El Correo de Burgos

TROTABURGOS 

Puentedura, oasis de Castilla

Este pequeño enclave que vigila y remansa al Arlanza, destaca por la vida que rezuma su patrimonio cultural y natural

Puentedura es uno de los 7 municipios -y otros 14 asociados- que comparten este enclave natural. I.L.M.

Vista aérea de Puentedura.ECB

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Puentedura es vida. La que alimentan el Arlanza y el Mataviejas a su paso (aunque en verano se achiquen y en ocasiones crezca el primero en demasía), la que oxigenan los próximos sabinares o los robles y encinas que dan sombra a múltiples sendas cercanas, la que celebran sus vecinos -un buen puñado o dos en días de fiesta- empeñados en reivindicar las raíces de pueblos castellanos como el suyo, cuya dignidad, según proclaman, «está en su rebeldía».

Así lo viven y lo defienden -dan fe de ello hasta las paredes- los naberos, moradores de censo o de corazón de este coqueto enclave burgalés de ribera, oasis de Castilla por su naturaleza y ubicación.

A poco más de 40 kilómetros de la capital, este municipio es parada oblitagoria en la turística ruta que enlaza los Pueblos Bonitos ‘oficiales’ de Covarrubias y Lerma. También sobresale por su belleza, aun sin título, y puede presumir y presume de cercanía a otros parajes dignos de visita, como Quintanilla del Agua y su Territorio Artlanza, Santo Domingo de Silos, San Pedro de Arlanza, La Yecla o Ura, tesoro en sí y acceso al desfiladero al que, rumbo a Castroceniza, se asoman los buitres.

Así, como una joya más, Puentedura aporta a tal corona su particular lustre, con estampas y citas propias que lo diferencian.

Porque Puentedura es vida desde que nació, hace siglos, como cruce de caminos y paso sobre el río al que tanto le debe. De ahí el puente romano que le brinda nombre y vigila, con sus siete ojos, el inexorable paso del agua y del tiempo, ese que quita y da, que igual que reduce el padrón en favor de las grandes urbes, eleva a patrimonio histórico la herencia en piedra, madera de enebro o sabina y adobe.

Y es que el municipio destaca precisamente por preservar ejemplos de arquitectura popular de la zona, cuyas blancas paredes de corazón de barro y resistentes vigas oscuras evocan otros tiempos.

Detalle de la arquitectura popular de la zona junto a la iglesia parroquial.

Detalle de la arquitectura popular de la zona junto a la iglesia parroquial.ECB

Desde la plaza, nada más cruzar el puente, ya se aprecia tal legado, que cobra especial fulgor en primavera, salpicado en ocasiones por geranios, surfinias y petunias. A un paso, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. El templo actual de tres naves levantado en el siglo XVIII. De entre sus piezas destacan la custodia del maestro Revenga o el cáliz obra de Francisco de Villegas, sus afinadas campanas o una sencilla pila bautismal, posiblemente románica, recuerdo del edificio original que creció al compás de la actividad en el pueblo, para renovarse en 1.710 con un retablo churrigueresco que sorprende a los visitantes. Falta la Virgen con el Niño, obra de gran calidad que se exhibe en el Museo Frederic Marès de Barcelona.

Apenas unos pasos más, los que conectan las calles Santo Domingo y San Millán, desembocan en otro destello de la memoria compartida de la localidad que sus vecinos atesoran: el antiguo potro de herrar que -junto al viejo ayuntamiento, construido en 1797- habla de costumbres y necesidades hoy olvidadas.

La misma vía conduce a otro de los puntos de interés. La ermita de San Millán, uno de los lugares de culto en torno al que se formó la localidad y posiblemente su construcción más antigua, alberga unas singulares pinturas murales que datan del siglo XV.

De vuelta a la carretera, al lado opuesto del puente, una segunda ermita completa el patrimonio religioso nabero. Se erige en honor a la Virgen del Camino, a la que agasajan como merece la patrona del pueblo cada 12 de septiembre en las fiestas ‘centrales’ de Puentedura. Dan comienzo con la recogida de esquenos que arderán al caer la noche del viernes que toque en la tradicional chisquera a la que sus vecinos arrojan ramas para que prenda con fuerza. El sábado: misa y procesión. No son las únicas fechas señaladas. Llaman la atención sus marzas y el 23 de abril es el turno de San Jorge, al que se venera con idéntica intensidad.

Se sumaba recientemente al calendario el Arlanza Rock, cita que, por ser en verano y redoblar su apuesta sin freno, se ha convertido en la más multitudinaria del año. Sus carteles (conformado en la última edición, como ejemplo, por Josetxu Piperrak, El Nido, Farrustel & la Farrulata y Denuncia) atraen cada 14 de agosto a centenares de personas que copan la plaza, los bares y las zonas de acampada. Para el 2024 ya han avanzado que será además un festival solidario y destinará el 25% de sus beneficios a entidades sociales. Comenzará con la Asociación Protectora de Animales y la Coordinadora Provincial por la Recuperación de la Memoria Histórica.

Puentedura se reivindica así como un oasis, pues, también de vida en ebullición, de propuestas lúdicas y culturales -como las que abarrotan su agenda estival- dentro de esa España que llaman vaciada que, sin embargo, llena a los que la conocen.

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