Asistencia en los pasillos, nula privacidad y forense «una vez a la semana»: así es la cruda realidad en los juzgados rurales
La falta de recursos los partidos judiciales pequeños genera situaciones «lamentables», como «esconder a las víctimas de violencia de género para evitar contacto visual con el denunciado»

La falta de medios materiales afecta a juzgados como el de Villarcayo.
La precariedad es el pan de cada día en los partidos judiciales ubicados en el medio rural la provincia de Burgos. Nada tienen que ver sus instalaciones con las de la capital, Aranda de Duero y Miranda de Ebro. Cada juzgado es un mundo, con edificios «más modernos que otros», pero hay situaciones que claman al cielo. En el caso de Villarcayo, se producen escenas surrealistas que los abogados asumen, mal que les pese, con naturalidad.
Lo normal sería disponer de salas para que detenidos y víctimas, amparadas por el turno de oficio, conversen con su abogado. Pero no las hay, así que no queda más remedio que «asistir en el pasillo, detrás del hueco de la escalera, en la antepuerta del baño e incluso dentro del furgón policial». De ello da fe Aurelio González, letrado de Villarcayo y presidente de la Comisión Territorial del Colegio de la Abogacía de Burgos.
Ante unos hechos tan «lamentables», González se lo toma con resignación aunque no por ello deja de reivindicar una mayor dotación de medios, tanto materiales como humanos, en los juzgados de la provincia. En todos, sin excepción, pero poniendo especial énfasis sobre los partidos judiciales de menor tamaño para prestar el mejor servicio posible a quienes acuden a los tribunales.
Salta a la vista que la falta de privacidad supone un importante escollo. «La gente entra a pedir certificados de nacimiento, defunción o matrimonio y se puede encontrar con un conocido al que acaban de detener». Por no hablar de otras escenas que pueden entrañar grandes riesgos para las mujeres. En concreto, cuando «tenemos que esconder a las víctimas de violencia de género para evitar que haya contacto visual o físico con el denunciado».
El desamparo que sufren los juzgados Villarcayo, Lerma, Briviesca y Salas de los Infantes va más allá de sus propias instalaciones. «Los fiscales no vienen a la provincia, les vemos por videoconferencia», subraya González. Y no solo eso, ya que los reconocimientos forenses se realizan «una vez a la semana». Por lo tanto, el resultado de la valoración de una víctima de malos tratos depende en gran medida del día que haya denunciado los hechos.
Ejercer la abogacía en el medio rural no es tarea fácil. Menos aún en una comarca tan extensa como Las Merindades, con grandes distancias entre localidades. González pone el ejemplo de un letrado de Villasana de Mena que se tenga que desplazar a Quintana Martín Galíndez (o viceversa): unos 120 kilómetros entre ida y vuelta.
Todas estas cuestiones no pasan desapercibidas para el Colegio de la Abogacía de Burgos, cuya Junta de Gobierno rompe una lanza a favor de los compañeros que, pese a todo, se esmeran en brindar el mejor servicio posible a sus clientes. Por ello, de un tiempo a esta parte se han estrechado aún más los lazos, con encuentros en cada emplazamiento para conocer sus necesidades y ejercer de altavoz ante instancias superiores.