El restaurante Viena renace tras el incendio: «No hay mal que por bien no venga, le hemos dado otro aire»
Un mes pico y pala e incidencias sobrevenidas hasta la ansiada reapertura. «Siempre que abres un negocio te ilusiona. En este caso, era una ilusión obligada porque te ves abocado a la miseria»

Gonzalo y Merche, del restaurante Viena, afrontan una nueva etapa tras el incendio del pasado 6 de abril.
Doce horas diarias, tirando por lo bajo, «a piñón fijo». Sin fines de semana ni festivos. Un mes con el mono puesto, junto a su familia, para que el restaurante Viena reabriese sus puertas lo antes posible tras el incendio del pasado 6 de abril. Solo de recordarlo, Gonzalo se estremece. El fuego se originó en la cocina, saltó de una sartén a la campana extractora y «ya no hubo forma de apagarlo». Había una treintena de clientes, lo normal un domingo al filo de la hora del vermú. Nadie resultó herido, menos mal, pero el establecimiento sufrió daños considerables. «Ahí empezó y acabó todo a la vez».
El Viena, como el Áve Fénix, ha tenido que resurgir de sus cenizas. La idea era levantar la persiana el miércoles 7 de mayo. No pudo ser por culpa de un «atasco tremendo» que obligó a llamar al fontanero. Otro varapalo, con la luz al final del túnel, que obligó a posponer la apertura al día siguiente. Todo en orden, ya sí, para el ansiado reencuentro con la clientela.
«Es como cuando te das un golpe con el coche y piensas que no ha sido nada. Luego lo llevas al taller y te dicen que en la parte interna se ha descuadrado el chasis»
Buena paliza se han dado Gonzalo, su mujer Merche y sus hijos para sacar el local a flote. Les tocó pintar, empapelar, cambiar algún que otro aplique... De paso, aprovecharon para elaborar nuevas cartas, reformar los baños y dar un nuevo aire a la iluminación. También sacaron un montón de escombros porque el incendio resultó más voraz de lo inicialmente previsto. Todo esto «coincidiendo con dos puentes, la Semana Santa, el gran apagón y el atasco», lo que retrasó unas cuantas intervenciones externas que no podían asumir. En definitiva: «Se nos ha juntado el hambre con las ganas de comer y no había forma de acabar».
Se fijaron una fecha y, cuando todo parecía a punto, resulta que los datáfonos, el wifi y el TPV (Terminal Punto de Venta) estaban «desconfigurados». Gonzalo ya se lo toma con humor, qué remedio. «Es como cuando te das un golpe con el coche y piensas que no ha sido nada. Luego lo llevas al taller y te dicen que en la parte interna se ha descuadrado el chasis». Salvando las distancias, le ocurrió algo parecido al descubrir que «esto no luce, aquello no funciona, esta máquina no congela...».
Todo esto quedó atrás el jueves. Gonzalo, machacado, descansó por la mañana mientras Merche dirigía el cotarro. A primera hora nadie sabía que el Viena estaba de vuelta, pero la cosa se fue animando a lo largo del día. De hecho, se sirvieron diez comidas y de cara al domingo ya afloraban unas cuantas reservas. Con mal tiempo estos días, las cosas como son, pero siempre con buena cara porque parecía que la reapertura no llegaría nunca.
Solo falta que el Ayuntamiento mueva ficha con el tema de la terraza: «Ya hemos hecho los deberes y estamos esperando a que nos den contestación»
«Siempre que abres un negocio te ilusiona. En este caso, era una ilusión obligada porque te ves abocado a la miseria». Al final, como es lógico, «se resienten las cuentas porque todo son gastos». Empezando por los nóminas de sus doce empleados, deseosos de «volver a trabajar porque decían que era un aburrimiento estar en casa». En cualquier caso, y por quitar algo de hierro al asunto, hace suyo el refrán de «no hay mal que por bien no venga» porque «le hemos dado otro aire».
De aquí en adelante, no queda otra que seguir remando. El Viena sigue siendo el Viena, en versión 2.0, y «ojalá salga un poco el sol y se anime la climatología porque el movimiento en la plaza es diferente al venir muchos padres con niños». Ya de paso, sería lo suyo que el Ayuntamiento mueva ficha de una vez por todas con el tema de la terraza, inoperativa desde diciembre. «Ya hemos hecho los deberes y estamos esperando a que nos den contestación», esgrime Gonzalo, armándose de paciencia, tras una larga espera.
«El primer trimestre de 2025 ha sido, de los 26 años que llevo aquí, el peor en resultado económico. Encima al mes siguiente se quema el local y hemos tenido que devolver el dinero de la subvención por la pandemia». Menudo panorama, sin duda. De nuevo «el hambre con las ganas de comer». Por no hablar de que el día del incendio jugaba el Burgos CF en casa. O que el restaurante estaba hasta arriba de reservas que hubo que cancelar.
Por mucho que hayan pintado bastos, Gonzalo, Merche y el resto del equipo saben de sobra que hay Viena para rato. También sus clientes: tanto los parroquianos habituales como aquellos que, a lo largo del mes, no dejaban de llamar preguntando si había mesa para comer. Ahora ya sí. Y que aproveche.