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«Las clases son un reto y, a la vez, muy estimulantes»

Arantxa Fernández lleva diez años dando clases de español en Accem. «Constancia y paciencia» son las claves para aprender rápido

Arantxa Fernández beobide es maestra de español en Accem desde hace diez años. SANTI OTERO

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Burgos

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«A mí estas clases me dan la vida. Es un reto enseñar castellano, pero, a la vez, muy estimulante», explica Arantxa Fernández Beobide. Cuando sus hijos se hicieron mayores y ya iban al colegio, necesitaba ocupar su tiempo. Había aprobado las oposiciones de maestra, incluso impartió clases en el Colegio Francisco de Vitoria, pero cuando le llegó un traslado a Murcia dijo no. De Burgos no se podía mover. Así que pensó que, una vez ya mayores sus hijos, era el momento de hacer algo por los demás.

«Me fui a preguntar al Ayuntamiento donde podía hacer voluntariado, me mandaron a Accem y, a los dos días, ya estaba trabajando, dando clases», explica. Así pasaron diez años, en los que ha vivido muchas experiencias «enriquecedoras todas». Hizo un parón durante la pandemia, y ya lleva casi un año que ha vuelto a dar clases de castellano.

Cuando empezó, hace diez años, en la calle Salamanca, «el sitio era pequeñísimo, y empezamos con mogollón de gente, igual había 12 o 15 personas, la mayoría procedían de África». Con el tiempo, además, los perfiles de quienes llegan a asentarse en España han ido cambiando. «Al principio había gente que te dabas cuenta que no sabía escribir, y era lo que tenías que hacer, ponerte con ellos porque sin la escritura no podías hacer nada, hoy eso ya no pasa», explica.

A veces se lleva lo que ella llama «grandes alegrías». Una pareja a la que había dado clases de castellano cuando llegaron a Burgos le saludaron en la calle, «me dieron un abrazo y me enseñaron a su bebé, es muy ilusionante haber puesto mi pequeño grano de arena para lograr que tengan su vida hecha aquí», dice con orgullo.

Ella da clase dos horas en dos días a la semana. Los grupos se organizan por niveles y en función de la disponibilidad de los voluntarios. Reconoce que en esas clases «hay que tener bastante tacto porque alguna vez sale algún problema, y nos lo cuentan porque con nosotros se atreven más que con los técnicos de Accem». 

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