El Correo de Burgos

Un barrio con mucho gusto

San Pedro de la Fuente responde en masa a la primera vez de la fiesta de la cecina como cita de Interés Turístico Regional. Evidencia que hay relevo para celebrar, premia a José María Yudego y Félix Ángel García y arranca a la alcaldesa la promesa de un espacio para que las cocineras puedan preparar este manjar.

Vecinos de todas las edades se sumaron a la fiesta y degustaron su pincho de cecina, como manda la tradición.

Vecinos de todas las edades se sumaron a la fiesta y degustaron su pincho de cecina, como manda la tradición.SANTI OTERO

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De castiza tildaban los próceres la fiesta. Y no les falta razón, pues la celebración del barrio de San Pedro de la Fuente tiene tanto de genuina, tradicional, popular y típica de la zona que el adjetivo -sinónimo de todos los anteriores- le encaja como un guante. Dan fe no pocos de los cientos que esta mañana aguardaban su turno para degustar la cecina mucho antes, incluso, de que la carpa, una suerte de palacio blanco para la verdadera reina del cotarro, abriera sus puertas.

Comentaban los habituales, la mayoría, que hacía mucho que esa fila no se extendía tanto. Llegaba al parque bautizado precisamente en honor de un producto cárnico singular del que el entorno hace gala. A ello contribuye desde hace un cuarto de siglo Angelines Decimavilla. Suma 52 años como vecina, desde que se casó, y a sus 79 que no aparenta es la más veterana del equipo de cocineras que ponen sabor a la cita.

Recita la receta de corrido, un año más, enfundada en el mandil verde que la señala como artífice del evento que le ha valido a la jornada el título -otorgado por la Junta de Castilla y León en marzo de 2023- de Fiesta de Interés Turístico Regional.

El cocinado tiene su intríngulis. Días antes del 22 de febrero, ya con los kilos de cecina a mano -80 en esta edición, a 20 del récord- toca poner a remojo la carne toda la noche. «Al día siguiente se saca y se pone a cocer a fuego muy lento con garbanzos, gallina, huesos, puerro, zanahorias, espinacas y acelgas», detallaba. Tras cuatro o cinco horas se deja enfriar y se limpian las piezas, que aguardan su día grande en el caldo ya colado. Lucían ya en tiras mientras Angelines desvelaba la fórmula, para lamentar, también un año más y van 25, que esta labor tendría que realizarse en un lugar apropiado y no en el almacén que, para salir del paso, les prestan las fruteras.

No sabía aún que minutos antes la propia alcaldesa, dispuesta a romper la inercia de gobiernos previos, anunciaba que el Ayuntamiento estudiará la manera de atender a lo largo del mandato esta reivindicación histórica y, de paso, avanzó que pronto habrá novedades en relación con otras reclamaciones del barrio que prefirió no desvelar. Se desmarcaba así Cristina Ayala de la negativa que en plena rueda de prensa trasladó la edil de Festejos, Carolina Álvarez, a la presidenta de la asociación de vecinos, Conchi Camarero.

Con el desencuentro encauzado, de momento, tocaba entregarse a la pitanza. Autoridades y ciudadanos de a pie, organización y beneficiarios, veteranos y jóvenes, que los había, sobre todo peñistas, hacían posible la celebración. «Necesitamos relevo, porque nosotras nos tendremos que jubilar y hay que mantener la fiesta, que es muy bonita. Hay que hacerlo por el barrio», explicaba Decimavilla al tiempo que, orgullosa, miraba de reojo a su hija Nuria, en pleno reparto. Confía de hecho en que ella sea una de las que tomen el testigo.

El bullicio de la calle Enrique III -plaza de San Pedro para los vecinos- ponía el broche a la mañana festiva que arrancaba un par de horas antes en la iglesia parroquial. Allí recibía a representantes de distintas administraciones y entidades el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, para recordar que la Cátedra de San Pedro de Antioquía es la razón de ser de esta celebración. La misa concelebrada por varios sacerdotes vinculados con esta zona culminaba con la tradicional entrega de los galardones de idéntico nombre, en conmemoración de la silla del sumo pontífice primigenio, piedra angular de la Iglesia.

Considerados también pilares de la comunidad, los agraciados con este reconocimiento han de tener alguna relación con el entorno. Era el caso, como manda la tradición, de los elegidos en esta ocasión: Félix Ángel García, Intendente Jefe de la Policía Local, y José María Yudego, experto en protocolo y defensor de la accesibilidad, que, visiblemente emocionado, aprovechó la ocasión para instar a los políticos a consolidar cauces de participación ciudadana.

Cuenta la leyenda...

Según cuenta la leyenda y explica la web municipal, esta tradición gastronómica tiene su origen en un accidente ocurrido a un labrador del barrio de San Pedro de la Fuente que, al anochecer de una tarde de invierno, cayó al río Arlanzón con su burro cargado con un saco de harina procedente del Molino de Las Huelgas. Malhumorado, lanzó una piedra contra el animal, que cayó muerto. Con la ayuda de sus hijos lo trasladaron al patio de la casa para enterrarlo al día siguiente, pero, tras la gélida noche, el burro se acabó helando y no podían sacarlo por la puerta, por lo que resolvieron trocearlo. Al hacerlo, observaron el buen aspecto que ofrecía la carne y decidieron adobarla y reservarla para alguna ocasión. Poco después tuvo lugar la fiesta de la Cátedra, por lo que acudieron a la casa varios amigos y familiares, a quienes ofrecieron la carne sin indicarles su origen. A los comensales les gustó tanto que pidieron que cada año, durante las fiestas, realizaran la misma preparación.
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