El Correo de Burgos

Bocatas, raciones y hamburguesas en Noja con todo el sabor burgalés

Los burgaleses Miguel Arroyo y Begoña Riocerezo regentan un conocidísimo bar desde hace casi 20 años en la avenida del Ris de esta villa cántabra

Begoña Riocerezo y Miguel Arroyo, tras la barra de su local de hostelería en Noja.

Begoña Riocerezo y Miguel Arroyo, tras la barra de su local de hostelería en Noja.DARÍO GONZALO

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Por cercanía y por tradición, la costa cántabra siempre ha sido ‘la playa de Burgos’. Localidades como Laredo, Somo, Suances, Comillas, San Vicente de la Barquera o el mismo Santander acogen a miles de burgaleses durante los meses de verano en hoteles, campings o, quien dispone de ellos, apartamentos o casas independientes para disfrutar de unas semanas de solaz veraniego mirando al mar. O al monte.

Otra de las ciudades donde se respira más burgalesismo, a pesar de la predominancia de gentes del País Vasco, es Noja. La villa trasmerana, donde en invierno residen unas 2.700 personas, acoge en pleno mes agosto a más de 80.000. Es el municipio de España que más incrementa en porcentaje su población en verano, hasta un 534% según el INE. Otro dato: más del 90% de sus viviendas son segundas residencias que, aglutinadas en urbanizaciones, conforman durante el invierno pequeñas urbes fantasmas donde apenas hay movimiento, la mayoría de las persianas están bajadas y los gatos campan a sus anchas como vigilantes de huellas silenciosas.

Pero son de los meses centrales del año de los que vamos a hablar con dos burgaleses que regentan en la localidad nojeña desde hace casi dos décadas un popular bar hamburguesería-bocatería en la avenida del Ris, la calle más larga de la localidad que une la rotonda de entrada de la villa con la famosísima playa que da nombre a la rúa. Miguel Arroyo y Begoña Riocerezo Hierro llevan 17 años al frente de uno de los locales de hostelería más conocidos de Noja más allá de los abiertos en el centro de la villa. Situado en el barrio Palacio, muy cerca del colegio público de la ciudad, el ‘Noja Burguer Miguel’ supuso una nueva etapa en la vida de sus dueños.

Una familia merienda en el Noja Burguer Miguel.

Una familia merienda en el Noja Burguer Miguel.DARÍO GONZALO

Miguel Arroyo siempre ha trabajado en la hostelería. «Yo soy de ‘la escuela’ de Ricardo Garilleti, comencé con su familia hace muchos años... Luego también trabajé en la discoteca Pentágono, tuve una bodega, otro negocio en Salas de los Infantes, el Hollywood... hasta el restaurante Miguel, en el barrio de San Pedro de la Fuente. Funcionaba muy bien, pero tenía tal carga de trabajo que tuve que dejarlo por recomendación médica... ¡Dábamos tres turnos de comidas a obreros, no parábamos en todo el día!», recuerda sobre una época, la bisagra de años entre el siglo XX y el XXI, en que había mucha construcción en las zonas de San Pedro y las Fuentecillas. Aparcó el estrés y sus continuas visitas al hospital, alquiló el restaurante y su salud mejoró ostensiblemente. Pero había que seguir trabajando.

Begoña y Miguel iban todos los veranos a Noja para descansar unos días de su ajetreo diario, «siempre por la carretera del Escudo, como ahora... El único problema de ir por ahí es que no pasa nadie y como tengas un accidente te pueden comer los buitres, los lobos y hasta algún oso», bromea Miguel. Un día, el hostelero burgalés se fijó en el local donde ahora está su bar y rumió una idea. «Esta es una zona de marcha donde ahora hay movimiento. Pero en aquellos años mucho más, pasaban por aquí unos 4.000 chavales que iban al Metro, el Copas, el Chupitos... Así que decidimos instalarnos aquí sobre todo por eso, por la juventud que rondaba la zona», explica Miguel Arroyo mientras suena de fondo Never Gonna Give You Up de Rick Astley y abandona por un momento nuestra conversación para atender a dos clientes que acaban de entrar en el establecimiento.

