El Correo de Burgos

TROTABURGOS / PANCORBO

Tierra milenaria al abrigo de los Obarenes

Patrimonio histórico y naturaleza forman un pack indivisible que sirve de refugio al caballo losino, la raza autóctona y milenaria que a punto estuvo de extinguirse

Vista aérea de Pancorbo, villa rodeada  por un envidiable entorno natural.-ISRAEL L. MURILLO

Vista aérea de Pancorbo, villa rodeada por un envidiable entorno natural.-ISRAEL L. MURILLO

Burgos

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Lugar de paso y parada siempre recomendable para quien se adentra en tierras castellanas por la comarca del Ebro, Pancorbo no solo se integra a la perfección en el parque natural de Montes Obarenes, sino que además ofrece múltiples alicientes, patrimoniales y medioambientales, que convierten a este pequeño municipio de menos de 500 habitantes en referente turístico de interior del norte burgalés.

La villa no pasa desapercibida desde la carretera gracias a su imponente silo de más de 60 metros de altura. Puede que a priori, desde el coche, no llame demasiado la atención del viajero que circula por la Nacional 1 o la autopista. Sin embargo, merece la pena hacer un alto en el camino para adentrarse en una localidad cuyos orígenes se remontan al principio de los tiempos, aunque lo cierto es que su legado, palpable en elementos arquitectónicos, comenzó a gestarse durante la época romana tras su consolidación como nexo de unión entre tierras galas y gallegas a través del desfiladero la Vía Aquitania.

Una vez dentro del casco urbano, lo suyo es visitar en primer lugar el torreón de la antigua cárcel, donde a día de hoy se ubica la Oficina de Turismo municipal, que también alberga un centro de interpretación sobre la historia del caballo losino y el fuerte de Santa Engracia. Acto seguido, la mejor opción para conocer Pancorbo en profundidad es realizar un recorrido circular para detenerse en los principales puntos de interés, que no son pocos. Eso sí, las iglesias de Santiago y de San Nicolás, de estilo gótico y tardobarroco, respectivamente, nunca deben obviarse en esta ruta a pie -y sin prisas- por la villa.

A lomos del pueblo se encuentra, en una espectacular cresta rocosa, el Castillo de Santa Marta, también conocido como La Sala. El paso del tiempo ha hecho mella en esta infraestructura que hoy se encuentra en ruinas. No obstante, su truculenta historia es digna de ser recordada. En primer lugar, porque su construcción fue ordenada por Diego Porcelos, a buen seguro incapaz de imaginar que, 46 años después, su propiedad pasaría a manos navarras tras su entrega, por parte de Sancho III ‘el Mayor’, a la familia Fortuniones. En cualquier caso, tras varios dimes y diretes entre reinos durante casi tres siglos, el castillo pasó a formar parte, junto a la villa entera, del señorío del Concejo de la ciudad de Burgos en 1380. Por desgracia, de poco sirvieron las obras de restauración acometidas a finales del siglo XVIII, ya que la primera Guerra Carlista provocó su destrucción, a sangre y fuego, el 10 de agosto de 1835.

También en las afueras de la localidad se encuentra uno de sus grandes elementos patrimoniales: la fortaleza de Santa Engracia. Sus muros también han sido testigos de múltiples conflictos bélicos que afectaron gravemente su infraestructura. Afortunadamente, la conservación de sus restos propició su reconversión en recurso turístico de primer nivel. No hay que olvidar además su importancia estratégica en el siglo XIX como enclave de comunicación entre Madrid y el norte peninsular -Francia inclusive- gracias al telégrafo óptico.

Para rematar la visita, siempre con la vista puesta en los Montes Obarenes, lo ideal es recorrer la senda en dirección al mirador de la Peña del Mazo. Basta con tomar el desvío a la derecha junto a la fortaleza de Santa Engracia y disfrutar, una vez allí, de las espectaculares vistas que ofrece el desfiladero. De esta forma, el turista puede hacerse una composición de lugar de la envidiable panorámica de esta zona de la comarca del Ebro.

Pero no solo de naturaleza y patrimonio puede presumir Pancorbo. Otro de sus símbolos, adalid de la resistencia pese a su peligro de extinción, es el caballo losino.Se trata de una raza autóctona, oriunda del Valle de Losa, que durante siglos sirvió como animal de carga para agricultores y ganaderos. A punto ha estado de desaparecer en múltiples ocasiones. Por suerte, los esfuerzos por mantener su presencia en la zona mediante mejoras genéticas han dado sus frutos y Pancorbo ha jugado un papel fundamental, ya que el Ayuntamiento promovió en su día la creación de un centro de cría en pureza y selección. Por si fuera poco, el municipio celebra desde hace cuatro años la Feria del Caballo Losino, que vuelve a la carga el sábado 6 de octubre con el fin de poner a prueba los mejores ejemplares y dar a conocer una raza milenaria única en el mundo.

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