El Correo de Burgos

Talento joven para tratar de mejorar el cribado de fósiles en Atapuerca

Immacyl y la UBU lanzan un programa que persiguen desarrollar metodologías alternativas de aprendizaje

Puesta en común de las ideas principales para el desarrollo de prototipos.-SANTI OTERO

Puesta en común de las ideas principales para el desarrollo de prototipos.-SANTI OTERO

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A las puertas de la Escuela Politécnica Superior de la UBU, en el Campus del Vena, sorprende chavales de 12 años que se adentran en las aulas carpeta en mano. Acuden a la zona de informática donde en una pizarra discuten sobre un diseño circular lleno de agujeros pensado para mejorar el cribado de la microfauna que se extrae del sedimento de cada una de las cuadrículas de los yacimientos de Atapuerca. Alguno ya ha hecho un diseño en el ordenador. Llevan varias clases, «el grupo tiene confianza» y «nos vamos dando apuntes sin presión si logramos mejorar en algo el cribado de fósiles bien sino nos quedamos con lo que hemos aprendido», explica Eduardo Martínez, estudiante de 3º de la ESO. «Solo intentamos mecanizar un poco más el proceso para que sea más rápido», explica Javier Rodríguez, estudiante de 1º de la ESO.No hay nota. No se exigen resultados. Solo se permite pensar, probar, discutir y aprender. Con esta premisa se presentaba en enero el programa UBU Proyecta. Una iniciativa que surge como continuidad al programa UBU Ingenio que sigue alumnos de Primaria para continuar con un proyecto educativo que favorece el pensamiento disruptivo más allá del aula para chicos que están o van a afrontar el paso a Secundaria y tienen un sexto sentido y una capacidad de abstracción y curiosidad propios de otra edad. La iniciativa parte de la Asociación de Altas Capacidades e Inteligencias Múltiples de Castilla y León (Immacyl), formada por padres de niños en esta situación, y la Universidad de Burgos, a través de su Unidad de Cultura Científica. «No sabemos si se va a llegar a una solución viable o no, lo importante es el camino que están realizando para buscar distintas soluciones a un problema concreto, mejorar el cribado de fósiles en los yacimientos de Atapuerca, discutirlas entre ellos y al final implementar la más adecuada», explica el responsable de la Unidad de Cultura Científica de la UBU, Jordi Rovira.

El reto planteado en enero es mejorar el proceso de selección de microfauna que está entre el sedimento que los excavadores trasladan hasta el Lavadero del Río Arlanzón. Estos pequeños fósiles ayudan a definir la cronología porque corresponden a animales con secuencias de evolución muy rápidas pero también ayudan a definir el clima en los diferentes estratos de cada uno de los yacimientos abiertos. La fórmula para extraerlos apenas ha variado en los últimos años. El agua y varios tamices de diferente gramaje ayudan a descartar tierra y piedras de fósiles reales. Pero el sedimento se somete a un día a remojo, se pasa por tres tamices diferentes y todos aquellos elementos de un milímetro se depositan en bandejas que se debe ir analizando prácticamente pieza a pieza para rescatar los pequeños fósiles. El objetivo que se han planteado estos 14 chicos y sus profesores Rosa Ana Obregón, miembro del Equipo de Investigación de Atapuerca y profesora de Didáctica de las Ciencias Sociales en la UBU, y su profesor del apartado tecnológico, Jorge Lorenzo, especialista en robótica e impresión 3D cuyos proyectos se pueden seguir en www.of3lia.com, es experimentar, discutir y pensar. Han trabajado durante los viernes, y en ocasiones los sábados, de este curso para lograr agilizar este proceso de selección de fósiles milimétricos.

