El nuevo escenario engrandece aún más al Cronicón de Oña

GERARDO GONZÁLEZ/ OñaEl cambio de escenario de la representación del Cronicón de Oña en su veinticinco aniversario le ha dado una espectacularidad inédita.  Sin perder un ápice de su contenido la cuidada iluminación que ambienta las distintas escenas de la representación oniense remarca, tanto en conjunto como en detalle, la fachada barroca que pasa a ser un elemento más de las distintas partes.Asimismo, las modificaciones incluidas en la progresión del Cronicón para esta ocasión mantienen un ritmo continuado que engancha al espectador tanto a la lectura como al acompañamiento musical.Cabe destacar el notable esfuerzo de los organizadores y los vecinos que reencarnan a los personajes históricos de el Cronicón ya que en sí es una versión de estreno la de este año.Pese a estos cambios, la fuerza narrativa y la que transmiten los distintos personajes permanecen sin variación a la que durante un cuarto de siglo mantuvieron en el altar mayor de la iglesia abacial.Para los que habitualmente acuden a presenciar El Cronicón de Oña en esta edición lo verán de forma diferente con un mayor dinamismo fruto del más amplio espacio escénico pero con su tradicional espíritu.Otro cambió será la visualización de la representación en las gradas habilitadas que permiten seguir con detalle todas las escenas, así como las entradas de los actores por el pasillo central.Esto es especialmente impactante en varias de las piezas representadas ya que permite ver el amplio despliegue de actores que participan en ellas, así como una excelente coordinación y ritmo.El Cronicón de Oña es una representación histórica cuya narración transcurre fundamentalmente en los siglos bajo medievales. En su desarrollo se señalan datos que tienen que ver con la fundación del Monasterio de San Salvador en el año 1011, así como otros relacionados con los personajes que permanecen enterrados en el Panteón Real y Condal de Oña.El espectáculo se desarrolla habitualmente, con la excepción de esta edición, en el interior del templo del Monasterio de San Salvador y se concibe como un esfuerzo colectivo que implica a gran parte de la población de la villa.