Esperando a Wamba
El Ayuntamiento de Pampliega ha recibido contestación por parte del Cabildo de la Catedral de Toledo que en «próximas fechas» se reunirá para decidir sobre el traslado del rey visigodo
El Ayuntamiento de la localidad burgalesa de Pampliega recibió hace unos días una carta que llevaban años, siglos esperando. Una misiva remitida por el Cabildo de la catedral de Toledo en la que se hace saber a los representantes municipales de la próxima reunión que celebrarán los responsables catedralicios manchegos para decidir si aprueban o no el traslado de los restos del rey visigodo Wamba. Un viaje que ansiaba Pampliega desde hace ocho siglos, cuando los restos del monarca fueron «saqueados» por el mismísimo Alfonso X El Sabio, dejando sin su vecino más ilustre a los vecinos de la población que Wamba eligió para su eterno descanso.
Germán Lafont es una de las personas que más conoce la historia del rey godo (646-688) y la persona encargada de redactar los informes con los que Pampliega y el Arzobispado de Burgos ha instado en fechas recientes al Cabildo de la catedral de Toledo al traslado de los restos del monarca de tierras manchegas a burgalesas por «razones históricas».
«Puede que estemos más cerca que nunca de un reclamo que se lleva produciendo en Pampliega desde hace siglos», indica Lafont en declaraciones a Ical. Una petición que incluye la vuelta a casa de «todos los retos del monarca», insiste. «O todo o nada. No nos conformamos con una parte y eso es lo que exigimos», asevera el historiador, natural de Pampliega.
Para hablar de Wamba es necesario via jar hasta el siglo VII en una Hispania Goda heredera de la desaparecida Hispania romana que gobernó el territorio peninsular hasta la invasión musulmana en el 711. En ese contexto, en el que los godos hubieron de hacer frente a otros pueblos bárbaros como alanos o los suevos, Wamba fue proclamado rey en Toledo en el año 672. «Estuvo solo ocho años reinando porque le envenenaron y le echaron de Toledo de malas formas», sostiene Lafont.
En el año 672, en una conspiración histórica, Wamba fue traicionado, envenenado y tonsurado en Toledo. «El rey sereno» resultó envenenado con una sustancia de efectos hipnóticos que le hicieron parecer un moribundo. Esperando la muerte del monarca, y en base al reglamento de la época, Wamba fue tonsurado como un monje y declarado ‘velut mortuus huic mundo’ (muerto para este mundo). «Fue el momento en el que Wamba escoge el monasterio de San Vicente de Pampliega para su retiro y en él muere ocho años después», agrega el historiador.
Las crónicas consultadas avalan el «cariño» que Wamba sintió en Pampliega y el deseo de descanso que el rey traicionado en Toledo buscó en tierras burgalesas. Sus restos fueron enterrados en la puerta de la iglesia y desaparecido monasterio de San Vicente. Un lugar en el que permanecieron hasta el siglo XIII pese al intento de asedio de los sarracenos en el 711 que incendiaron el espacio monacal sin encontrar la tumba del rey godo.
El error del rey Sabio
Desde que Wamba falleciera en Pampliega en el siglo VII hasta que el rey Alfonso X ‘El Sabio’ procediera al traslado de los restos pasaron seis siglos. Así lo recogen las crónicas históricas consultadas que hablan del deseo del monarca de trasladar los restos que su propio padre no pudo a la corte toledana. El rechazo de los vecinos de Pampliega propició que el traslado de los restos de Wamba hubieran de producirse de noche. «Se habla de Pampliega como el pueblo de los dormidos porque mientras la gente dormía, clérigos y algunos vecinos ayudaron a Alfonso X a llevarse los restos de Wamba a Toledo».
Lafond entiende que «el traslado de los restos de Wamba fue el mayor error de Alfonso X» puesto que dio al traste con el deseo de «paz» que Wamba encontró en la villa burgalesa. «Precisamente eso es lo que ahora se reclama. Que descanse en el lugar en el que el rey godo eligió para morir», sostiene.
Los restos de Wamba se trasladaron a Santa Leocadia de Toledo donde permanecieron hasta 1808 cuando las tropas francesas expoliaron las tumbas de Wamba y Recesvinto en Toledo. En 1845, y por deseo de Isabel II, la Comisión de Monumentos de Toledo inspeccionó los sepulcros y depositó los restos en una urna efectuando su traslado a la Catedral de Toledo.
«La urna de Wamba tenía dos llaves. Se supone que una se entregó a la Catedral y la otra fue a parar a manos de Isabel II», subraya Lafont, que ve «clave» el papel y la posición que en este asunto pueda tener Casa Real debido a la conexión que han tenido desde hace siglos «los reyes de España» en este tema. «Creemos que desde este momento se incumple la custodia puesto que los restos que ahora se exhiben en Toledo tenían que haberse sepultado», asevera el autor del informe elevado al Cabildo de la Catedral de Toledo.
«Isabel II dispuso que quedaran en depósito en la catedral hasta que se dispusiera un sitio en el que habrían de quedar sepultados de forma definitiva y eso no ha sucedido», sostiene el historiador que lamenta que en 2007 se exhibieran los restos de Wamba en el Museo de Santa Cruz en «un acto que nada tiene que ver con la fe ni el recogimiento».Posible traslado
Será una comisión formada por responsables de la localidad castellano y leonesa quien se persone en Toledo una vez se dirima la cuestión a estudiar: si los restos vuelven o no a Burgos. «Esperamos que la respuesta sea satisfactoria», destaca el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Pampliega, Ignacio Cob, que espera «con ilusión» uno de los deseos que «tuvieron sus abuelos, padres y todas las personas que recuerda en el pueblo».
«Que a Wamba nos lo robaron de noche es una cosa que hemos oído desde niños y el rey godo ha formado parte de nuestras vidas desde siempre», asevera en declaraciones a Ical. Es por ello que confía en «resolver pronto» un asunto que lleva demasiados siglos en el aire y que pondría punto y final a un viaje que «tiene que concluir en Pampliega».
Los restos de Wamba, de volver a Pampliega, quedarían sepultados en la parroquia de San Pedro. Un lugar decoroso que daría sepultura definitiva al vecinos más ilustre de Pampliega y que da nombre al centro educativo, a la asociación y a innumerables espacios de la localidad burgalesa pese a no morar en el pueblo desde siglos.