El Correo de Burgos

PRADOLUENGO

El buque insignia del patrimonio industrial y textil

Villa de indianos y receptora de múltiples estilos arquitectónicos, Pradoluengo protege su legado histórico con el objetivo de asentarse como destino turístico

Los pradoluenguinos ausentes regresan a su tierra cada vez que pueden, sobre todo durante las fiestas-PILAR PRADO

Los pradoluenguinos ausentes regresan a su tierra cada vez que pueden, sobre todo durante las fiestas-PILAR PRADO

Burgos

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El brillo nunca desaparece del todo. De hecho, se puede recuperar con tesón y ayuda externa, tan necesaria en los tiempos que corren. Las vacas, quizá menos flacas que hace unos años, siguen necesitando alimento para volver a ponerse en pie. Algo así sucede en Pradoluengo, la villa textil que pretende recuperar su glorioso esplendor apostando por la vía patrimonial. Puede que no vuelvan los tiempos de bonanza, pero está claro que el municipio apuesta por consolidarse como referente de interés histórico, cultural y, sobre todo, industrial.

El famoso pueblo de las boinas y de los calcetines siempre fue mucho más que eso. Se instaló en la prosperidad económica a finales del siglo XIX hasta consolidarse como buque insignia del sector textil burgalés y destacó durante décadas gracias a la calidad de sus prendas y el mimo artesanal de quienes se dedicaban al oficio. Y así se mantuvo hasta que la crisis, paulatina y demoledora, comenzó a minar las expectativas de progreso que marcaron los primeros compases de la reconversión industrial.

El crecimiento económico de la localidad llegó parejo a una situación de penuria que afectaba a buena parte de la población. A una década de alcanzar el siglo XX, centenares de jóvenes abandonaron su hogar para hacer las Américas en busca de mejor fortuna. Muchos lo consiguieron, y parte de ellos regresaron para dar cuenta de sus éxitos al otro lado del charco.

Como era de esperar, las diferencias sociales se acrecentaron. Los nuevos ricos hicieron valer su posición, pero al mismo tiempo aportaron su granito de arena mediante la construcción de singulares edificios públicos y viviendas, suma de múltiples estilos arquitectónicos, que se mantienen en pie para dar lustre a la villa. Esa influencia fue palpable, por ejemplo, durante la reforma de la Casa Consistorial en 1930. El neoclásico se impuso con majestuosidad y mantiene su elegancia intacta para recibir al visitante que, inconscientemente, no puede dejar de admirar tan hermosa obra.

También merece una visita la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora, que bebe de las últimas tendencias del renacentismo en perfecta armonía con los postulados más modernos del barroco y del gótico. La observación al detalle permite además disfrutar de la estudiada y acertada disposición de distintos elementos como sus bóvedas, arcos y fajones, por no hablar de la planta basilicial, en piedra de sillería, o el campanario, dividido en tres cuerpos, que brilla con luz propia en cualquier época del año.

El paso del tiempo se palpa en las calles y rincones más emblemáticos de Pradoluengo. El teatro Cinema Glorieta o el Mercado Municipal realzan los años de prosperidad. De forma paralela, aún quedan vestigios de los antepasados que poblaron estas tierras. Y no fueron pocos, ya que en estas tierras se asentaron, a lo largo de los siglos, desde tribus celtíberas hasta nobles castellanos, vizcaínos y alaveses. Sin embargo, no fue hasta 1720 cuando el pueblo obtuvo el título de villa bajo el reinado de Felipe V. Hasta entonces, la localidad formaba parte del mayorazgo de los Condestables.

A día de hoy, la localidad corre el mismo peligro que tantos otros municipios de la provincia. La despoblación hace mella y el número de habitantes ha caído durante los últimos años. Pese a ello, los pradoluenguinos se resisten a abandonar el pueblo salvo que sea estrictamente necesario. Eso sí, los que se tuvieron que mudar regresan a la menor oportunidad. A mediados de agosto, las fiestas en honor a sus patronos (La Asunción de Nuestra Señora y San Roque) dan buena fe de ello. No en vano, el Ayuntamiento hizo recientemente un llamamiento animando a sus vecinos a empadronarse para incrementar el censo, que actualmente ronda las 1.200 personas.

Entretanto, la Corporación sigue inmersa en el desarrollo de un ambicioso plan director que permita afianzar su potencial turístico a partir del patrimonio. La Junta de Castilla y León ya ha mostrado su predisposición a colaborar y es cuestión de tiempo que el proyecto salga adelante con el esfuerzo de las instituciones y de los ciudadanos, encantados de ejercer como embajadores de una de las grandes joyas urbanas de la Sierra de la Demanda.

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