El Correo de Burgos

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Clunioq, el pasado arévaco de Clunia: Matres, la trinidad femenina

Hace dos mil años que se fundó la Colonia Clunia Sulpicia sobre un asentamiento prerromano cuyas costumbres se romanizaron. Como el culto celta a las Matres, una divinidad femenina triple protectora del clan, dueña de las aguas y garante de la fertilidad

Ruinas de la ciudad romana de Clunia, en Peñalba de Castro. ISRAEL L. MURILLO

Ruinas de la ciudad romana de Clunia, en Peñalba de Castro. ISRAEL L. MURILLO

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Las arenas del tiempo se han posado sobre la Colonia Clunia Sulpicia sepultando sus misterios de la misma manera que sus construcciones arquitectónicas. Dos mil años nos contemplan desde esas ruinas de la capital del convento jurídico cluniacense incorporado a la administración del Imperio Romano. En el año 14 después de Cristo se empezaron a acuñar monedas en la ceca de Clunia, ases con los que comerciar en la ruta hacia otros establecimientos del imperio.

Ara hallada en la casa nº2 de Clunia en 1959.

Ara hallada en la casa nº2 de Clunia en 1959.

Clunia o Clounioq, como era conocido este asentamiento antes de la romanización, tuvo una significativa orientación hacia la trashumancia y el pastoreo y junto con las monedas viajaron los cultos religiosos, los romanos y los prerromanos.

El imperio romano, al igual que el Cristianismo siglos después, absorbió y reinterpretó las costumbres, deidades y ritos locales para someter más fácilmente a las poblaciones sometidas al yugo de Roma. Y los restos del pasado de Clunia que han llegado hasta nuestros días demuestran esa cualidad de los conquistadores.

Clunia es, de hecho, el mejor ejemplo de cómo los romanos, se unieron a las poblaciones romanizadas asumieron y practicaron el culto a las divinidades celtas de las Matres, las diosas de la fertilidad, la maternidad, la abundancia y la salud. Son siempre tres, una trinidad que vela por la fertilidad, el bienestar de las madres y la abundancia de las cosechas y de la fecundidad. Entre los pobladores arevacos de Clounioq eran las protectoras del clan contra las hambrunas y las enfermedades.

Y, lo más significativo, eran las diosas de las aguas y las fuentes, del poder curativo del interior de la tierra que mana en forma de manantiales y termas.

AGUA Y SALUD

En Clunia ha aparecido la mayor concentración en Hispania de aras y aruelas votivas a las Matres, las diosas de las aguas curativas, de la salud. El misterio de la creación, el poder telúrico de la tierra diluido en las aguas y presentado a los hombres a través de un mediador. La cultura celta abunda en este paradigma y reserva un lugar destacado a las Matres, que recibieron adoración en todo el territorio europeo. Desde la Galia y Britania hasta Germania y los pueblos bárbaros al este del Danubio.

El agua y las cavernas son dos de los protagonistas principales de las leyendas de la antigüedad. Las cavernas remiten a la creación al poder telúrico de la tierra, al calor y oscuridad del seno materno. Un legado del neolítico, de aquellos tiempos remotos en los que el culto primordial a la ‘Madre Tierra’ quedó enraizado en las creencias ancestrales de las sociedades agrarias arcaicas.

Ara de la vecina ciudad de Confloenta, en Segovia.

Ara de la vecina ciudad de Confloenta, en Segovia.

La tierra es la madre y el agua procede de sus entrañas. La importancia y la fascinación por el agua excitó la imaginación de los pobladores que fueron creando todo un panteón de dioses en torno a pozos, fuentes, lagos y ríos que dieron nombre a multitud de asentamientos. Desde antiguo, el hombre atribuye a un entre superior el poder curativo del agua, un dios benéfico que otorga a los hombres un remedio para su mal. O una trinidad de diosas, las Matres. Esa tríada, esa transformación entre las Matres, la ejemplificación del nacimiento a la madurez, aportaba un misterio más a su condición divina común a todos los pueblos celtas que adoraron a las diosas madres, que extienden su poder sobre el mundo subterráneo, pero también con la Luna que rige el ciclo de las mujeres y de las mareas. También sobre el nacimiento y la muerte.

CULTO A LAS MATRES

Como hoy las Vírgenes, los creyentes burgaleses de hace dos mil años rendían culto a Matres de diferentes procedencias. Así como hoy adoramos a la Virgen de Guadalupe, a la del Pilar o a la del Manzano, en la época de la romanización de Clunia, aquella colonia burgalesa enviaba sus plegarias a Matres Brigeacae, Matres Callaicae o Matres Endeiterae. En total, se han encontrado siete aras dedicadas a estas divinidades, que se caracterizan por la pluralidad.

La imagen inferior izquierda muestra un ara hallada en una habitación de la casa nº 2 de Clunia en el año 1959 en la que se puede leer Matrib(us) / T(itus) Racili/us Valeri/anus ex vot(o), lo que traducimos como «Tito Racilio Valeriano cumplió el voto a las Matres». En competición con el resto de los dioses del panteón romano, para los romanizados arevacos o los ciudadanos del imperio trasladados a la Colonia Clunia Sulpicia, se acudía a las Matres para pedir su bendición a un recién nacido, para agradecer la cosecha o rogar que ésta fuera abundante, para la seguridad de un viaje o la armonía doméstica. Las Matres todo lo abarca, un amor de madre que todos los hijos quieren disfrutar.

 

A la izquierda, ara hallada en la casa nº2 de Clunia en 1959. A la derecha, ara de la vecina ciudad de Confloenta, en Segovia.

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