El Correo de Burgos

Vecinos de la calle San Isidro exigen la limpieza de una parcela insalubre

La comunidad de propietarios del bloque colindante, el número 25-27, ha puesto en conocimiento la situación al Ayuntamiento en reiteradas ocasiones sin obtener respuesta alguna. Parte del terreno figura en el PGOU como área ajardinada y es municipal

Estas son las vistas a la ‘jungla’ que tienen los residentes en el número 25-27 de San Isidro. Escombros, residuos tóxicos (uralita), un gato muerto...

Estas son las vistas a la ‘jungla’ que tienen los residentes en el número 25-27 de San Isidro. Escombros, residuos tóxicos (uralita), un gato muerto...SANTI OTERO

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Burgos

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Un panorama desolador luce ante la mirada de buena parte de los vecinos del portal 25-27 de la calle San Isidro cada mañana al levantar sus persianas. No por permanecer en el tiempo, tanto como la vivienda que ocupan, impresiona menos la estampa que, como casi todo, al no mejorar, empeora poco a poco, año a año. El paisaje es, digamos, variopinto. Manda en él una frondosa vegetación. Crece salvaje, sin control, hasta que los propios vecinos a la desesperada deciden frenar, por ejemplo, el avance de una hiedra que ha tomado el cableado telefónico de la fachada para alcanzar el tercero. Muy cerca descansan los restos de un anciano cerezo cuya copa llegó a asomarse a las ventanas del mismo piso. «Entraron a cortarlas y ahí las han dejado, en el suelo», comentan los habitantes del edificio en cuestión.

Con todo, eso es lo menos malo que se pueden encontrar en un solar que todo el barrio conoce por su estado de abandono. Escombros de una obra aledaña, basura de todo tipo, incluso tóxica, ladrillos de lo que otrora fue un muro que separaba dos parcelas uniformadas ahora por la maleza, planchas metálicas de un tejado cercano que un vendaval reciente depositó allí sin pizca de cuidado y hasta un gato muerto, pariente, cabe suponer, de los inquilinos de mayor tamaño de la parcela, en la que también se han avistado ratas y víboras. De hecho, hubo que cambiar la vetusta puerta de madera que separaba tal vergel de la propia calle San Isidro tras asomar por sus rendijas varias víboras.

Pero este percal no es nuevo, viene de lejos como las reclamaciones de los vecinos del bloque que se levanta junto a él desde hace décadas. Han llamado en incontables ocasiones a la puerta del Ayuntamiento vía instancia para reclamar una solución a la degradación con la que se ven obligados a convivir.

El actual administrador de la finca tiene en su haber escritos remitidos a distintos servicios municipales desde 2015, rubricados por distintas presidentas de la comunidad en este periodo. Obtenían todos el mismo resultado: silencio. Ni una sola respuesta han logrado de los diferentes responsables técnicos y políticos al mando en la última década de las áreas a las que los vecinos han apelado con insistencia, tales como Sanidad y Policía Local.

La reclamación más reciente se registraba el 23 de febrero de 2024 y adjuntaba imágenes actualizadas de la finca ocupada por los números 21 y 23 de la calle San Isidro. En el documento, el representante de la comunidad aledaña pone en conocimiento la situación de degradación y acumulación de residuos nocivos, como uralita, además de basura y ratas, en la parcela colindante. Tras recordar que esta comunicación se ha producido de manera reiterada, el texto constata «la cercanía de un colegio» y que «los daños que esta situación causa son cada vez mayores y más peligrosos». Informada la Administración local de este extremo, los residentes en el número 25-27 solicitan «que se requiera a la propiedad de la finca en cuestión para que mantenga el estado de salubridad».

Y parte de esa propiedad -sorpresa- es el propio Ayuntamiento. Porque, mientras los responsables callan, el Plan General de Ordenación Urbana habla y, aunque en su particular idioma, bastante claro. El visor cartográfico que la propia web municipal comparte para conocer al detalle la situación del suelo de la ciudad ubica en el solar de la discordia un área ajardinada que, sí o sí, ha de ser de titularidad municipal.

No existe aún, evidentemente, pero lo hará si en algún momento se desarrolla la actuación aislada AA-NU-35.01 que el propio PGOU contempla en ese punto exacto y que afectaría a 1.671 metros cuadrados.

El documento oficial, redactado en 2013 y en vigor desde 2014, confirma lo que los vecinos del barrio siempre habían comentado, pero daban ya, pasado tanto tiempo, por un rumor sin fundamento. Y es que en él se plantea (aun sin plazos, con un presupuesto desactualizado de 52.720 euros y vinculado a iniciativa privada) la «resolución de la continuidad urbana entre las calles Roa (perpendicular a San Isidro, frente a la parcela) y Fray Esteban de Villa (afectada en los números 17 y 19)», que ‘muere’ en la parte alta de la finca, junto a la de Santa Ana y frente al colegio San Pedro y San Felices.

El fin es «dar continuidad a las alineaciones de la segunda, resolviendo el desnivel mediante una conexión peatonal». Define para materializar este enlace «una solución de escalonamiento de alturas que tiene en cuenta los desniveles, reduciendo las discontinuidades». Añade, además, a modo de observaciones que esta intervención se llevará a cabo mediante un proyecto de normalización que mejorará la integración urbana de medianeras vistas y permitirá la ejecución de las determinaciones del planteamiento en el plano P04».

En el mapa de la ciudad que ofrece el visor, de hecho, se percibe esa transformación proyectada -con zona verde incluida- que, de momento, duerme en el papel, sin sobresaltos, no como los habitantes próximos, que no saben con qué se van a topar al abrir su ventana. Encantados estarían de que esta idea añeja cobre forma, desde luego. Mientras, se conforman con que alguien responda a su petición y acondicione ese espacio insalubre.

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