El Correo de Burgos

«Nos hemos ganado el corazón del barrio»

Paula Andrea Obando gestiona con éxito desde hace medio año Dulcemanía, ubicada en el barrio de G-3, gracias al apoyo del programa ‘Incorpora’ de la Caixa y Fundación Lesmes

Paula Andrea, junto a un cajón de caramelos de su tienda.-ISRAEL L. MURILLO

Paula Andrea, junto a un cajón de caramelos de su tienda.-ISRAEL L. MURILLO

Publicado por
DIEGO SANTAMARÍA
Burgos

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Tan solo medio año trabajando en una tienda de chucherías del centro le bastó a Paula Andrea Obando para tener claro a qué quería dedicar el resto de su vida laboral. Lo supo desde el principio. No solo porque le «encantan» los niños, sino también porque pronto descubrió que se le daba «muy bien» atender a la clientela. Tan «cómoda» se sentía que quiso dar el paso y abrir su propio establecimiento. Para ello necesitaba pedir un crédito y acudió junto a su marido Antonio a una oficina de la Caixa. Una vez allí, la empleada de la entidad que atendió su solicitud les puso en contacto con la Fundación Lesmes para gestionar su proyecto a través del punto de autoempleo del programa Incorpora.De entrada, Sara Peña no veía muy claro el futuro del negocio. Sin embargo, en apenas 10 minutos, la responsable de supervisar los proyectos empresariales que llegan a la entidad se percató de que «lo tenía que hacer». El «espíritu emprendedor» de Paula era evidente y su mochila estaba cargada de «muy buenas ideas». Lo único que hacía falta era «encajarlas y encauzarlas», pero la iniciativa prometía. Es más, la técnica de la Fundación Lesmes sabe de sobra que «hay gente que monta un negocio porque necesita trabajar y gente que lo tiene dentro». Obviamente, la futura gerente de Dulcemanía pertenecía al segundo grupo.«Lucha diaria»Paula y Antonio fueron conscientes desde el primer momento de la responsabilidad y riesgos que entraña poner en marcha un negocio en los tiempos que corren. Por eso decidieron ir «poco a poco» y dejarse asesorar por Peña a la hora de consolidar un «plan económico» viable. La idea, en principio, era abrir una tienda «pequeña», a ser posible en el centro por la «afluencia de gente». De hecho, la pareja tanteó un par de locales, aunque acabaron decantándose por un antiguo establecimiento -en su día también a las gominolas- en el G-3 porque en los otros «no nos ofrecían documentación».Con la garantía de la «legalidad» y con «mucho esfuerzo» para reacondicionar Dulcemanía -nombre heredado del negocio anterior-, Paula inició su andadura empresarial hace seis meses. De buenas a primeras, los vecinos del barrio se mostraron«totalmente sorprendidos» ante el «enorme cambio» de la tienda, sometida a una concienzuda transformación de mobiliario y con una variedad mucho más amplia de productos.Aún con todo, los primeros meses no fueron un camino de rosas. El verano fue «duro» por aquello de la emigración vacacional, pero el matrimonio no se desanimó en ningún momento. «No he parado desde que abrimos y no tengo queja», confiesa Paula con una sonrisa de oreja a oreja pese a no tomarse ni un solo día de descanso. Ni uno. La tienda abre de lunes a domingo, en horario de mañana y tarde. Por ahora nada de vacaciones. «Ya descansaremos cuando podamos».La entrega en cuerpo y alma a este proyecto comienza a dar sus frutos, pues no solo se ha ganado una clientela fija en el G-3. También se desplazan hasta Dulcemanía vecinos del centro que la conocieron en su época de empleada e incluso algún que otro residente de pueblos cercanos a la capital. Antonio lo corrobora y destaca la «lucha diaria» de ambos para levantar un negocio que en su última etapa se encontraba «muy caído». Y aunque nunca conviene relajarse, está plenamente convencido de que a estas alturas«nos hemos ganado el corazón del barrio».¿Otra tienda?La relación entre el matrimonio y su asesora de la Fundación Lesmes acabó derivando en amistad. «Sara sigue viniendo a visitarnos», confiesa Paula mientras Antonio agradece la confianza de una entidad que les ha apoyado «al máximo»para sacar adelante su iniciativa empresarial. En respuesta, con sonrisa cómplice y visiblemente orgullosa de que la tienda funcione perfectamente, Sara Peña asegura que «ha sido una gozada trabajar con ellos», sobre todo por lo «fácil» que resultó «ordenar» las propuestas que esta joven emprendedora necesitaba plasmar sobre el papel.Mientras Paula despacha con la misma ilusión que el primer día, a menudo piensa en su siguiente objetivo:«abrir otra tienda» si las cuentas cuadran el día de mañana. En cualquier caso, lo primordial es dejarse la piel en Dulcemanía y seguir afianzando una clientela cada vez más fiel. Después ya se verá, aunque no cabe duda de que «siempre va a haber niños y mayores que vengan a comprar». Razón no le falta, pues a nadie le amarga un dulce.

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