CORONAVIRUS / BURGALESES A CIENTOS DE KILÓMETROS
Los «riesgos» del reparto a domicilio en Italia
La crisis sanitaria se asemeja a «Navidad o Black Friday» para los repartidores de comercio electrónico / Desde Italia, David lamenta el «egoísmo compulsivo» de quienes realizan «pedidos absurdos» pese a los «riesgos» que asume el trabajador
Mismas horas con una mayor carga de trabajo. Así es el día a día de los repartidores en plena crisis del coronavirus. «Parece que estamos en Navidad o Black Friday», asegura David, «desbordado» como el resto de sus compañeros, ante la creciente demanda de «pedidos absurdos que no vienen a cuento porque no son necesarios». Empleado de una subcontrata al servicio de una multinacional de comercio electrónico, este joven burgalés afincado en Bolonia afronta su jornada laboral en una «situación delicada», sobre todo por las «escasas medidas de seguridad de cara al cliente».
Lo único que ha cambiado en su rutina es el horario, modificado en función de las circunstancias actuales para «evitar aglomeraciones de personal en el almacén central donde cargamos». Por lo demás, todo sigue igual. Se desplaza de un domicilio a otro, entrega los paquetes a una distancia prudencial y continúa su ruta, mucho más larga de lo habitual. De media, cada repartidor realiza unas 150 paradas diarias. No en vano, cada cual va «a su ritmo» y no se exigen unos mínimos. Lo que no se puede entregar hoy, se pospone para el día siguiente. Dentro de lo que cabe, no se puede exigir más a la plantilla en medio de una pandemia.
Sin mascarilla y con «un par de guantes de látex para todo el día» al principio de la cuarentena, David consideraba que este protocolo de prevención «no es suficiente porque se rompen trabajando con paquetería». El problema reside en que la multinacional para la que trabaja indirectamente hizo recaer «la responsabilidad de las medidas de protección sobre la ETT» que le contrató. De entrada, quedó patente que «reaccionaron tarde a esas medidas para no gastar dinero». Después, comenzaron a distribuir «guantes de tela y goma para trabajar, un par de látex y una mascarilla que te tiene que durar por lo menos tres días». En su opinión, los medios disponibles «no son eficaces para evitar contagios». Así pues, lo único que pueden hacer los repartidores es «respetar la distancia».
David lamenta que muchos compradores a domicilio «me miran como si aparte de su paquete llevase la muerte conmigo».
Por mucho que el transporte sea un sector «prioritario» en la coyuntura actual, David lamenta el «egoísmo compulsivo» de «la gente que está en casa, se aburre y en internet encuentra entretenimiento» comprando «estupideces» sin pensar en la seguridad del personal que gestiona y distribuye los pedidos. No contentos con ello, muchos clientes «me miran como si aparte de su paquete llevase la muerte conmigo». Así las cosas, desearía que de una vez por todas se distribuyan única y exclusivamente «bienes de primera necesidad». De lo contrario, la situación se volverá cada vez más «insostenible» porque «nos expone a muchos riesgos».
Teóricamente, la empresa se comprometió a «entregar todo lo que tenían pendiente» y, a partir de ahí, «dar prioridad a los productos básicos». Sin embargo, los repartidores siguen suministrando toda clase de pedidos a diario. Sin ir más lejos, una conocida de David compró recientemente «hilo de lana para hacer punto de cruz» y a los cuatro días ya lo había recibido. Visto lo visto, no le cabe duda de que la compañía se está «aprovechando de la situación» mientras sobrecarga a los repartidores a cambio de un pequeño aumento salarial. El problema es que «cuando se dan cuenta» de que ese esfuerzo a mayores resulta contraproducente ya «no pueden decir ‘no’».
Con la actividad no esencial paralizada y el «cierre total» de algunas provincias decretado por las autoridades, David cree que «todavía queda bastante por pasar». Y aunque la situación en Bolonia no sea tan crítica como en otras ciudades, lo cierto es que «hay un pueblo a 20 kilómetros donde el número de casos por habitante se disparó». Además, el coronavirus «entró en las residencias de ancianos y ha causado estragos», de ahí la adopción progresiva de «medidas más severas» para contenerlo. Sea como fuere, este joven burgalés no deja de insistir en que «si actuamos todos juntos, podemos salir de esta». No queda otra que arrimar el hombro, dejar a un lado las confrontaciones políticas y colaborar en lo posible para frenar la dichosa curva.
Intenta «transmitir positividad» a sus seres queridos y tomárselo con humor para «evitar la angustia y la ansiedad» que provoca el confinamiento.
A nivel personal, el coronavirus ha frustrado infinidad de planes previstos a corto plazo. Cuando la crisis empezó a ser palpable en China, David y su esposa reservaron junto a unos amigos un viaje a Barcelona por Semana Santa. Compraron los billetes de avión y alquilaron un apartamento sin imaginar lo que estaba por venir. Ahora, en vista de que sus vacaciones deben posponerse, han logrado recuperar el dinero de la casa en la que se iban a alojar. Sin embargo, la compañía aérea se niega a devolverles el importe. A lo sumo, les ofrecen «un bono para utilizar este año». El problema es que «no sabemos cuándo finalizará esto y tampoco si tendré más vacaciones». Aún con todo, intentará amortizar la cantidad desembolsada «viajando a otro sitio».
Cada vez que contacta con sus amigos y familiares de Burgos, David intenta «quitar hierro al asunto». «No quieres que se preocupen por ti», reconoce en cierto modo reconfortado porque sus seres queridos «me dicen que no es tan mala la situación como parece». Él, por su parte, trata de «transmitir positividad» y tomárselo con humor para «evitar la angustia y la ansiedad» que provoca el confinamiento. De igual manera, recomienda desconectar en la medida de lo posible de esa avalancha de informaciones, bulos y acusaciones cruzadas que inundan medios de comunicación y redes sociales. La única «alternativa» factible, desde su punto de vista, es la empatía a todos los niveles. Y es que «si seguimos actuando de forma egoísta, el problema irá para largo».