El Correo de Burgos

TROTABURGOS/ Quintana Martín Galíndez

El pueblo de las fortalezas y capital del Valle de Tobalina

Es el centro administrativo de una comarca que tiene en la naturaleza y el arte el mejor reclamo para el turismo de interior

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Burgos

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J. C. R. / Quintana M. GalíndezEl río Ebro no se queja de nada. Las aguas de quien da nombre a la Península Ibérica se remansan en esta parte nordeste de la provincia de Burgos, junto a Frías, Quintana y Montejo de San Miguel y de Cebas, en el Valle de Tobalina.En tiempos pasados, la comarca explotó los frutos generosos del campo en sus formas silvestres: setas, vinos y su caza para conformar una gastronomía única. El campo alimentaba también a los ganados que regalaban jamones, lomos y chorizos de dignos de la mejor cabaña ibérica. El monte proveía a los vecinos de leña y madera e hizo florecer una pequeña industria vitivinícola, con el chacolí como referencia, maderera, carbonera y tejera.De todo ello quedan restos en el monte cercano a San Miguel. Corona la escena la ermita del santo que vigila desde lo alto los avatares del pueblo. Muy cerca del casco urbano y amistad de camino en la ladera norte aún perviven los restos de la vieja tejera explotada por los vecinos hasta bien entrado el siglo XX. Una enorme cavidad de piedras hundida en una ladera servía de horno para la teja roja. El carbón vegetal era la fuente de energía que también se fabricaba en el monte, junto con la leña y del que hay constancia tan solo unos metros más arriba de la tejera.Puentes, templos y fortalezas, como la Torre de Lomana, son testigos del paso del curso del Losa o Jerea.Muy cerca del castillo de los Bonifaz, se encuentra la capital administrativa del Valle, Quintana Martín Galíndez que luce otra torre, la de los García Salazar. De entre los muchos pueblos que forman el municipio y de las comarcas más llamativas hay que destacar el desfiladero del Purón. Parte de Herrán, a las faldas de la sierra Arcena, y llega a la alavesa localidad de Ribera. Constituye una de las maravillas naturales de la comarca, digna de visitarse. Ermitas rupestre, restos romanos en ‘Los Puentes’ y lo mejor, su variopinta naturaleza que nos regala especies como avellanos, alisos, hayas, tejos, sabinas negras, boj y otras especies herbáceas como los helechos.El Monte de la Peña sirve de nacedero del Jerea que baja jugueteando toda la montaña de Relloso y Quincoces para, al entrar en Tobalina deshacerse en millones de gotas minúsculas que se rompen al chocar contra los 20 metros de caída en Pedrosa.Testigo de toda esa belleza son las casonas blasonadas de toba y arenisca que adornan el pueblo.En invierno y primavera, el estruendo del río al fracturarse es espectacular. La pared, de casi cien metros de larga, se convierte en una cortina blanca y espumosa convirtiendo el paisaje en una espectacular y grandiosa pantalla donde recrear todos los sonidos y olores del valle.

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