El Correo de Burgos

Patologías circulatorias causan una cuarta parte de las muertes cada año

De los 21.056 fallecimientos registrados en la provincia entre los años 2018 y 2022, hasta 5.540 fueron provocados por problemas vasculares o cardíacos. Distintos tipos de tumores, detrás de 4.997 decesos.

Tomás Alonso

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Burgos

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Cada año igual. La estadística es tozuda y mantiene a las patologías circulatorias y cardíacas como principal causa de muerte de los burgaleses. Provoca una cuarta parte de los fallecimientos anuales y, en términos absolutos, supera sin excepción el millar ejercicio tras ejercicio. 

El último registro difundido por el INE es el de 2022, cuando los decesos por enfermedades de este tipo alcanzaron los 1.101, dato casi idéntico en el reciente lustro, con un máximo de 1.125 en 2020 y un mínimo de 1.097. La suma de este periodo asciende a 5.540 muertes por tal causa, un 26% de las 21.056 totales, un punto superior a la proporción respecto a las 4.349 acumuladas en 2022.

No obstante, el conjunto de dolencias que desemboca en estos números es diverso. Si bien la mayoría se agrupa bajo el difuso epígrafe otras enfermedades del corazón, que sumaron 215 fallecimientos en 2022, hay dos causas concretas que destacan por su elevado impacto: las patologías cerebrovasculares, en las que se incluyen los ictus, que están detrás de 207 decesos del año en cuestión (una quinta parte de los vinculados con el sistema circulatorio y casi un 5% del total provincial), y la insuficiencia cardiaca, con un saldo de 209 fallecimientos. En el mismo periodo, el infarto agudo de miocardio resultaba letal para 128 personas y hasta 152 perecían por una enfermedad hipertensiva. Superan el centenar también los óbitos por dolencias isquémicas del corazón (123).

Por sexo, hay diferencias en función de las patologías. Así, más mujeres que hombres morían en Burgos en 2022 por causas relacionadas con la tensión arterial elevada, insuficiencias cardiacas y accidentes cerebrovasculares, siendo la distancia notable en todos los casos. Por el contrario, las víctimas de infarto masculinas casi duplicaron a las femeninas.

Al igual que refleja la estadística nacional, también liderada por enfermedades del sistema circulatorio, el segundo gran motivo de defunción en Burgos son los tumores malignos. Otra cuarta parte del total de muertes se debe a ellos. En 2022 en concreto, 1.031 de 4.349. La proporción se mantiene también año a año y el dato siempre ronda el millar, aunque a veces no lo alcanza. En suma, en el último lustro esta causa registraba 4.997 muertes, un 23% del dato global.

En detalle, los cánceres de pulmón, traquea y bronquios son los más letales, con 177 fallecidos en el último ejercicio cuyos datos son públicos, les siguen los de colon, con 106. En ambos casos, la mortalidad es mayor en hombres, 130 frente a 47 en mujeres en el caso de los tumores de zonas respiratorias, y 70 frente a 36, en el segundo tipo destacado.

El resto de los especificados en una lista de 32 se encuentran por debajo del centenar de óbitos. 73 decesos se debían a tumor de páncreas, mientras que el de mama ocupa el cuarto puesto, con 64 víctimas, todas femeninas. En este caso concreto se aprecia un incremento respecto a los tres ejercicios previos, cuando la cifra se aproximaba a 50.

Completan el luctuoso listado, por impacto, los cánceres de estómago (61), hígado y vías biliares (57), próstata (56), vejiga (55), recto (45) y tejido linfático (42).

Las causas del 50% restante de los fallecimientos anuales de la provincia se distribuyen de manera irregular entre distintos tipos de afecciones y razones externas. De entre las primeras, las enfermedades infecciosas completan la terna (a gran distancia, eso sí, de las dos primeras ya desglosadas) con 392 defunciones. En este apartado la irrupción del coronavirus ha sido determinante. Y es que en los años previos apenas registraba 52 y 67 muertes. Así fue en 2018 y 2019, respectivamente. El dato se disparó a casi un millar en 2020, el primer ejercicio de la era covid-19, consolidándose en las proximidades de las 400 posteriormente: 386 y 392 en 2021 y 2022, para ser exactos.

