El Correo de Burgos

INVESTIGACIÓN

Las ciberestafas se disparan más de un 50% en Burgos a raíz de la pandemia

La Policía Nacional advierte que «al haber muchísimas más transacciones los delincuentes se van reciclando» / Las criptomonedas, el gancho más común para los chiringuitos financieros  
 

Antonio Salguero, jefe del Grupo de Delitos Informáticos de la Policía Nacional de Burgos. SANTI OTERO

Antonio Salguero, jefe del Grupo de Delitos Informáticos de la Policía Nacional de Burgos. SANTI OTERO

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Parece una obviedad, pero nunca está de más recordarlo. «Nadie da duros a cuatro pesetas», advierte el jefe del Grupo de Delitos Informáticos de la Policía Nacional de Burgos, Antonio Salguero, consciente de que siempre hay que «desconfiar de esas ofertas maravillosas que no suelen existir» y que por regla general provienen de «empresas que no conocemos o de chiringuitos financieros radicados en paraísos fiscales».

Pero también pululan, cómo no, estafadores a título particular dispuestos a dejar sin blanca a cualquier incauto que muerda su anzuelo. Y no son pocos, sobre todo a raíz de la pandemia. Desde que el Covid irrumpió en nuestras vidas, se ha detectado un «incremento lógico» de esta clase de delitos porque «al haber muchísimas más transacciones los delincuentes se van reciclando».

El caso de Burgos no es excepcional. De hecho, el aumento de denuncias por ciberestafa en 2020 fue considerablemente superior al de la media nacional, que ronda el 34%. Ese mismo año, confinamiento mediante y con los hábitos de consumo presencial reducidos a su mínima expresión, la Policía tuvo constancia de 2.117 fraudes a través de internet en la provincia. Esto supone, en relación al ejercicio anterior, una subida del 53,4%.

De acuerdo a los datos facilitados por el Ministerio del Interior, la mayoría de hechos delictivos dentro de este ámbito estuvieron relacionados con tarjetas de crédito, débito y cheques de viaje. En total, 1.478 fraudes frente a los 851 detectados en 2019. No en vano, las estafas bancarias como tal se redujeron a 56, un 27% menos en términos interanuales.

Más allá de las cifras, lo llamativo del asunto es que 9 de cada 10 cibercrímenes denunciados en Burgos durante el primer año de la pandemia estuvieron relacionados con diversos tipos de estafa. Entretanto, el resto de prácticas ilícitas en la red de redes disminuyeron de forma abrupta.

Hablamos, por ejemplo, de amenazas y coacciones, delitos sexuales o contra el honor. Todos, absolutamente todos, cayeron en picado mientras la picaresca para obtener dinero mediante engaños aumentaba de forma exponencial.

Desde la base

Localizar al autor de una ciberestafa suele ser «complicado». Tal y como explica Salguero, existen multitud de «grupos organizados» que operan en diferentes países. Deslocalización pura y dura, con múltiples ramificaciones, para dejar el menor rastro posible.

El modus operandi más habitual, precisa, pasa por establecer un «call center» o gancho en un país determinado, contar con «mulas» a cientos o miles de kilómetros de distancia para receptar el dinero y, una vez reenviado a través de medios de pago instantáneos, dejar que «otra parte de la banda lo blanquee».

«La mayoría de los hechos se esclarecen. El problema reside en que saquen el dinero en efectivo», indica el jefe de Delitos Informáticos a sabiendas de lo importante que resulta la «rapidez» a la hora de denunciar y la colaboración de las entidades bancarias. En este sentido, señala que «a veces nos piden un mandamiento judicial y a las tres horas el dinero ha volado». Llegado el caso, poco se puede hacer.

Sea por cuenta propia o de manera organizada, lo cierto es que no existe un perfil homogéneo en el campo de la ciberdelincuencia. «Hay de todo», confirma Salguero aludiendo también a las víctimas. Con la excepción, eso sí, de quienes caen en las tretas de los denominados chiringuitos financieros.

El perfil más común: varón de entre 26 y 40 años. Y la mayoría, tanto hombres como mujeres, son de nacionalidad española.

En este contexto, «suelen ser jóvenes porque se busca la inexperiencia». Y aunque muchos de los denunciantes tengan «poca cultura económica», también los hay que «tienen negocios o que se dedican a la gestión de empresas».

