SANIDAD / SUCESOS
Sacyl oculta el historial de una mujer medicada por teléfono por «vómitos» que murió de cáncer
La familia espera desde hace un mes la información necesaria para documentar una denuncia por presunta negligencia médica
La familia de una paciente burgalesa que murió de cáncer en julio lleva un mes esperando a que Sacyl les entregue el historial médico para documentar una queja que podrian llevar ante los tribunales por una presunta negligencia. El hospital de Burgos sí les facilitó la historia clínica, pero Atención Primaria ha sido requerida para que la entregue sin resultado alguno.
Se trata de un caso muy similar al desvelado por este periódico en Espinosa de los Monteros, donde también falleció una paciente de cáncer sin haber tenido una consulta presencial con su médico de cabecera.
La víctima de esta nueva tragedia médica es Lidia Bayona, de 53 años, que desarrolló dos tumores mortales mientras era atendida sólo por teléfono durante el confinamiento por su médica, que le recetó medicamentos contra los vómitos y el insomnio.
Su hermana Fátima trató de contactar con la consejera de Sanidad, Verónica Casado, para ponerle al corriente de lo sucedido y pedir algún tipo de explicación. Lo intentó en julio, por teléfono, un par de veces. Le cogieron el recado, pero no recibió «ninguna contestación». Por ello, hace un par de días le envió un correo electrónico, al que ha tenido acceso est periódico, en el que plantea las siguientes preguntas: ¿Quién tuvo la culpa? ¿El cáncer? ¿El Covid? ¿(La) dejadez? A continuación, deja claro que «estamos destrozados».
Siempre por teléfono
A Fátima Bayona se le parte el alma mientras relata el trágico periplo de su hemana Lidia desde que el pasado mes de marzo empezó a sentirse mal. Antes de fallecer, el pasado 27 de julio, estuvo más de tres meses siguiendo un tratamiento para vómitos e insomnio. Siempre por teléfono, tal y como remarca su familia, la mujer se medicó mientras desarrollaba dos tumores mortales -de ovario y de conductos biliares- durante el confinamiento. Ahora, sus familiares reclaman el informe a Atención Primaria para documentar su queja. Lo que sí tienen es el informe del Hospital Universitario de Burgos, que acredita el listado de medicamentos que ingirió hasta el 22 de junio.
Ninguno de los medicamentos que ingirió está indicado para atajar el verdadero diagnóstico de la paciente: el cáncer.
Este documento, al que ha tenido acceso este periódico, acredita que Lidia estuvo tomando suplemento de calcio, Condrosulf para el tratamiento sintomático de la artrosis, Foster Nexthaler, indicado para el asma en pacientes adultos; Omeprazol contra la acidez estomacal que produce el reflujo gastroesofágico y Zopiderm para combatir el insomnio. Obviamente, ninguno de esos medicamentos está indicado para atajar el verdadero diagnóstico de la paciente: el cáncer. A tenor de lo ocurrido, Fátima está convencida de que su hermana «no ha muerto de cáncer, ha muerto por abandono».
Con el Estado de Alarma ya declarado y los primeros síntomas manifestándose, Lidia se sometió a una prueba PCR creyendo que podría tratarse de Covid-19. Confirmado el negativo, recibió el alta y se reincorporó a trabajo como auxiliar de Geriatría en la residencia de ancianos de Villímar. No imaginaba su familia por aquel entonces lo que le esperaba a esta «luchadora» de 53 años que hasta junio siguió acudiendo a trabajar mientras se sometía a un seguimiento médico exclusivamente telefónico. Y es que según recalca Fátima, la médica de cabecera del centro de salud José Luis Santamaría «en ningún momento la vio de forma presencial».
Demandan «justicia»
Sintiéndose testigos de la «crónica de una muerte anunciada», Fátima y su hermano se plantean ahora acudir a los tribunales para denunciar el caso y esclarecer los motivos que propiciaron el progresivo empeoramiento de Lidia en tan poco tiempo. La familia es consciente de que «remover es sufrir» y Fátima no sabe si está «preparada» para afrontar un trance tan doloroso. No en vano, en cuanto consiga los informes de Atención Primaria consultará los pasos a dar. Y aunque las fuerzas flaqueen porque la «rabia» y la «impotencia» son inmensas, intentará llegar hasta el final para «dar voz» a su hermana y exigir «justicia» a quien corresponda.
Recapitulando, con la voz entrecortada e incapaz de contener el llanto durante la conversación, Fátima recuerda los primeros meses de calvario con total claridad. «La médica decía que era gastroenteritis y nervios, aunque no paraba de vomitar». Además, daba la impresión de que también podía sufrir algún tipo de infección porque su orina, de color marrón, se asemejaba al «coñac». Aún así, Lidia siguió trabajando. Se sometió a otra PCR y volvió a dar negativo, pero no dejaba de insistir en que prefería estar sola por si el resultado no fuese fiable. Ya en junio, su hermana de desplazó hasta su domicilio un par de días y no daba crédito. «La vi fatal, así que le dije de ir a un médico de pago o a Urgencias, pero me comentó que ya había pedido una analítica».
Una hemorragia interna fue su sentencia de muerte, pues «corría el riesgo de que no viviera y no vivió».
El día 22 de junio, su doctora le llama para decirle que los marcadores tumorales se encuentran «alterados», pues alcanzaban los 9.000 «cuando lo normal es 39». Derivada inmediatamente a la Unidad de Diagnóstico Rápido, con seis kilos menos y «amarilla completamente».
Al día siguiente, se somete a un TAC abdominal y, de nuevo, es enviada a casa. Esa misma mañana, Fátima y su hija acuden al centro de salEste infortunio fue su sentencia de muerte, pues «corría el riesgo de que no viviera y no vivió».ud para hablar con la médica de cabecera. «Nos dijo que todo estaba bien menos los marcadores tumorales», poco más. Es entonces cuando la hermana de Lidia rompe a llorar, con la «ansiedad» por las nubes porque intuye «algo muy grave». Por ello, la sobrina de Lidia no duda en acompañarla de nuevo al hospital, tan solo un día después, con 39 de fiebre e ictericia. Desesperadas, Fátima y su hija intentan hablar con el médico para que se les informe, pero «no quiso recibirnos».
El «periplo» de pruebas, idas y venidas concluye ese 24 de junio, cuando Lidia ingresa en planta. Entre que tenía una infección tratada con antibióticos, el preoperatorio y las vacaciones del personal -con dos pruebas Covid entre medias- no entra al quirófano hasta el 15 de julio.
La operación, según consta en el informe, se prolongó durante 11 horas en las que «no pudimos estar en el hospital y no nos avisaba nadie». Una vez finalizada la intervención, Lidia fue trasladada a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde permaneció cinco días. Al segundo, por fin, sus familiares pudieron ir a verla. «Fue muy duro», señala su hermana incapaz de contener el llanto. No solo por lo impactante de aquel encuentro, sino también por lo acontecido a continuación.
Resulta que sufrió una hemorragia interna y, tras un nuevo ingreso en quirófano después de que le suministrasen «calmantes», los facultativos descubrieron que «tenía tres litros de sangre en el abdomen» porque «se le había reventando una arteria del hígado». «Mi hermana sufrió mucho y quería luchar», subraya Fátima plenamente convencida de que «estas cosas pasan porque nadie hace nada».