Superaba así a los trastornos mentales, de carácter senil fundamentalmente, con 216 óbitos en 2022, y las patologías digestivas, que en suma motivaban 245 defunciones.

Respecto a las muertes accidentales, los ahogamientos y sofocaciones supusieron 65 de las 222 totales. Las caídas provocaban 39 fallecimientos y los accidentes de tráfico, 34. Esta cifra ha registrado un importante crecimiento tras tres años (incluido 2019, por lo que la influencia de la pandemia es relativa) sin alcanzar la veintena. El envenenamiento accidental con psicofármacos segó once vidas.

Un hombre realiza estiramientos aprovechando uno de los árboles del Espoloncillo.

Un hombre realiza estiramientos aprovechando uno de los árboles del Espoloncillo.Tomás Alonso

Más casos de riesgo por malos hábitos

Desglosados los números, cabe ahondar en las principales causas de muerte de los burgaleses -las mismas, conste, que dominan en el conjunto de la sociedad española- para analizar si pueden atajarse.

Siendo de origen circulatorio y cardiaco, corresponde al Servicio de Cardiología del Hospital Universitario de Burgos arrojar luz al respecto. Su responsable, Jesús Ignacio Domínguez Calvo, afirma que buena parte de las dolencias que derivan en problemas letales «se pueden prevenir o retrasar su aparición». ¿Cómo? «Con un estilo de vida saludable y una alimentación sana de verdad». En detalle, «significa comer de todo y evitar los procesados». Además, llevar una vida saludable implica «realizar actividad física, que no es necesariamente hacer deporte». «Puedes ir andando al trabajo, subir las escaleras de casa... También es muy importante controlar otros factores de riesgo, como el consumo de tabaco, por ejemplo, o de alcohol. Hay que evitar todos esos hábitos tóxicos. Además, es necesario realizar un control de tensión arterial, de colesterol, de lípidos y de glucemia, en pacientes diabéticos», relata Domínguez, convencido de que con estas pautas «se pueden evitar muchos casos».

Resta ahora que el mensaje cale, algo que a tenor de los datos no ocurre. Más allá de las estadísticas de defunciones, la actividad de las consultas lo confirma. El progresivo envejecimiento de la población influye, «obviamente», pero los casos de riesgo aumentan en general «por la falta de hábitos saludables», concluye el cardiólogo. «Llama la atención lo poco que se cuida la gente de edad media. Hay muchas personas jóvenes, entre los 30 y los 50 años, con costumbres tóxicas como las señaladas, que fuman y beben mucho, y eso pasa factura a corto y largo plazo. Cuanto antes sufras, más tiempo lo vas a arrastrar», añade.

Una de cal y una de arena. Frente al empecinamiento social por obviar las recomendaciones en las que coinciden todos los especialistas, la ciencia progresa firme para mitigar las dolencias. «Por suerte los tratamientos han avanzado mucho. Tanto los farmacológicos como las atenciones médicas durante el ingreso o las intervenciones -procesos coronarios o angioplastias- han mejorado», subraya, para detallar que, por ejemplo, desde hace años en Burgos disponen de una alerta 24 horas para responder al infarto agudo de miocardio con elevación de ST porque la arteria está obstruida del todo. También se han perfeccionado mucho las actuaciones en procesos degenerativos, como la estenosis aórtica, y el tratamiento de las arritmias, «que no es solo implante de marcapasos y desfibriladores, sino estudio electrofisiológico y ablación de arritmias, que, en muchos casos, son curativas».

En este ámbito, la investigación se revela esencial para estimular esta mejoras. Se hace y «hay muchos estudios en marcha». Eso sí, «nos gustaría hacer más» porque «nunca es suficiente».

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