«Tras casi dos años de obras acondicionando este local que estaba vacío, abrimos en el mes de julio de 2006. Una buena época, en pleno ‘boom’ de la construcción», continua Begoña. «Miguel se encarga de la barra y yo de la cocina, nos organizamos bien», ríe. Aprovecha la ausencia de su pareja para contarme que a mucha gente le gusta la decoración burgalesa del bar, desde la gran foto de la Catedral que hay junto al baño hasta el pañuelo de los Sampedros que saluda desde la puerta de la cocina. «Y el cartel de la feria taurina de Burgos que pongo todos los años... Es que yo soy la torilera de la plaza». Begoña Riocerezo Hierro es la encargada de abrir la puerta de toriles para que los astados salgan al ruedo del Coliseum. Este oficio lo heredó de su padre, Florencio Riocerezo, una leyenda de los toros en Burgos, primero como novillero y luego como torilero del coso de Vadillos y más tarde de El Plantío.

La carta que se confeccionó para ese público joven que pasaba cada noche por la zona alta de la avenida del Ris, con ligeros retoques, se mantiene hasta hoy acompañando el vermú de su clientela por la mañana y las meriendas y cenas de la noche. Bocadillos de todo tipo, hamburguesas con sus diferentes variantes, sandwiches, perritos calientes y raciones de diversos productos. «Ahí tenemos la morcilla de Burgos y la cecina, que gusta mucho entre las personas que nos visitan, claro», señala Begoña. «Esto nos los trae semanalmente Embutidos González de Sotopalacios», añade Miguel.

Begoña y Miguel llevan con su negocio abierto en Noja desde 2006.

Begoña y Miguel llevan con su negocio abierto en Noja desde 2006.DARÍO GONZALO

La pareja me confiesa con simpatía dos aspectos sobre la carta. A Begoña le gustaría reducir lo que se ofrece, «me parecen muchas cosas». Miguel, por otro lado, subraya «la rabia que me da que entre un cliente, me pida algo y yo le diga que no tengo o se me ha acabado. Es rarísimo que nos pase, y si lo ocurre es porque ese día no hemos parado y nos hemos quedado sin producto... Es algo muy feo en hostelería».

Temporada estival

Con el paso de los años, la experiencia ha hecho que Begoña y Miguel conozcan el tránsito de clientes en su negocio y ajusten las fechas de apertura que merece tener el bar abierto. «Hacemos la Semana Santa y luego abrimos desde junio hasta octubre», señala Begoña. «Esta zona es de las pocas que hay bares en Noja más allá del centro. Muchos negocios a partir del 30 de agosto, con la marcha de los turistas, cierran y esto se queda medio vacío. Nosotros estamos hasta el Pilar aproximadamente y tenemos bastante gente al ser de los pocos abiertos por aquí», indica.

«La mayor parte de nuestra clientela es gente de paso, de segundas residencias... Tenemos ‘fijos’, que vienen todas las temporadas y organizan sus cuadrillas. También nos visitan familias, turistas, clientes de hoteles o del camping de la zona... Le sorprende y gusta que seamos de Burgos», apunta Miguel. «Es curioso que la gente de Burgos, que tiene la morcilla más a mano todo el año, sea de la que más raciones nos pide», ríe. «También tenemos productos de la zona, anchoa y bonito de Santoña, por ejemplo. Pero la morcilla nunca falta».

Esta pareja burgalesa no descansa durante estos meses. «Abrimos todos los días, todos son festivos y al final de temporada estamos reventados. Pero siempre con una sonrisa», concluye Miguel mientras nos deja otra vez para servir «un vinito» a un hombre que acaba de entrar. Que siga bien el verano.

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