El adiós desconsolado de la Madre a su Hijo

 

Llegó el día. Cayó la noche y Madre e Hijo se volvieron a encontrar a los pies de la Catedral. La procesión más conocida de la Semana Santa burgalesa volvió  a encumbrarse de nuevo como un momento único en una plaza del rey San Fernando abarrotada.

Y es que sin lugar a dudas, la del Encuentro es una de las procesiones con más tradición por las tallas, de las más reconocibles de la Semana Santa burgalesa, y por las cofradías que lo protagonizan, de las más antiguas y activas en la ciudad. Pero sobre todo y especialmente por lo que representa: el Encuentro de una madre doliente y su hijo, que camina hacia el Calvario.

Puntuales a la cita, a las 19.30  horas la talla de Nuestra Señora de los Dolores partía a hombros de los cofrades de la Real Hermandad de la Sangre del Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Dolores desde la parroquia de San Gil. Una bella imagen de la Virgen que tiene como peculiaridad un corazón atravesado por un puñal de plata.

A la misma hora y desde la parroquia de San Cosme y San Damián partía la impresionante imagen de Jesús con la Cruz a Cuestas, porteado por más de medio centenar de cofrades de la Archicofradía del Santísimo Sacramento y de Jesús con la Cruz a Cuestas.  El esfuerzo y la devoción de los costaleros se reflejaba en su paso pausado y pesado ya que la talla se porta sobre un trono de madera maciza de nogal de más de 2.000 kilos de peso.

El Encuentro se producía llegadas las  21 horas. Con la caída de los últimos rayos de sol, Madre e Hijo se miraban por última vez envueltos por un silencio sepulcral solo roto por tambores y cornetas.  Allí, a la puertas de la Catedral, se produjo el Encuentro que arrancó aplausos entre el público y alguna lágrima de una emoción sentida y sincera de los fieles más fervorosos.

Entre esos fieles estaba Raquel, burgalesa afincada en Madrid, que cada SemanaSanta vuelve a su ciudad natal. «Es un momento impresionante, seas creyente o no lo seas, sobrecoge vivir un encuentro como este», aseguraba. Y es que El Encuentro es emoción y es fe y nadie se quiso mover hasta que la Madre se encontró con su hijo.

Con Madre e Hijo unidos daba comienzo una breve Liturgia de la Palabra, dirigida por el Abad de la Semana Santa. Después los jóvenes de Hakuna Burgos de la parroquia San Cosme y San Damián pusieron voz y música a los sentimientos de una madre que ve marchar a su hijo hacia la muerte.

Tras la interpretación, el acto se vio paralizado durante unos minutos por un incidente sanitario que requirió la atención de los servicios médicos. Una vez solucionado el incidente, el acto se reiniciaba con la entrega de dos ramos de flores entre las cofradías. «El ramo rojo representa la sangre derramada de Cristo y el blanco, la esperanza y el amor de la Madre», apuntaba en su explicación el abad.

Madre y Hijo se miraron por última vez y la plaza se colmó de aplausos de los presentes. La emoción invadió de nuevo a los devotos que ya, tras un manto de estrellas, despidieron a ambas imágenes.

Ella, rota y desconsolada, empezó su camino de vuelta hacia la iglesia de San Gil, donde los cofrades la dijeron adiós con la tradicional Salve Popular y el emotivo ‘Himno a la Dolorosa’, finalizando la procesión en el interior del templo.

Mientras tanto, Cristo y su cofradía se dirigieron camino de la Catedral pasando por Nuño Rasura, Santa Águeda y plaza de Santa María, donde realizó una estación de penitencia frente al Santísimo Sacramento en la Capilla de Santa Tecla. Después, el Cristo inició el trayecto de vuelta hasta San Cosme y San Damián, donde esperó su muerte.