El Correo de Burgos

RITOS, MITOS Y LEYENDAS DE BURGOS

El pozo de Airón y doña Lambra (y II). De cabeza al pozo

La Pata del Caballo marca el punto desde el que el equino saltó para enterrar a Doña Lambra en el fondo de la laguna negra de Neila / Otra versión de la leyenda sitúa su muerte en el pozo Airón, donde aún pena su alma

La leyenda de los Siete Infantes de Lara es una de las representaciones históricas mas populares de la provincia. ECB

La leyenda de los Siete Infantes de Lara es una de las representaciones históricas mas populares de la provincia. ECB

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Dejamos ayer a Doña Lambra en el suspense de sus últimos tiempos, casi a las puertas de la muerte. Su maldad con los Infantes de Lara y su padre Gonzalo Gustios será vengada por Mudarra, el hijo que éste tuvo con una princesa mora mientras estuvo cautivo en los dominios de Almanzaron. Los Infantes murieron al tratar de rescatar a Gustios y Mudarra, andando los años vino a las tierras de Burgos para hacer pagar sus cuentas a Ruy Fernández, el esposo de Doña Lambra, a quien se le iban acabando sus días en este mundo.

Y aquí, de nuevo, saltan las leyendas porque la muerte de Doña Lambra sucedió en diferentes lugares y de formas variadas, según quien cuente el cuento. 

Unos aseguran que se tiró al vacío desde el torreón que poseía anejo a la muralla de Burgos, un cubo de piedra emplazado frente al centro de salud de Los Cubos, para evitar la venganza de Mudarra o consumida por la culpa. Es la única versión en la que Doña Lambra no muere bajo el agua; no es tragada por las negras profundidades de alguna sima.

Doña Lambra.

Doña Lambra.

Mucho más colorida es el mito que corre por la serranía burgalesa sobre la ‘Pata o Patada del caballo de Doña Lambra’, que recuerda la leyenda de la patada del caballo del Cid que obró la milagrosa muerte de una serpiente que acosaba a las poblaciones del norte de la provincia. En este caso, cuentan las viejas historias que Doña Lambra trataba de escapar de la venganza de Mudarra, que la perseguía por la comarca de Salas de los Infantes.

Para burlar  se acecho, mandó herrar a su caballo del revés para confundir las huellas y despistar a sus perseguidores. Intento inútil, pues fue descubierta en un paraje cercano entre Salas y Castrillo y viéndose rodeada, en vez de entregarse exclamó furiosa: «Así me trague la tierra».

Tan pronto escuchó su maldición, el caballo lanzó sus patas hacia adelante y de un poderosísimo salto voló hasta la laguna negra de Neila, donde un espejo de agua oscura como la noche se tragó al caballo y a Doña Lambra para no dejarlos salir nunca más. 

Leyenda en Salas de los Infantes

Esta leyenda ha sobrevivido en la zona de Salas durante muchos años e, incluso, se daba como prueba la huella que el caballo dejó en el terreno sobre una losa de piedra en el camino hacia Quintanar. A esa huella se le llamó la ‘pata del caballo’. 

Si parece prodigioso el salto del equino desde las cercanías de Castrillo de la Reina a Neila, aún lo es más el fabuloso brinco que se hace dar al animal en otras versiones de la leyenda. Como la que más recorrido literario ha tenido que establece la muerte de Doña Lambra en el pozo Airón de Aldea del Pinar, pequeño pueblo perteneciente al municipio de Hontoria del Pinar que dista de Salas de los Infantes sus buenos 25 kilómetros a vuelo de pájaro.

Hay quien dice que el caballo saltó desde Salas para zambullirse en las insondables aguas del pozo que toma su nombre del dios Airón, prerromano y benefactor de las aguas, que dan la vida y encierran la muerte.

Se cree, por otro lado, que Doña Lambra logró escapar de Mudarra internándose por el mar de pinares que tiñe de verde toda la comarca y subiendo por Vilviestre cayó al otro lado de los montes para acabar junto al pozo Airón. A sus negras y profundas aguas entregó voluntariamente su fría alma y su suicidio impidió la venganza del joven Mudarra. Cuenta la leyenda que las aguas se volvieron frías como el corazón de Doña Lambra, cuyo espíritu ha sido visto caminando sobre la superficie, en noches tenebrosas o aterrando a quienes camina por los pinares en madrugadas de niebla. Verla es sentir el aliento de la muerte, una santa compaña sin compaña pero con el mismo mal augurio. Vade retro.

 

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