El Correo de Burgos

Las clarisas se declaran independientes y esperan poder vender ahora el monasterio de Derio

En una entrevista televisiva niegan las razones económicas de su ruptura con la Iglesia y afirman que las tesis preconciliares las han hecho despertar. Han manifestado su rechazo al actual papa y aseguran que el catecismo vigente «está lleno de herejías»

Varias clarisas salen del convento de Belorado en coche ante la expectación de los medios reunidos a las afueras.

Varias clarisas salen del convento de Belorado en coche ante la expectación de los medios reunidos a las afueras.SANTI OTERO

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Las clarisas de Belorado han roto su silencio. Por partes, desde un breve vídeo publicado en Instagram a última hora de ayer, hasta la extensa entrevista colectiva concedida en exclusiva a Telecinco y emitida en directo a media tarde. En ella, la comunidad argumentaba su descubrimiento y defensa de los postulados preconciliares, los mismos que asume su nuevo obispo, Pablo de Rojas, y declaraba su independencia de cualquier organización tras evidenciar la ruptura con la Iglesia liderada por el papa Francisco, al que por supuesto no reconocen.

Desde esta nueva posición de libertad, pues, tal y como subrayaban, aunque se hayan acogido a la tutela de Rojas, no forman parte de su Pía Unión de San Pablo Apóstol, esperan ahora poder vender el monasterio de Derio como quieren, sin injerencias de terceros.

Lamentaba al respecto la abadesa, sor Isabel de la Trinidad, «haber perdido la compra apalabrada» hace meses con un benefactor, del que no han querido aportar dato alguno, por el bloqueo de Roma a la operación. Extienden estas acusaciones a los obispos, en particular al de Burgos y al de Bilbao, pues aseguran que, aun conocedores de la situación y la «necesidad» de vender tal inmueble que tenía la comunidad, han torpedeado el proceso. 

Cabe recordar que esta transacción iba a brindarles la liquidez necesaria para comprar el monasterio de Orduña y compensar la inversión millonaria realizada en él para arreglar el tejado tras alcanzar un acuerdo de compra con sus titulares, clarisas de Vitoria. El abono comprometido nunca llegó y estas -presionadas por los obispos, según la abadesa de Belorado- rompieron el pacto, dejando a la comunidad beliforana sin inmueble y con deuda. Para la venta de Derio, según el Derecho canónico, es obligatorio el visto bueno de la Santa Sede, dado lo elevado de la cuantía.

Con todo, pese al evidente desencuentro económico de fondo, sor Isabel respondía de forma categórica preguntada por si esta había sido la causa de su ruptura con la Iglesia: «No. El dinero no puede ser la ruptura». Eso sí, apenas segundos después insistía en que sus superiores nunca les han dado «ni un duro, ni ayudan en nada», en referencia a los gastos de mantenimiento de los inmuebles que ocupan, así como a las cargas de su actividad diaria.

Más allá de las aclaraciones de la abadesa, todas las religiosas que tomaban la palabra preferían centrarse en la dimensión teológica de su decisión. Confirmaban la -si no unánime, pues ya una de las monjas más mayores ha optado por abandonar el convento y permanecer fiel al Vaticano, sí mayoritaria- decisión de abrazar el discurso 'sedevacantista' que sostiene que Roma no está ocupada por un representante legítimo. 

Afirman que llevan unos cuatro años de reflexión sobre el tema, con una inquietud compartida creciente que obtuvo respuestas al toparse sor Isabel con el planteamiento de Pablo de Rojas. «Hemos dado un paso importante. Dios nos ha dado luz. No es un capricho. No podíamos comulgar con algo que nos suponía un problema de conciencia y hemos despertado», afirmaba con vehemencia sor Sión.

Sin querer facilitar fechas de su primer contacto con el que ahora reconocen como su obispo -responsable de ordenar al sacerdote que las acompaña desde el lunes, José Ceacero-, sor Isabel explicaba que la relación se fraguó al trasladarle una serie de cuestiones vinculadas a la doctrina de la Iglesia «a las que me respondió puntualmente y con abundante documentación, sin comparación con lo que hacían los obispos conciliares, pues lo habitual es que no te contesten o te salgan por peteneras». 

Así, primero ella y luego el resto de la comunidad percibieron que ese era el camino «conjunto y fraterno» a seguir y, en paralelo con los acontecimientos recientes vinculados a las fallidas operaciones inmobiliarias, optaron por actuar y pedir a Pablo de Rojas que las acogiera bajo su mando, manteniéndose, no obstante, como comunidad de propio derecho. «Volvemos a la raíz verdadera, a la Iglesia católica de toda la vida», aclaraban, para señalar como ejemplos de actitudes conciliares que las «rompían por dentro» la defensa del ecumenismo de la curia actual. Más allá iba sor Paz al aseverar que el catecismo en vigor está lleno de herejías.

No ocultaban su sorpresa por la repercusión mediática de su decisión y destacaban que «su vida seguirá siendo la misma, aunque separadas de Roma y alejadas de los lobos con piel de cordero», pero reconocían las ventajas. Y es que tras un tiempo sin apenas pedidos online de sus dulces, suman ya medio centenar en apenas un par de días. «Es la providencia divina. Confiamos en que nos sostenga», exclamaba sor Sión.

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