El Correo de Burgos

Pradoluengo se reencuentra con sus antepasados ‘americanos’

‘Remembranza’ vuelve a poner en valor el «rico» y «desconocido» patrimonio indiano de la villa textil

Burgos

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La nostalgia se apodera de Pradoluengo cada vez que recuerda a aquellos antepasados que a finales del siglo XIX y principios del XX metieron lo poco que tenían en la maleta para cruzar el charco en busca de fortuna. En cualquier época del año, hay que realiza el viaje a la inversa para descubrir sus raíces familiares, «gente que pregunta por la partida de nacimiento del abuelo o del bisabuelo». Y claro, al pradoluenguino de toda la vida, como al teniente de alcalde, Antonio Sáez, se le ponen «los pelos de punta».Puede que ayer volviera a darse el caso. La villa textil celebró su ‘historia de ida y vuelta’ gracias a Remembranza, la Feria Indiana que rinde «homenaje» a todos esos vecinos que dejaron su tierra para empezar de cero en el continente americano. Algunos volvieron montados en el dólar y no dudaron en aportar su granito de arena al desarrollo arquitectónico y social del municipio. Fueron «los menos», apunta Sáez agradecido por el papel que jugaron dichos antepasados en la consolidación de un «patrimonio indiano muy rico y totalmente desconocido». De hecho, con o sin feria, los visitantes se quedan «muy sorprendidos» cuando descubren esta herencia que el pueblo, a día de hoy, luce con orgullo.En esta edición, el buen tiempo volvió a acompañar y la localidad registró un nuevo lleno. Desde primera hora de la mañana, un nutrido grupo de vecinos viajó un año más al pasado. ¿Cómo? Con sus impolutos trajes de época, sombreros de paja y el lino blanco predominante; contagiaron el espíritu de aquellos tiempos en los que el pradoluenguino emigrante conoció los mojitos, el ron o los ritmos caribeños.Con todos estos alicientes, la música ocupó un papel predominante durante la jornada. Desde primera hora de la mañana, los compases de la orquesta Txarandonga iniciaron un pasacalles que sirvió de preámbulo a la apertura de las denominadas paradas indianas, punto obligatorio de paso antes y después de la ya tradicional ruta por el casco urbano, amenizada con la actuación del grupo teatral Apetece en compañía de la Banda Municipal de Música.A continuación, en torno a las 13 horas, tuvo lugar la inauguración oficial -y por todo lo alto- de Remembranza en la plaza Clemente Zaldo, apellido ilustre en la villa textil con innegable pasado indiano plenamente visible en la actualidad. No tardaron en hacerse oír los sones del Caribe, testigos en su día de un cambio radical de vida, fruto del exilio forzoso, que en algunos casos desembocó en prósperas carreras empresariales a cientos de kilómetros de la vieja Castilla.Más allá del homenaje en sí, Sáez opina que esta cita debería servirnos para «reflexionar» sobre el fenómeno de la emigración «en los tiempos que corren». Y es que al igual que sus paisanos fueron bien recibidos en tierras americanas, lo suyo es que quienes huyen de la pobreza a día de hoy reciban el trato que se merecen como seres humanos que son cuando están «llamando a la puerta de las fronteras».Al margen de la conclusión que cada un extraiga sobre el tema, Sáez recalcaba ayer la «ilusión» con la que él y sus vecinos reciben a cualquier descendiente de Pradoluengo. La mayoría proceden de México y Argentina, aunque en realidad hay un poco de todo. El caso es que, vengan de donde vengan, a todos les encanta recorrer las calles y espacios por las que hace más de un siglo deambulaban sus antepasados sin imaginar qué les depararía el futuro. El teniente de alcalde ha sido testigo de muchos de esos reencuentros y no se cansa de observar esa «cara de emoción» que, como bien dice, es capaz de erizar el vello de visitante y del anfitrión.

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