El Correo de Burgos

EDUCACIÓN

«Con dar un botón, un niño tiene acceso a pornografía, violencia...»

El psicólogo Fernando Pérez del Río aboga por reforzar la «prevención» en los colegios y el «sentido crítico» entre las familias

Fernando Pérez del Río, psicólogo experto en infancia y juventud. RAÚL G. OCHOA

Fernando Pérez del Río, psicólogo experto en infancia y juventud. RAÚL G. OCHOA

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A título personal, El juego del calamar le parece una serie «original». Con reminiscencias a Los juegos del hambre o la nipona Battle Royale. Como profesional de la Psicología, Fernando Pérez del Río considera que la edad mínima recomendada de 16 años es «correcta aunque con matices». Más que nada, porque se abordan «temas delicados como el suicidio o los asesinatos».

El problema reside en que «se ha hecho famosa entre niños». Tal y como ha podido comprobar, «a los adolescentes no les ha llamado tanto la atención» porque «tienen mucha cultura audiovisual y son exigentes». Además, «ven que jugar es cosa de niños y ellos, obviamente, rechazan todo el mundo infantil». Por lo general, aunque siempre puede haber excepciones, a la mayoría «les ha parecido algo sin la menor importancia».

Poniendo el foco sobre la cuestión que tanto revuelo está generando, Pérez del Río recuerda que «los niños siempre han jugado a indios y vaqueros. Y se matan simbólicamente». Por eso considera que imitar el juego Luz roja, luz verde (versión coreana del Escondite inglés) con el plus de los disparos es lo de menos.

«Tampoco hay que alarmarse, llevan siglos haciéndolo», subraya con el firme convencimiento de que, frente la prohibición per sé, lo ideal sería «incluir el abuso de las nuevas tecnologías y vigilar sus contenidos dentro de la prevención de adicciones», enmarcando dichos contenidos en los programas de Educación para la Salud.

Porque he aquí el quid de la cuestión: la ausencia de filtros a la hora de permitir el acceso a determinados contenidos. Visto lo visto, al psicólogo no le ha llamado «nada la atención» el fenómeno de El juego del calamar porque hoy en día «un niño puede tener acceso a toda la información que quiera: pornografía, violencia, trajes de cuero, sadomasoquismo...». Y si la gente ahora se sorprende de lo que está ocurriendo, tal vez obedezca al hecho de que «de puertas hacia dentro se les permite ver series de contenido violento, suicidios, etcétera».

Aparte de hablar sobre ello, hay que «preguntar qué han visto y qué han entendido».

Los psicólogos especializados en infancia y juventud lo llevan «advirtiendo desde hace mucho tiempo». Sin embargo, sus recomendaciones parecen haber caído en saco roto. Al menos para gran parte de las familias que permiten a sus hijos acceder a WhatsApp o TikTok a edades tempranas cuando «hay que tener cumplidos 14 y 16 años». La prevención, por tanto, empieza desde casa.

La apreciación de Pérez del Río no es un rapapolvo generalizado. De hecho, percibe que «tras una década de despiste, los padres lo están haciendo bastante mejor». Otros no, por supuesto. Pero lo cierto es que cada vez se establecen más límites de consumo tecnológico, como «desconectar el Wifi a las 20 horas» o «no dejar tener el teléfono, las consolas o los juegos durante la semana». A su juicio, esta serie de medidas suelen ser «bastante acertadas».

¿Qué hacer si su hijo le cuenta, con todo lujo de detalles, de qué va El juego del Calamar?  Aparte de hablar sobre ello, «preguntar qué han visto y qué han entendido de lo que han visto», el psicólogo aboga por un consumo de televisión en familia con «sentido crítico». Solo así será posible desmitificar la «cultura enjoy», consistente en «ir a un bar estrella Michelin y tuitearlo, viajar un fin de semana a Londres y al instante colgarlo en Instagram, criticar en las redes, aparentar felicidad...».

«Cuando a un niño se le riñe muchísimo, posiblemente no vuelva a hablar del tema».

Eso es lo que se estila. Y no solo en el campo de la publicidad. ¿Por qué tiene tanto éxito YouTube entre los más pequeños?  Básicamente, porque ven a otros niños «jugando todo el día y pasándoselo bien». Desconocen lo que hay detrás, como el negocio de padres sin escrúpulos que comercializan la imagen de sus hijos en busca de pingües beneficios. Pero esa es otra historia.

Lo que no recomienda el experto es la adopción de medidas punitivas. Ni en casa ni en la escuela. «Cuando a un niño se le riñe muchísimo, posiblemente no vuelva a hablar del tema». Y tampoco se muestra partidario de prohibir los juegos salvo que se aprecien riesgos. Desde su experiencia, lo más factible es reconducir la situación «educando en valores». Con una vuelta de tuerca, se puede evitar que los chavales opten por la rebeldía haciendo lo que hasta ahora pero a escondidas.

«En los colegios debería haber una fuerte remodelación de los juegos en los patios, durante los recreos, porque sabemos que el fútbol lo ha invadido todo». No es raro, apunta Pérez del Río, que «solo jueguen unos pocos niños que se dedican a dar balonazos a los demás». Por eso, precisamente, ve «positivo» recuperar juegos «clásicos» desde una perspectiva pedagógica con valores que ejerzan de contrapeso a la «sociedad de la competición» en la que estamos inmersos.

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