El Correo de Burgos

El susto del chupinazo de las fiestas Burgos en primera persona: «De aquí salgo en ambulancia»

Estaba grabando el lanzamiento para la web de EL CORREO DE BURGOS cuando vi caer el cohete a mis pies. A nadie, que yo sepa, le dio tiempo a reaccionar. Menos mal que todo quedó en un susto. Aquí puedes ver el vídeo

Instante en el que el cohete anunciador de las fiestas de San Pedro explota en la tarima de prensa.

Instante en el que el cohete anunciador de las fiestas de San Pedro explota en la tarima de prensa.ECB

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Nunca hubiese imaginado que cubrir el pregón de las fiestas de San Pedro y San Pablo 2023 pudiese suponer una actividad de riesgo. Todo lo contrario. Con la Plaza Mayor hasta arriba y miles de burgaleses expectantes, a nadie se le pasaba por la cabeza que el chupinazo pudiese haber acabado en tragedia. Menos mal que todo quedó en un susto, puntual pero tremendo. Y que ahora, en frío, tenga la posibilidad de contar en primera persona cómo vi caer el cohete a mis pies, desde la tarima reservada a los medios de comunicación, sin tiempo para reaccionar. 

Llegué con tiempo para coger sitio, pero costaba lo suyo abrirse paso entre la multitud para llegar al espacio habilitado para la prensa. Me situé entre dos cámaras de televisión, justo detrás para no interferir en su trabajo, dispuesto grabar los momentos más emocionantes del pregón y poder compartirlos después en la web de EL CORREO DE BURGOS. Los tablones de la tarima no estaban bien sujetos y 'bailaban' cada dos por tres, de ahí que procurase moverme lo menos posible para que los compañeros de otros medios captasen imágenes con la mayor estabilidad posible. 

Por lo demás, todo en orden. Las peñas dándolo todo, las charangas animando el cotarro y burgaleses de todas las edades esperando ese chupinazo que inaugura oficialmente los Sampedros. La cuenta atrás había comenzado y se percibía cierta impaciencia entre la mayoría de asistentes cuando se procedía al izado de banderas. Había ganas de gritar, saltar, brindar... En definitiva, de celebrar una semana que muchísima gente marca a fuego en el calendario. 

Acabó el pregón y faltaba la guinda del pastel. La alcaldesa, Cristina Ayala, asumía por primera vez el pistoletazo de salida de las fiestas. Servidor, móvil en mano, empezó a grabar sin imaginar lo que a punto estaba de suceder. El cohete, como es lógico, salió disparado hacia arriba. Apenas tuve tiempo de seguir su trayectoria por el cielo porque, de repente, escuché voces a mi alrededor. De susto, de advertencia, de temerse lo peor. Y ahí estaba el dichoso cohete, a punto de explotar, a un palmo de mis pies

Todavía no se ha lanzado la bota y empiezan a llegar los primeros mensajes. De mis compañeras y compañeros del periódico, de amigos y de familiares.

«De aquí salgo en ambulancia». Es lo único que pensé, incapaz de moverme, porque fue un visto y no visto. Ni un segundo de tregua concedió el artefacto pirotécnico a los periodistas que allí nos encontrábamos. A nadie, que yo sepa, le dio tiempo de salir por patas. A mí no, por lo menos. Y tampoco al compañero Ricardo Ordóñez, de la agencia Ical, que se encontraba justo a mi lado. 

Explosión y desconcierto. El pitido en el oído no es tan fuerte como esperaba, pero agradable tampoco. Instintivamente, me palpo brazos y piernas. «Hemos librado», me digo a mi mismo en silencio. La gente alrededor está asustada. Un peñista sube corriendo y me pregunta si estoy herido. Tiene la cara desencajada y trato de tranquilizarle. No te conozco, pero, si lees esto, gracias de todo corazón por tu empatía y preocupación. 

Al otro lado de la tarima, unos amigos de la Asociación de Personas Sordas de Burgos (APSBU) me preguntan, en lengua de signos, qué tal me encuentro. Pulgar arriba y una sonrisa, esa es mi única respuesta. Aún sigo de los nervios por lo que podría haber pasado, noto un pequeño picor en la pierna derecha pero no le doy mayor importancia porque a priori no veo nada. El sol se va escondiendo y la falta de luz me impide observar los perdigonazos. Nada grave. Más bien, parecen picaduras de mosquito. 

El único herido, por así decirlo, es Ricardo. Tiene una pequeña herida en la rodilla, similar a un raspón. No ha transcurrido ni un minuto desde la explosión cuando varios agentes de la Policía Local se personan en la tarima para preguntar si alguien necesita asistencia médica. También acude un sanitario de la Cruz Roja y el jefe del Cuerpo Municipal de Bomberos, Miguel Ángel Extremo. Examinan el lugar, toman fotos del agujero que ha dejado el cohete y de la herida del compañero. Aún seguimos resoplando, pero todo el mundo parece estar mucho más tranquilo. 

Mis amigos, que son muy cachondos -por no decir otra palabra- me han hecho hasta un meme. 

Todavía no se ha lanzado la bota y empiezan a llegar los primeros mensajes. De mis compañeras y compañeros del periódico, de amigos y de familiares. Los primeros lo han visto en directo por la tele. Después, sin yo saberlo, un vídeo grabado a escasos metros de la tarima se ha viralizado. Ahí se me ve, mal que pese, en primera línea llevándome las manos a los oídos. 

Nunca olvidaré este pregón accidentado. Lo recordaré incluso con cariño porque no hubo que lamentar daños personales, ni propios ni ajenos. Mis amigos, que son muy cachondos -por no decir otra palabra- me han hecho hasta un meme. Y así estamos, bromeando sobre el chupinazo porque otra cosa no, pero sentido del humor tenemos para rato. 

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