A falta de conocer el Lavadero del río Arlanzón, que realizarán a finales de mes, y de probar su solución tecnológica entre el 10 y la prueba final de si aporta algo o no al equipo de microfauna de Gloria Cuenca el 20 de julio, sus padres consideran que han ganado. «Sabíamos que los chavales nos iban a sorprender, pero los resultados están por encima de las expectativas» explica uno de los padres, Javier García. Para Mónica Baños, también miembro de Immacyl, les sorprende que tras una semana de clases «vengan con ganas un viernes por la tarde, incluso un sábado y eso se explica por la necesidad que tienen de experimentar, de explorar y de aprender». Una de las características de niños con altas capacidades es que la falta de retos y motivación a lo largo de Primaria deriva en un probable fracaso escolar en Secundaria. «Hay niños que están en el proyecto que venían por ese camino y sus padres ha notado un cambio importante en solo cuatro meses, incluso en el colegio se ha visto un cambio, más trabajo...» explica el presidente de Immacyl, Javier Rodríguez. «Es que el asociar altas capacidades a sacar todo 10 es un mito muy grande y muy erróneo estos niños pueden sacar todo 7 o todo 6 y pueden suspender muchos se aburren, fracasan y suspenden», explica Mónica Baños. Cansados de la confusión entre altas capacidades y alto rendimiento si demandan a la comunidad educativa que estos chicos y chicas responden ante «el reto que les pongan en frente».

Durante este tiempo han tenido diferentes sesiones y masterclass en la politécnica superior, en el CIBA de la UBU pero también en el FameLab y La Estación, en el Cenieh y en el Museo de la Evolución. «Estamos muy contentos con la colaboración, podemos decir que Burgos es un oasis en medio del desierto hay mucha implicación y colaboración de entes públicos y de empresas que trabajan en la dirección de aflorar el talento de niños y niñas», señala Javier García. Así han trabajado cómo es un proyecto de investigación, el método científico y como es una excavación. Para ello en el edificio de I+D+i de la UBU realizaron un simulacro de excavación. Del ‘brainstorming’ de ideas «llegamos a la conclusión de que podíamos acelerar el cribado de fósiles con una solución química o una solución mecánica mediante programación informática y robótica», resume Obregón. Y, como cualquier investigación científica, avanzan a base de prueba-error. «Vimos con el equipo de restauración del Cenieh que los productos químicos que sirven para señalar las piedras calizas dañan el fósil y que los que afectan a los huesos nos ayudan a identificar la caliza así que descartamos el proceso científico». Para ello realizaron pruebas en el Cenieh.

El proceso se centra, ahora, en una solución mecánica. «Ellos han tenido varias ideas y en grupo, porque el trabajo cooperativo es clave, establecemos la misma forma de trabajar en las grandes empresas con grupos de críticos que discrepan de una idea desde el proceso de diseño buscando errores desde el principio del proceso», señala Rosa Ana Obregón.

La sorpresa para Jorge Lorenzo, el profesor del área tecnológica, son «los conocimientos que ya traen chavales tan pequeños». Así asegura que «tienen un perfil técnico muy avanzado, hablan de conceptos de hidrodinámica que yo no vi hasta la carrera pero tienen errores y hay que pulir algunas cosas pero las ideas que proponen muchos son viables y una sorpresa para mi que lleguen hasta esto». «Es increíble los resultados que están alcanzado pero que es resultado de la capacidad por buscar la creatividad solo les enseñamos a diseñar, programas gratuitos para poder hacerlo, definir una estrategia para afrontar un problema concreto», explica Jordi Rovira.

«Nos llevamos muy bien entre todos, hay muy buen rollo en el grupo y al aprender de forma más colaborativa, que te puedes levantar de la mesa, nos sentamos en la pizarra y todos aportamos ideas... es todo más cooperativo y más tranquilo, en clase tenemos menos margen», explica Irene Santamaría a sus 11 años. La presencia de chavales de distintas edades también favorece la relación de la clase. «Los más pequeños participan más, hablan más, con menos cortapisas y los mayores les aportan los conocimientos más técnicos», resume Jorge Lorenzo. Han conocido, además, procedimientos y procesos de la mano de expertos como una sesión con Mónica Edwards o Jon Valverde entre otros. Y no se pierden. La curiosidad por descubrir y aprender sin ligaduras y ataduras dejando paso libre a la abstracción y la imaginación con la tutorización que marque el proceso y el objetivo final ha logrado enganchar a los chavales. En julio el río Arlanzón y la microfauna de Atapuerca dirá si además de aprender, el invento funciona.Más información en la edición impresa

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