El Correo de Burgos

TROTABURGOS / ENCUENTRO DE CAMINOS

La mancomunidad de aquí al lado

A pesar de la cercanía, pocos conocen losreclamos naturales y patrimoniales que esconden sus villas

Vistas de Cardeñuela desde Quintanilla Riopico.-M. M.

Vistas de Cardeñuela desde Quintanilla Riopico.-M. M.

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M. M.
Burgos

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A pesar de su cercanía a la capital, que convierte con frecuencia en visitantes de paso a algunos de los más de 170.000 habitantes con que ésta cuenta, la mancomunidad Encuentro de Caminos es sin embargo una de las grandes desconocidas de la provincia. Configurada por siete pueblos y un barrio (Fresno de Rodilla, Cardeñuela de Riopico, Monasterio de Rodilla, Rubena, Quintanapalla, Atapuerca, Olmos de Atapuerca, Quintanilla Riopico y su barrio de Villalbal), quiso recuperar y remivindicar con la denominación, su origen como comarca de entrada a tierras burgalesas.Y con la sierra de Atapuerca y el río Arlanzón como vecinos, siendo éste último el que en su recorrido atraviesa Burgos, a la par que recuerda la omnipresencia del líquido elemento en esta provincia, ya que fueron los múltiples acuíferos del subsuselo burgalés los que dieron lugar a algunas de las cuevas más conocidas del mundo. Aquéllas de Atapuerca que escondían a Miguelón entre otros ‘internacionales burgaleses’, quien miles de años atrás las utilizó como vivienda y refugio, lo que permitió que fuera rescatado décadas atrás, ubicando así esta sierra entre los grandes enclaves Patrimonio de la Humanidad.Primeros habitantes a los que mucho después seguirían romanos, religiosos o peregrinos de toda procedencia. Hecho que remarca la pervivencia en nuestros días entre sus ejes, de los recorridos romanos con sus calzadas y construcciones, de las que quedan algunos vestigios en varios rincones de los muchos que comparten estos siete pueblos.Muestra clara de ello son la calzada de Quintanapalla, la fuente romana de Villalbal o las minas de Olmos de Atapuerca, explotadas por el imperio y hoy recuperadas al turismo tras dejar de usarse en los años 70 del pasado siglo XX.Así como el floreciente Camino de Santiago, que hoy sigue acercando la comarca al mundo a la par que se conservan algunas de sus trazas y lugares originales, siendo el ayuntamiento de Rubena (antiguo hospital de peregrinos en el siglo XVI), un ejemplo claro de la presencia ‘presente’ del pasado.«Cruce de caminos históricos pero también naturales», destacan desde la mancomunidad, desde cuya sede en las viejas escuelas de Atapuerca, una interesante exposición así se lo recuerda a propios y extraños, destacando por igual el vital pasado del puente romano que aún enlaza Orbaneja Riopico con su altiva iglesia; Pero también la importancia de la dehesa de Quintanapalla la cual comparten desde hace siglos frutos silvestres, hierbas aromáticas y robles de más de 500 años de edad, convirtiéndose ayer y hoy en la despensa natural de los antiguos y nuevos habitantes de este entorno.Serenidad recia a la que se suma la que otorga la piedra de las iglesias de Rubena o Cardeñuela, tras las que lucen retablos que enriquecen el conjunto en las citas festivas -tras la recuperación municipal del primero y el proyecto vecinal ya en marcha para restaurar el segundo-. Altivez pétrea frente a las que desde la otra cara de la moneda se alza en un rincón la hoy ruinosa iglesia de Villalval, cuyas torres caídas entre cardos albergan todavía algunas columnas que se siguen alzando silenciosas a pesar del paso del tiempo.Junto a ellas ermitas como la de Santa María del Valle que se luce en Monasterio de Rodilla, y cuyos responsables municipales han hecho de ella un reclamo cultural más de la comarca, gracias a su uso alternativo al religioso, como emblemático y acogedor escenario de certámenes musicales y otros eventos culturales.Callado pasado al que se une el que esconde la abandonada estación ferroviaria de la localidad de Quintanapalla, y que hoy sólo recuerda la que fuera una de las principales vías de nexo entre todos estos cercanos vecinos, el tren, que pervive en nuestros días, sin embargo, ahí transformada en ruta verde de paseo y disfrute natural tras la retirada de vías y señales. De nuevo, eterna encrucijada de caminos y sendas abiertos a todos.

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