidad es más directo y frecuente en el campo.

Las alergias ambientales debutan «normalmente» en niños y adolescentes y «aunque puede ocurrir es muy raro que aparezcan en mayores de 55 años». La probabilidad es mayor además en quienes tienen antecedentes familiares. «Existe una predisposición genética, no a la misma alergia pero sí a padecer alguna», apostilla Juste.

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