El Correo de Burgos

La ciudad del Ebro: una tierra de frontera

Ciento cinco años con el título de ciudad avalan a esta urbe populosa del nordeste de la provincia de Burgos en la que conviven 40.000 almas que se sienten ‘muy mirandillas’

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Burgos

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J. C. R. / Burgos Hijo soy a mucha honra / de la Ciudad de Miranda, / de antigüedad venerada / en el suelo burgalés. / Quiero que mi patria chica / grande sea y venturosa; / que su historia es muy gloriosa / de los siglos a través. Miranda está de moda. El ‘deporte rey’ ha colocado a la ciudad en el mapa. Y quien hoy no es un poco ‘mirandilla’ es que o no tiene sangre en las venas o es que sólo atiende a otro tipo de pasiones que no son las futbolísticas, precisamente. ‘Mirandilla’ es ese término cariñoso que se atribuye a los que son ‘muy de Miranda’. Y esos se cuentan por bandadas, más allá de los 40.000 que viven en la ciudad o los más de 10.000 repartidos por todo el planeta. Pero Miranda es mucho más que sus gentes, que ya es bastante. Miranda es arte, es industria, es frontera y es fraternidad. Por partes; Miranda se hace arte en su Casco Viejo, hoy ya convertido en centro histórico. Su edificio Consistorial, la Casa de las Cadenas, el Apolo, la Picota, la iglesia de Santa María o del Espíritu Santo o el Puente de Carlos III son señas de una identidad muy claras que dan a entender el pasado glorioso de la ciudad. Es industria que evoluciona hacia la ciencia, la tecnología y las nuevas perspectivas de futuro. Hace 150 años fue el ferrocarril el eje de la ciudad. Hoy es la aeronáutica. ¡Quien lo iba a decir! El galopante paro, sin embargo, ha frenado esa inercia con los cierres de plantas emblemáticas para esta ciudad. Miranda es frontera. Con la riqueza que eso supone de gentes, de cultura, de caminos... Miranda es ciudad mestiza. Tan cerca de la bulliciosa Vitoria Gasteiz, hermana de la señorial Logroño; bajo el ala del populoso Gran Bilbao y sangre de la misma sangre que Burgos. El nacido en Miranda es de Miranda. Y sólo de Miranda. Y bien está. La entrada a Castilla desde la fértil tierra euskaldun y riojana y el granero de España de La Bureba; frontera que marca el Ebro. Fraterna; Miranda es ciudad fraterna en la que nadie se siente forastero porque sus vecinos están acostumbrados a saludar con la mano a los viajeros de los viejos trenes que cruzaban la ciudad que rasgaban el mapa entre Irún y la capital del reino. El tren y el río Y es que el ferrocarril vertebra la ciudad, como también lo hace el Ebro. Uno, el tren, sutura con sus raíles y traviesas la modernidad; y otro, el río, remansa la vida en sus aguas tranquilas y, en lugar de dividir la ciudad, la une con sus puentes flanqueados con los leones que significan su realeza. Desde la Picota, el viejo Castillo, la ciudad duerme. Las orillas del río parecen ensancharse y en las voces de la noche mirandesa se oye el murmullo sanjuanero, ‘nuestro santo verdadero’ que canta: Águilas de tu escudo/ vamos a ser, /que tus glorias sepan /siempre defender.Así reza el primer párrafo del Himno de Miranda, una composición musical de Gregorio Solabarrieta, con letra del poeta Fernando Valle Cillero.

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