El Correo de Burgos

Alertan del riesgo de efecto dominó por las bodegas abandonadas

El autor de los estudios de los conjuntos etnográficos de Fuentespina, Gumiel de Mercado, Sotillo, Vadocondes y ahora Castrillo, analiza el presente y el futuro de las bodegas subterráneas de la Ribera

Perfil del cerro del castillo de Gumiel. ECB

Perfil del cerro del castillo de Gumiel. ECB

Publicado por
LORETO VELÁZQUEZ / ARANDA
Burgos

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Con sus estudios en Fuentespina, Vadocondes, Gumiel de Mercado, Sotillo de la Ribera y ahora Castrillo de La Vega; Alfredo Sanz se ha convertido en uno de los grandes expertos en bodegas subterráneas de la Ribera del Duero, pero, ¿cuáles son sus conclusiones y sobre todo, qué consejos da de cara a no perder este patrimonio histórico y diferenciador? «Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que si no tenemos cuidado, el efecto dominó puede ser irreversible. Por eso es muy importante tener claro qué tenemos en el subsuelo y en qué condiciones está».

Según este arquitecto, el abandono es el principal riesgo «no solo para la propia construcción sino para las bodegas de al lado». «Al final no podemos obviar que son como comunidades de vecinos, están interrelacionadas y se asientan sobre un mismo sustento», insiste consciente de que la solución no es fácil ya que, desde que en los años 60 cambió el modelo productivo y se pasó de la elaboración artesanal a las cooperativas, muchas bodegas subterráneas han desaparecido. «La multipropiedad y las herencias no han ayudado», lamenta.

Pero lo cierto es que la Ribera se revela contra este destino y junto a diferentes iniciativas de pueblos como Moradillo de Roa y su ya afamado Cotarro, hay proyectos como Te enseño mi pueblo, «que están siendo un revulsivo». «Al final el simple gesto de abrir la puerta puede cambiarlo todo», anima, convencido de que el hecho de tener una simple barrica o unas botellas de vino «ayuda muchísimo».

Natural de Fuentespina, este arquitecto de profesión creció entre viñas y bodegas. El primer estudio que le encargaron fue precisamente el de su pueblo, que entonces se encontraba con un problema de hundimientos en varias bodegas. Son, asegura, estudios completos que van desde una interpretación geológica hasta un plano de las galerías con la geometría y las características de cada bodega y lagar. «Estos estudios son muy importantes porque es fundamental saber lo que hay en el subsuelo antes de realizar cualquier intervención arriba», advierte en alusión a construcciones y merenderos que se hacen en la superficie sin saber qué hay debajo.

Desde entonces ha realizado muchos estudios y ha aprendido de cada uno. «Aunque todos tienen cosas en común, hay peculiaridades que los diferencia», señala con la mirada puesta en la geología, la altitud o la propia elaboración. Pongamos ejemplos. Vadocondes es una de las «más importantes en lagares porque como no se hizo cooperativa en su día, la elaboración de vino artesanal se prolongó en el tiempo». «Es el referente ribereño en lagares de viga tanto por número como por su buen estado de conservación; incluso algunos se siguen usando a día de hoy», señala. Por su parte, Fuentespina destaca por la densidad de bodegas a cuatro niveles. «Es espectacular el laberinto con niveles superpuestos». 

Por otro lado, continúa, Fuentespina y Gumiel de Mercado coinciden en tener cerceras, en lugar de zarceras. «Se llaman así por el viento norte y funcionan como un hueco de ascensor, comunicando bodegas en diferentes niveles».

De Gumiel de Mercado, este experto destaca el valor paisajístico, al situarse en el cerro del castillo. «Con un laberinto de tres niveles, es muy bonito porque al no haberse hecho merenderos mantiene bastante la esencia», señala sin olvidar que ahí se encuentra la viga de lagar más larga, con 13,4 metros.

De Sotillo de la Ribera hay mucho que decir. «De los que he visto es el entramado mejor conservado y las bodegas son las más largas. Eso por no hablar de las bóvedas de piedra de sillería. Está claro que en este municipio fue muy importante el vino».

Finalizado el uso tradicional, las peñas han jugado un papel principal. «El mejor aliado de la conservación es la aireación. El hecho de abrir una puerta y mover el aire es fundamental y las peñas sin duda han tenido y están teniendo un papel clave en el mantenimiento de este patrimonio».

A la hora de realizar uno de estos estudios, la colaboración ciudadana es vital. «La gente en general suele responder muy bien. Al principio a lo mejor eran más reacios porque no me conocían, pero ahora al haber hecho otros estudios no suele haber problema y me dejan bajar».

Alfredo Sanz se encuentra inmerso hoy en el estudio de las bodegas de Castrillo. Además participa en el Plan de Protección de Bodegas que Aranda de Duero está obligada hacer tras obtener la declaración de Bien de Interés Cultural. «Este plan  ordena toda la información que había hasta ahora y especifica qué se puede hacer y qué no. No es nada extraño; cosas de sentido común para poner en valor este patrimonio», subraya. 

Según explica, Aranda posee uno de los entramados más extensos que además destaca por su ubicación, en el subsuelo del casco antiguo. «Esto la ha condicionado para bien y para mal», advierte consciente de que con las edificaciones se han eliminado muchas bodegas. «A nivel arquitectónico, los arcos y los cañones de bajadas están muy cuidados», concluye.

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