Volviendo a los datos difundidos por Interior, la Policía Nacional de Burgos detuvo a 72 personas en 2020 por delitos en la red, 33 de ellas por estafa. En este periodo, se esclarecieron además 305 casos. El perfil más común, según la estadística, sería el siguiente: varón de entre 26 y 40 años. Y la mayoría, tanto hombres como mujeres, son de nacionalidad española.

Más allá de que las víctimas logren recuperar -aunque sea en parte- su dinero, lo fundamental es «empezar por la base para ir ascendiendo en la pirámide de jerarquía». No es tarea fácil, de ahí la necesidad de fijar mecanismos de «coordinación entre muchos países» para que los cuerpos policiales sigan la pista de estos grupos organizados compartiendo información en todo momento.

A este respecto, el inspector destaca la operación llevada a cabo por Europol para desactivar el troyano Flubot, que infectó miles de teléfonos móviles y que «en España estuvo muy extendido».

Tipos de fraude

La picaresca, por llamarlo de alguna manera, se da en múltiples ámbitos. Uno de los más comunes es el de la compraventa entre particulares. Basta con ofrecer un producto con «mucho reclamo» -una videoconsola, sin ir más lejos- a un precio tremendamente competitivo, solicitar una fianza a través de medios ajenos a la plataforma en la que se establece contacto y el timo se consolida.

Sin embargo, a veces es «el comprador el que estafa» al pedir que le envíen el objeto en cuestión y hacer un Bizum. El truco, en este caso, consiste en «mandar una solicitud en vez de enviar dinero».

También están a la orden del día los cargos fraudulentos, a veces por «suscripciones involuntarias» en páginas web que ofrecen un falso «descuento por fidelización». De entrada, esta clase de prácticas se hallan en un «limbo comercial» y no se consideran delito. Pero ojo con facilitar el número de la tarjeta de crédito, porque con dicha información se pueden saquear cuentas en un abrir y cerrar de ojos.

De un tiempo a esta parte han proliferado además los chiringuitos financieros: supuestas empresas que se dedican a vender «promesas de invertir con rendimiento asegurado». Nada más lejos de la realidad. Se trata de un esquema Ponzi en toda regla, la estafa piramidal de toda la vida revestida de un lenguaje aparentemente sofisticado y datos de crecimiento más falsos que un billete de 6 euros. Cuando la burbuja estalla, algo que tarde o temprano acaba ocurriendo, el dinero se ha esfumado por completo.

¿Se dan muchas denuncias en Burgos contra estos negocios a todas luces fraudulentos? «Más de lo deseable, pero no es un bum», afirma Salguero no sin antes remarcar que resulta prácticamente imposible recuperar la inversión, que en ocasiones deriva de préstamos bancarios ante las promesas de forrarse en tiempo récord que ofrecen ciertos gurús mientras visibilizan un elevado -y artificial- tren de vida para captar nuevos adeptos.

La puerta de entrada a estos chiringuitos, calificados así por la propia Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) suelen ser las criptomonedas. Otro caldo de cultivo para la estafa que en Burgos, de momento, no parecer tener demasiado tirón. Aún con todo, conviene no fiarse de quien se ofrece a invertir con dinero ajeno porque muchas veces las víctimas «están enviando el dinero a una cuenta». Y aunque se tienda a pensar que la mayoría de incautos son jóvenes e incluso adolescentes, la horquilla de edad se puede extender hasta los 70 años.  

Identidad robada

Esto también es obvio, como lo de los duros a cuatro pesetas. «No hay que facilitar datos de identidad como si fuesen golosinas. En muchas transacciones de compraventa, los delincuentes mandan una foto del DNI de alguien para dar confianza y piden a la víctima que les envíe su documentación porque así se fían más. Después abren cuentas bancarias, dan de alta líneas telefónicas...».

Aún recuerda Salguero el caso de cinco estafadores que se llevaron 30.000 euros gracias al DNI perdido de una burgalesa. La mujer, con un «disgusto» tremendo, se personó en Comisaría tras recibir unas cuantas citaciones judiciales por impagos de los que nada sabía.

«Cada vez se da más», indica el jefe del Grupo de Delitos Informáticos tratando de hacer ver a cualquier ciudadano de pie lo peligroso que puede resultar facilitar cierta información a desconocidos.

Sobre el DNI, insiste, ni siquiera es recomendable enviar una fotografía porque con eso vale para suplantar nuestra identidad. Y si no queda más remedio, por lo que sea, lo suyo es añadir una «marca de agua» dejando claro que dicha imagen solo es válida para una operación determinada. De lo contrario, se corre el riesgo de recibir un sinfín de cartas y tener que demostrar que no estamos endeudados hasta decir basta. 

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